Lamentablemente la disciplina antigua a la hora de comer se fue desvaneciendo, en lugar de una comida común para todos, ahora, no solo en familias pudientes o de clase media, también en familias con menos recursos, cada uno come “lo que le gusta”, y no todas las madres pueden o quieren tomarse el paciente trabajo de “alfabetizar el estómago” de sus niños.
En cambio, sí presenciamos familias donde abiertamente no comen –hasta les asquea– lo que se sirvió, como el locro, el puchero, el poroto, etc., viven a base de comida chatarra. La falta de una buena nutrición de gran parte de nuestro pueblo ha ido aumentando, claro, por la falta de fuentes de trabajo, pero también por la pérdida de la cocina casera “craneada” –los milagros que hacían las mamás– desde lo que se tiene.
Y además por el nulo acompaña miento e instrucción por parte de los Ministerios de Salud, de la Mujer, de Agricultura y Ganadería –este último debería sumarle Alimentación–, ellos son los que deben formar y monitorear el alimento al que la gente está accediendo o no. Hoy, solita frente a la propagación del covid-19, renace la salvación de las ollas populares en los barrios más pobres, como siempre la solidaridad de la comunidad salva el hambre del día.
Como pueblo defendemos muy poco nuestro alimento tanto desde las bases como desde las cúpulas. La invasión de la soja en detrimento de la agricultura familiar, natural, orgánica es el más crudo ejemplo. Si se quita la tierra, la riqueza y la variedad de los cultivos, también se quita la posibilidad de un régimen alimenticio que alcance para todos. Y al perder esto también nos volvemos más vulnerables ante la enfermedad. Hoy barajamos que cuando el covid-19 llegue a su punto crítico, atacará a personas sanas, a otros con previas afecciones, y hará mella en los desnutridos.
El kit de alimentos repartido por el gobierno no palia la situación de tantos compatriotas, primero porque la clase menos favorecida trae larga data de ser olvidada, segundo porque las provistas nunca alcanzan en familias numerosas (varias familias en una familia), y tercero porque muchos de la clase media, que también necesitan, quedan fuera de la lista. Así estamos en Paraguay, llenos de consejos preventivos y en cuarentena. Vamos a ver qué tal nos manejamos durante la tempestad, con lo que somos, con lo fuertes que estamos. Comer bien –no mucho, no poco, lo justo y lo más sano– y todo irá mejor para cada uno y para estar preparados en el servicio de ayuda, de socorro que se va a necesitar.