El impredecible ministro, exsenador y excandidato a gobernador es una continúa fuente de quebrantos para la actual administración.
Desde el mismo momento en que se anunció su designación en la cartera de Educación, nacieron los cuestionamientos. Colocar a Petta en un cargo tan sensible, complejo con tantos problemas presentes y arrastrados por décadas, en el que se necesita alguien con mucha amplitud de criterios, abierto al diálogo y al consenso, pareció casi una broma del presidente.
Algunos pocos se atrevieron a defender al elegido mentando su honestidad, algo que debería ser una cualidad obvia para cualquier funcionario, pero que no lo es en nuestro país y por eso fue una suerte de punto a favor del nuevo ministro.
Antes de que pasara mucho tiempo se vio que el cargo en cuestión requería muchas otras aptitudes que no parecían adornar justamente a Petta.
Las disputas que rodearon al elegido le costaron al Presidente enojos con los congresistas de su partido, con los gremios, con aliados, con opositores, con gremios, etc. Un senador oficialista calificó a Petta de “pelota pekõi”, esa que uno nunca sabe para qué lado rebotará.
Las explicaciones de por qué Abdo Benítez lo sostiene contra viento y marea son variadas.
Por un lado, Petta es del lote de los altos funcionarios de este Gobierno vinculados al poder religioso, de fuertes lazos con las iglesias evangélicas. Los otros muy evidentes son Arnoldo Wiens, ministro de Obras Públicas y el exdirector general de Itaipú José Alberto Alderete.
Del último mencionado se sabe además que fue uno de los grandes mentores económicos de la campaña electoral de Abdo Benítez.
El factor de mecenas económico explica también, en parte, la designación de otro alto funcionario muy cuestionado y cuyas condiciones para el cargo son motivo de grandes dudas: el ministro de Agricultura Rodolfo Friedmann.
De Petta cuentan personas del entorno palaciego que es habitual su participación en grupos de oración con el Presidente y su familia.
Otra cuestión que vincula con fuerza al ministro de Educación y al Primer Mandatario es el trágico episodio del intento de enmienda constitucional en 2017, que terminó con el incendio del Congreso y la muerte del joven Rodrigo Quintana, en la sede del PLRA. En aquellos días, Petta era el lugarteniente y una suerte de estratega de Abdo.
Estas cuestiones de deudas políticas unidas a la testarudez del Mandatario tal vez explican someramente la permanencia del ministro.
Sin embargo, es difícil asegurar que seguirá hasta el fin del mandato.
La actual cuarentena por el covid-19 tuvo el efecto de evidenciar el lado más insensato y contradictorio de Petta. A pasos acelerados está logrando un gran consenso en su contra: gremios estudiantiles, legisladores, medios de comunicación, redes sociales, todos lo cuestionan.
Ya a fines del año pasado, algunos senadores del equipo oficialista pidieron al Presidente que lo aparte. Aquella vez el Mandatario no respondió.
En los próximos días, según trascendió, le reiterarán el pedido.
A medida que avance la pandemia, irá declinando la fortaleza política de Abdo Benítez, al no tener esperanzas de obtener una reelección.
Es difícil saber si, por una vez en este periodo, el Presidente lo echará formalmente o si, como hicieron otros funcionarios a regañadientes, terminará renunciando.
Teniendo en cuenta el estilo del ministro de Educación, posiblemente su salida sea con mucho más ruido que el que se escuchó en los casos anteriores.