El ruido crece y enferma

Los ciudadanos conscientes, flexibles y obedientes no solo cumplen las normas, reglas y leyes escritas, sino las que dicta el sentido del bien común. Uno de los temas que ninguna política pública está tratando en nuestro entorno es el concerniente a la contaminación auditiva. Quién no tiene un familiar o un vecino que genera más de la cuenta, creyendo estar en “su derecho” de escuchar lo que le gusta al volumen que quiera. Sufrimos la anti-música en los centros comerciales cuyo marketing es tortuoso. Además el ruido del tráfico, las máquinas, las mismas voces descontroladas en ambientes compartidos.

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Recuerdo una vez en el supermercado, le pregunté a una chica que acomodaba los productos sobre el aturdidor ruido, ella me escuchó atentamente. Días después, me contestó: “Señora, le hablé a mi jefe de la música, pero se enojó y me dijo que la radio era de la empresa, y agregó con rabia: ‘¿Y qué lo que a vos te gusta escuchar entonces?’”. Me permito mencionar algunos puntos de la fuente virtual. “La intensidad del sonido se mide con un decibelímetro, aparato que utiliza la unidad llamada decibel. Se considera que para el oído humano el nivel óptimo oscila entre 15 y 30 decibeles, y cuando sobrepasa los 60 se inician los daños en la salud”. Mientras algunas enfermedades tienen campañas globales, otras masivas quedan rezagadas. La contaminación acústica acarrea problemas mayormente psicológicos. Algunas de las enfermedades desprendidas de ella son el estrés, la falta de concentración y el insomnio; además afecta al oído produciendo fatiga auditiva. “¿Ustedes tienen algún pago extra por soportar estos ruidos tan altos?”, pregunté una vez. Expuestos a ruidos muy altos, el organismo activa respuestas hormonales nerviosas y provoca un aumento de la tensión arterial y la frecuencia cardíaca, lo que puede aumentar el riesgo de infartos. “Nos aguantamos nomás, ya estamos acostumbrados”, me respondió con resignación o quizás sin jamás haber pensado en el punto.

Sobrepasados cada vez más los ruidos de la naturaleza han pasado a ser una aplicación virtual “simpática”; en nuestro país todavía los pájaros insisten en cantarnos a pesar de autos, motos y televisores, radios y celulares. Mucho hay que hablar sobre este tema, a modo de calentamiento, para que busquen más información, dejo una lista útil: 10 decibeles son producidos por la respiración humana; 50, en un parque o lugar tranquilo; 60 en una conversación normal; 70, en una calle con tráfico tranquilo; una aspiradora provoca 80 decibeles; 100, un silbato dentro de un túnel; una ametralladora 130 decibeles; 140 el despegue de un jet; 175 el despegue de un cohete espacial.

Sin apuntar a lo opuesto, pues el silencio absoluto por tiempos prolongados también perjudica, debemos pelear por ambientes más equilibrados. Entre 15 y 20 decibeles es lo normal para que gocemos del mundo con salud auditiva.

¿Cuánto cuesta controlar el ruido en los centros comerciales?, ¿es caro tener un decibelímetro? ¿cuáles son las penas por transgredir los límites? “No es un instrumento imposible de conseguir ni de usar, se puede comprar por internet. No, no hay normativas en nuestra Constitución, Código Civil ni Penal”, me dice un entendido en manejo de sonido.

lperalta@abc.com.py

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