“Siempre quise ser la voz de los animales”

Francesca Crosa es pionera en la defensa de los animales en nuestro país. Con incontables batallas, continúa más firme que nunca. “A veces extraño mi vida de sociedad, pero no me arrepiento, cada noche doy gracias al Señor por permitirme salvar animales”, afirma.

“Siempre quise ser la voz de los animales”
“Siempre quise ser la voz de los animales”

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Además de la labor que la identifica con un compromiso con los animales, la biografía de Francesca guarda otros aspectos interesantes de su vida como su participación en Miss Paraguay 70-71. “Nunca he hablado de mi vida privada, salvo detalles, porque mi razón es otra, pero voy a tratar de darte información”, promete. “Nací en Asunción, tengo ascendencia italiana por parte de mi madre Yolanda Mastrazzi y de mi padre, Federico Crosa Falcón, ya fallecidos. Tuve una hermana mayor, Olga (también falleció). Mi bisabuelo materno vino de Italia a Paraguay y se afianzó en Villarrica, era exportador de naranjas, formó parte de la sociedad guaireña y fue uno de los fundadores del Club Porvenir Guaireño”.

La niñez y adolescencia de Francesca fueron normales, “con mi hermana éramos muy controladas por mi madre y la respetábamos muchísimo. Fui buena hija y buena alumna en el colegio (primaria en La Providencia y secundaria en el Dante Alighieri). Nos criamos en un ambiente en el que una niña y una señorita son tratadas como una rosa. Me alegro de que así fuera, porque heredé el sentido de obediencia a los mayores, la cortesía y la delicadeza, la responsabilidad de las tareas educativas, y el cuidado y amor también para nuestro perro Batuque.

–Te iba a preguntar de tu primera mascota...

–Batuque era nuestro amoroso compañerito, tengo una foto inolvidable de él con mi papá, Olga y yo en el Parque Caballero.

–Cuando niños solemos quedar marcados por un nexo especial con los animales.

–Una vez mi papá manejaba, pasamos por el puerto y vi un perrito muy flaquito, beige, me impresionó mucho; yo tenía como 4 años. Otro caso fue cuando vivíamos en Cerro Corá e Iturbe, un perrito fue atropellado; recuerdo que le dije a mi mamá que debíamos ayudarlo, le llevamos leche, comida y una caja de cartón. Esos dos perritos que vi en mi infancia me indujeron a una profunda reflexión.

–Sensible y con aspiraciones a ser Miss Paraguay

–Es un poco incómodo decirlo, pero tenía atributos: 1.77 m y un cuerpo armonioso, tuve buena educación y era elegante. Pero lo que me llevó a participar fue que pensé que si ganaba, podría hablar a favor de los animales. Fue una linda experiencia, aunque yo falté a los desfiles de prueba porque en esa época ayudaba a los perros que eran llevados para el estudio de rabia en Sajonia.

–Dicen que salís puntualmente para una cita, pero si encontrás un animal herido, cambiás de planes.

–Me había enterado de cómo llevaban a los animales y los dejaban en una suciedad impresionante, sin atención veterinaria alguna, sin agua, muchas veces sin comida. Yo cubría como podía esas necesidades y también limpiaba sus platos y jaulas. El Señor me protegió porque nunca tuve vacuna antirrábica, solo tiempo después. Hice ese trabajo durante 17 años, todos los domingos a la siesta, y no era muy bien tratada.

–¿Qué fue lo bueno de concursar?

–En el concurso, entre las preguntas que me hicieron incluyeron a los animales. Yo contesté que les daba de comer en la vía pública, los trataba de alzar a mi camioneta y llevar a mi casa para curarlos (el garaje era mi reino). También conté que me arriesgué a meterme entre los perros machos, para levantar a una perra en celo que estaba desmayada en una vereda, la alcé a mi vehículo y nos fuimos. Falleció en mi casa a la mañana. Todo eso respondí y me pareció una oportunidad para influenciar sobre la conciencia de la gente, pedí compasión por el dolor y la orfandad animal.

–¿Cómo vivías en esa época?

–Llevaba una vida normal, mi casa, mi familia (mi gran dolor fue la separación de mis padres, pero los recuerdo a ambos con mucho cariño y respeto), los animales, que ya me despertaban mucha inquietud.

–¿Salías mucho?

–El cine era uno de mis pasatiempos favoritos, asistir a conciertos, a las pocas discotecas serias que había. Me gustaba –y gusta– mucho la música y bailar y, por supuesto, la lectura, novelas y libros sobre animales, libros sobre leyes de protección que en ese tiempo eran muy escasos en Paraguay. En mis viajes a Argentina, Brasil y Europa conseguí, especialmente en Londres, donde conocí la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals (RSPCA), ahí me entrenaron con un cursillo de emergencia y me mostraron un mundo totalmente diferente para los animales que me deslumbró. Soy producto de esa magnífica institución.

–Dejaste entonces una vida llena de comodidades.

–Al ir viendo tanta desgracia y miseria en la vida animal, todo lo fui abandonando: la buena ropa, peluquería, comida selecta, champagne Dom Pérignon en Navidad u otra ocasión especial, vinos finos franceses e italianos, mis viajes al exterior. Lo dejé todo para ayudar a los animales, especialmente a los agusanados y con sarna, los maltratados con las tripas afuera, los que se arrastran por sus caderas rotas. Aunque a veces tengo nostalgia de mi otra vida, no me arrepiento de nada, y me da mucha tristeza la conducta gubernamental y parte de la ciudadanía.

–¿Qué personalidades te inspiraron en la vida?

–San Francesco d’Assisi y Brigitte Bardot.

–¿Qué estudiaste a nivel universitario?

–Pensaba seguir Veterinaria y no pude porque tenía alergia al algodón, y no quise seguir Derecho como me propuso mi mamá porque implicaba mucha tensión, discusión. Cuando eso no me imaginaba todo lo que pasaría por defender a los animales como lo hice y sigo haciendo; ironías del destino. Finalmente me volqué hacia los idiomas.

–Siendo joven y atractiva, no formaste familia.

–Por dos motivos: uno, yo era muy joven y si me casaba, debía irme a vivir a Inglaterra. Y segundo, una noche de encuentro con una persona por quien sentía profundo y sincero afecto suspendí la velada porque me llamaron los bomberos para ir a atrapar un tigre en Villa Morra. Pasamos toda la noche trabajando y lo atrapamos a la madrugada. Comprendí entonces que no podía tomar un compromiso personal serio, ya había decidido seguir ayudando humanitariamente a los animales.

“Sigo siendo la misma”

Durante cada gobierno el trabajo de Francesca tuvo buenas y malas. “Tuve juicios indignos como al que me sometió la Municipalidad de Asunción por proteger a los animales de la calle, juicio que gané al Juzgado de Faltas brillantemente con ayuda de este diario y patrocinada por la doctora Gloria Estragó Bieber”. Francesca también ganó un juicio contra la perrera municipal de Asunción: “Los capturaban con lazos y los arrojaban en una camioneta que tenía como un cajón grande, ahí metían a todos encimados, después los llevaban a Sajonia. Posteriormente se mudaron a San Lorenzo, en igual de lamentables condiciones, ahí los encerraban en un horno y conectaban el escape de la camioneta para que mueran asfixiados. Me recordó a los crímenes de Auschwitz. Veinte años llevó ese juicio y ganamos suspendiendo tanta brutalidad imperdonable”.

Después vendrían su lucha por la eutanasia sin dolor, liberar a los caballos (animales de carga) y otro gran juicio contra Yacyretá –con apoyo del doctor Juan Carlos Mendonca– por la inundación que mató por ahogamiento a una gran cantidad de animales. “Los gobiernos nunca dieron ayuda al SPAPP, al contrario, recibimos humillación y discriminación. Es una impotencia que te desgarra”.

–¿Cuáles son tus deseos para los animales en Paraguay?

–Un hospital público, un albergue público y un santuario para animales de trabajo y algunos silvestres. Yo elaboré con descomunal esfuerzo un proyecto muy completo contando con el valioso apoyo del Dr. Sergio Pintos Casamayouret y el Dr. Pedro Ferrer, que fue presentado en la Cámara de Diputados, pero no prosperó por una mala interpretación.

Agradecida por rescatar

Francesca Crosa es directora, rescatista, administradora y operacional de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas del Paraguay (SPAPP). En 2019 fue distinguida con la Orden Nacional al Mérito “Comuneros”. Lleva 40 años de labor ininterrumpida. Su salud ya no es la misma, pero eso no le impide tener su casa llena de animales necesitados. “Soy la Francesca de siempre, pero con muchísima más experiencia. Lo que pido a la gente es comprensión –también tengo mis bajones, cómo no, si he sido atacada como nadie–, pido respeto por los horarios de atención en mi casa, donde me siguen tirando animales, pero los veo y me miran con tanto agradecimiento que digo: Gracias, Señor, por darme la oportunidad de salvar y proteger a tantos inocentes del maltrato, dolor y agonía. Duermo cada noche y me despierto sabiendo que volveré (agradezco a todos los que cooperan conmigo) a una lucha férrea y difícil”.

lperalta@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Pedro González/Gentileza.

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