Terapeuta de multitudes

Su espontaneidad, su característica risa, principalmente, su permanente sonrisa, lo llevaron a convertirse en uno de los humoristas paraguayos más destacados de las últimas décadas. No había diversión si en un espectáculo faltaba Carlitos Vera, quien supo manejar como pocos los hilos del entramado humor paraguayo hasta hacer estallar a su público en carcajadas.

Instantánea del 50 aniversario de Carlitos Vera en el Teatro Municipal Ignacio A. Pane.
Instantánea del 50 aniversario de Carlitos Vera en el Teatro Municipal Ignacio A. Pane.FERNANDO ROMERO

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El humor paraguayo perdió recientemente a uno de sus representantes más emblemáticos: Carlitos Vera, “El hombre de las mil voces”, quien partió de este mundo el 26 de agosto a los 72 años, debido a complicaciones derivadas del covid-19. Vera fue uno de los humoristas más populares de nuestro país. Su manera de contar las cosas, más su risa contagiosa eran su sello humorístico que produjo tanto regocijo en un público que supo deleitarse con sus ocurrencias, desde sus inicios, a principios de los 60, que se dedicaba al humor en todas sus formas. Fue uno de los precursores del stand up, entonces conocidos como monólogos, y en cada presentación, tanto en los escenarios como en la radio y la tevé, sus chistes, así como sus imitaciones de voces eran los más esperados y aplaudidos.

Con una gran capacidad de observación del ser paraguayo, junto con el talento para impostar la voz para componer sus personajes, lograba realizar admirables caracterizaciones que le valieron para ser conocido como “El hombre de las mil voces”. Son inolvidables sus imitaciones de las voces de monseñor Aquino, del expresidente Alfredo Stroessner, del papa San Juan Pablo Segundo, del doctor Abraham Zapag, expresidente de Cerro Porteño; el exvicepresidente Julio César “Yoyito” Franco, Juan Carlos “Calé” Galaverna, del comentarista deportivo Julio del Puerto y, el de “Romerito”, el exjugador de fútbol Julio César Romero, tal vez, una de las más conocidas y solicitadas por el público. El éxito era tal que hasta llegó a hacer publicidad de productos comerciales con las voces de sus personajes.

Nace la vocación

Carlitos Vera nació el 2 de noviembre de 1948 en el distrito de Maciel, entonces parte del departamento de Caazapá, hoy Guairá. Eran 13 hermanos nacidos en la familia formada por Narzisa Aliendre y Roque Vera. Desde muy pequeño descubrió su vocación humorística y a lo largo de su carrera editó más de 32 volúmenes de casetes y cedés con sus mejores chistes. Comenzó como imitador y humorista en el escenario de la parroquia Las Mercedes, en 1964. Estudió en la Escuela Municipal de Locución. Pronto incursionó en la radio con un segmento en el programa La fonda de Doña Filomena, por radio Comuneros. A partir de allí, recorrió todo el país formando parte de festivales y espectáculos de humor, como El graduado, Habemus Locus Bicentenario, Si yo fuera presidente, Grande paaa, Olas con colas, entre otros.

Participó de programas televisivos —donde compartió pantalla con grandes exponentes del humor, como César Álvarez Blanco, Rafael Rojas Doria y Máxima Lugo—, como Me cargo de risa, Me recargo de risa, por Telefuturo, y Ríase de Vera, en la TV Pública. También trabajó en radio, hizo un programa titulado En serio y en broma. Se casó con Clara Giménez, con quien tuvo cuatro hijos, tres varones y una mujer, fallecida.

Medalla y libro

En 2016 recibió la Orden Nacional al Mérito Comuneros, otorgada por la Cámara de Diputados. Y aunque no estaba retirado de los escenarios, sus presentaciones, últimamente, eran esporádicas. En 2017, presentó junto a la periodista especializada en espectáculos, Rosa Scappini, su libro biográfico El hombre de las mil voces. Homenaje a la risa y a la vida. Según un posteo de su hijo Emilio en redes sociales, para costear los gastos del tratamiento de Vera ofrecían en venta un combo con el libro biográfico, más el DVD y un CD.

Sobre la desaparición del humorista, Scappini comenta que Carlitos Vera trajo ya consigo de forma innata el arte del humor, según lo confirman las andanzas de su niñez, narradas por él mismo. “Detrás del artista, guardaba un ser humano cálido, espontáneo y feliz; sentimientos estos que siempre lo acompañaron a pesar de sus limitaciones físicas. Manejaba la improvisación con una maestría increíble, adaptándola al lugar y circunstancia, y su voz se adueñó de voces de famosos, sorprendiendo a un público que siempre lo admiró y mimó en demasía. Hoy adolecemos de la presencia no solamente de un artista de notable humor, sino también de un educador de masas, pues en sus actuaciones y escondido tras el instrumento de la risa, afloraban el respeto, el amor a la familia y los valores que caracterizan a nuestra idiosincrasia. Fue un hermano, un amigo y un terapeuta de multitudes”.

Un ser irrepetible

Según recuerda la gestora cultural Marlene Sosa Lugo, en octubre de 2005 le rindieron un Homenaje en Vida a Carlitos Vera. “Su original estilo de hacer humor lo merecía. Él cumplió su sueño de ser artista, a pesar de las dificultades de la vida”, recuerda.

“Carlitos, como muchos otros artistas que hemos perdido, son seres irrepetibles. Nos dio una lección de vida y llenó de risas nuestras vidas. ¡Por eso lo lloramos tanto! Su estilo era único y su solidaridad fue a toda prueba con sus colegas y amigos. Con Máxima Lugo, mi madre, tuvo reideras actuaciones en teatros, festivales y en la televisión. Describió al paraguayo y a las clases sociales de manera perfecta. Doy gracias por el maravilloso privilegio de haberlo conocido”, enfatiza.

El dueño del show

Para Bernardo Neri Farina, “Carlitos era el dueño absoluto de la risa. El show se acercaba al final, así como se acercaba el final de aquel año. De repente, Carlitos se quedó callado. La gente lo miraba expectante. Y en tono serio dijo: ‘Señoras y señores, les anuncio que el año que viene daré un giro a mi vida; voy a cambiar totalmente’. La gente seguía en silencio. Él también. Interminables segundos… y después soltó: ‘Che karêta de la otra pierna’, y se fue del escenario. Todo se agitó. Pareció que la humanidad entera se puso a reír. Fue algo épico, estruendoso. Solo él podía conseguir esas respuestas del público. Sí, Carlitos Vera fue el dueño absoluto de la risa”, sostiene.

Según su hijo Emilio, cuando hablaban de este tema, el deseo de Carlitos Vera era tener un velorio sin llanto, sin luto y con música paraguaya. “Su deseo siempre fue que, el día que él parta, su velorio no se llene de llantos y nadie vista de negro. Que la gente ría y se escuche música paraguaya fue su deseo”, escribió en su cuenta de Twitter.

Indudablemente, su partida significa una gran pérdida para el arte del humor. Con su eterna sonrisa, pergeñaba una idea; con una palabra hacía unos trazos; con un chiste, realizaba una pintura y con sus imitaciones de voces, mostraba la galería entera del ser paraguayo. Porque Carlitos Vera hacía del humor un arte.

mpalacios@abc.com.py

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