El aborrecido sobre azul, que no era azul

Uno de los episodios detectivescos lingüísticos más intrigantes de la posguerra inmediata del Chaco tuvo implicancias políticas tan significativas que llevaron al cambio de sistema gubernativo, de la democracia al fascismo en 1936. Se trataba de la aborrecida recepción por jefes y oficiales combatientes del Sobre Azul, conteniendo la orden de desmovilización y pase inmediato a retiro del Ejército, con la consiguiente pérdida de relevancia política y financiera.

El Mariscal José Félix Estigarribia, pintado por Bandurek, 1940.
El Mariscal José Félix Estigarribia, pintado por Bandurek, 1940.Heber Carballo

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Las menciones al espantoso sobre azul proliferaron en estudios, biografías, memorias y entrevistas de combatientes del Chaco hasta medio siglo luego de finalizada la contienda. Más de uno compartió su pavor con Alfredo Seiferheld en ubicuas manifestaciones sobre sus experiencias guerreras.

El estudioso argentino, Adolfo Alemán, en su valiosa biografía del vencedor de Nanawa, El soldado prohibido: Luis Irrazábal, héroe y ciudadano del Paraguay (1990), describió la amargura y el desencanto del sacrificado guerrero al recibir dicho sobre colorido, que lo alejaba de la tarea cumplida durante las tres décadas previas. Respecto de los militares, dice Alemán:

Pendía sobre ellos el “sobre azul”, el temido anuncio de que podían ser dados de baja. Para los militares de Reserva, el “sobre azul” era un trago amargo, pero no tenían otra alternativa que soportarlo. Para los de carrera, era simplemente intolerable. Lo curioso –como indicamos en otros capítulos– es que el “sobre azul” fue recibido por pocos. Por lo menos uno lo recibió: el coronel Luis Irrazábal. Irrazábal había sido condecorado con la Cruz del Chaco, el 20 de enero de 1936. Siete días después le llegó el “sobre azul.” (pag. 135).

El raro sobre azul pasó a convertirse en un argumento más para derrocar al Gobierno de ese mismo color que parecía tan mezquino con los defensores de la integridad territorial y moral. Solo parecía tener suficientes fondos para recompensar generosamente al general José F. Estigarribia con excelso rango militar, general de Ejército, y la elevada suma monetaria mensual de $ 1.500,00.

El otro gran acicate para derribar a la democracia en 1936 fue la avaricia gubernamental en el reparto de generalatos en el Chaco. De hecho, solo uno recibió el vertiginoso ascenso de teniente coronel a general de División en dos años de guerra, y fue precisamente quien como comandante en jefe vitalicio enviaba las comunicaciones contenidas en el sobre azul.

Muchos distinguidos jefes confesaron a Seiferheld que de haberse repartido unos 500 o más merecidos ascensos en el Chaco, la Constitución de 1870 hubiera seguido vigente. De ello se desprende que, a pesar de las altisonantes proclamas sociales del golpe del 17 de febrero, las verdaderas razones que la aprontaron eran reivindicaciones personales e “individualistas” de los militares en uniforme, a saber, acceso a rangos militares superiores y continuidad en las filas del Ejército en actividad. No es que pidieron ascender en grupos.

Ello resulta particularmente irónico y curioso porque tanto para Pedro Pablo Samaniego, presidente del Superior Tribunal de Justicia en 1936, como para el general Estigarribia, en 1940, la justificación para obliterar la Constitución de 1870 era su carácter excesivamente “individualista”.

Todo indicaba que, al hacer uso universal del sobre azul para condenar al limbo militar a los heroicos combatientes del Chaco, muchos de ellos todavía con acceso a mando de tropa, el propio Estigarribia, jefe vitalicio del Ejército, conspiraba contra el Gobierno del que él formaba parte, ridiculizando la enseña partidaria sostén del mismo, al punto de incentivar una eventual sedición.

Algo escandalizado por el omnipresente retórico “sobre azul”, Carlos Pastore Goiburú, del equipo de Estigarribia en Isla Po’i, publicó más tarde el libro Capítulos de la historia política paraguaya, 1935-1940, (1986) y allí subrayó que el bendito sobre azul en realidad era de burocrático color gris.

Para no dejar en ascuas a los lectores del recientemente publicado libro La República Constitucional Paraguaya, 1904-1940, se imponía una profunda investigación detectivesca para deslindar responsabilidades. Si el sobre era gris, entonces Estigarribia dejaba de ser sospechoso de conspirar contra su propio Gobierno.

De cómo el gris pasó a ser azul

Las líneas investigativas a desarrollar en busca de los autores, cómplices o encubridores debían desentrañar las razones que motivaron darle tinte político partidario a un acto del Ejército respecto del manejo administrativo de sus cuadros.

La pregunta a dilucidar era, ¿cómo el neutro sobre gris se transformó en el provocador sobre azul?

La respuesta, por evidente, exigió esfuerzos exhaustivos. El culpable, sin coartada creíble, fue una tradicional característica nacional, el bilingüismo.

El país se bifurca entre la ciudad, de habla hispana, y el campo, que se desenvuelve en guaraní. Este último es un idioma del neolítico con una paleta de colores limitada a lo observable en el ambiente inmediato: rojo (pytã), por la sangre; blanco (morotî), por las flores; amarillo (say’ju), por el sol, y negro (), por el cabello.

Así, por innecesario, el guaraní no discrimina en color asociado con el paisaje. El hispano azul y el verde, en guaraní se conjugan en un solo término, hovy, que cubre a ambos. El color gris, en principio no existe de forma permanente en la naturaleza. A él se llega ocasionalmente cuando el cielo se oscurece ante la inminencia de una tormenta y así, el ambiente meteorológico (ára) se vuelve temporalmente hovy-hû.

Y como prueba de que la lingua franca militar en el Chaco era el guaraní, las necesidades de comunicación castrense cotidiana se rellenan con la lengua vernácula. Al principio, el sobre gris, con su ominoso mensaje, llegaba a pocos de rango inferior, quienes informaban a camaradas y amigos de la recepción de “peteî sobre hovy,” lo que a su vez se traducía al castellano como “un sobre azul.”

Nadie ponía en duda el color de un sobre que nunca había visto hasta recibirlo y, para ese entonces, las disquisiciones sobre el color real del sobre pasaban a segundo plano en comparación con el definitivo y terminante rito de la orden de colgar el uniforme para siempre.

El idioma diario es antes que nada un ejercicio de costumbre y repetición cuyo único objetivo es comunicar claramente los conceptos y datos entre emisor y receptor. Si la expresión sobre azul cumplía con ese requisito para diseminar información certera, poco relevante resultaba subrayar la discrepancia entre el color hispano original del sobre y la tonalidad de la traducción guaranítica.

Así, en el castellano paraguayo de la posguerra del Chaco, azul pasó a ser una metáfora de gris, ampliamente aceptado por todos. Y el humilde sobre gris, devenido en azul, cumplió con todas las metas de su concepción. Sirvió para comunicar nuevas nada bienvenidas ni apreciadas y también para corroer y erosionar lo que quedaba del prestigio del Gobierno entre los sacrificados veteranos uniformados a su poco festivo regreso a la capital.

Les tomó menos de un semestre, en pleno armisticio nada definitivo, defenestrar a la administración constitucional para sustituirla por una llamada “Revolución Libertadora” que lo primero que hizo fue conculcar todas las libertades, limitando toda expresión crítica, apresando y exiliando a la ciudadanía que podía hacerle frente.

Una de las primeras medidas retardatarias de Estigarribia devenido Führer fue la prohibición de publicar libros, sin duda el principal obstáculo para el progreso económico paraguayo.

Y desafía la imaginación concebir que toda la trayectoria autoritaria que duró hasta 1989, comenzó en forma inocente con un sobre de color problemático para una primitiva lengua aborigen.

rcaballeroa@gmail.com

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