AREGUA EN NOVIEMBRE

“Sinfonía en verde”

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“Y en lo alto la cruz, sobre una colina que quiere ser cerro, sobre una capilla con pretensiones de iglesia, sobre una torre construida para campanario. Cruz, colina, iglesia y torre enmarcada en el paisaje; uniformidad, como si le fuera preciso ésta para un decorado perfecto, hecho, con la ligazón de la naturaleza, por la mano de hombre.

“El paisaje parece construido con el verde de un nacimiento de niños, hecho con pinceladas fuertes, con colores vivos con notas excesivamente simétricas, iguales paisajes que precisa, allá en lo alto, encuadrado entre el verde que forma declive, de una capilla, que será siempre –aun cuando sea la última– a piedra primera, en torno de la cual prenderán las otras.

“Así es; el torreón de la iglesia llama a lo lejos. Al doblar el recodo del camino, aparece en primer término ante nuestra retina, después nace el pueblo.

(…)

Así describía Areguá, allá por 1939, el escritor español (nacido en Melilla, Africa), Guillermo Cabanellas (quien, prendado por el paisaje y la hospitalidad paraguaya, se quedó a vivir en el país).

Aun hoy es esa la sensación o la percepción que se experimenta al llegar a Areguá, si bien ya no lo hacemos por caminos polvorientos o por ferrocarril, sino por modernas vías pavimentadas. Pero llegar a Areguá tiene siempre la magia de un descubrimiento. Los sentidos nunca dejan de experimentar un estado de gozo, un estado de placidez que inspira el lugar.


Una añeja comarca
La historia de Areguá es tan antigua como la historia paraguaya. En el siglo XVI, fue lugar de descanso de doña Mencía y las mujeres que le acompañaban, quienes resolvieron, al saber que estaba cerca del Paragua-y, elegir ese paradisíaco paraje a orillas de la laguna Tapaycuá, con el propósito de prepararse para su entrada en la ciudad de Asunción, que en realidad, en aquellos días, no pasaba de ser un humilde y abigarrado villorrio.
A orillas de ese espejo de agua, vivían familias aborígenes; pero al tomar posesión de estas tierras, los conquistadores españoles les arrebataron sus tierras y se adjudicaron entre ellos. Por méritos de conquista, las tierras de Areguá –que según las leyendas de los carió guaraní es el lugar donde se creó el mundo, de ahí su nombre– fueron otorgadas por merced real al conquistador Juan de la Torre, el 5 de junio de 1576. Este, con su esposa Ana de Estrada, fue el primer poblador español de la comarca. Su posesión arrancaba de las orillas lamidas por el lago hasta el punto donde hoy se encuentra la elegante iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria. De Este a Oeste, según la historiadora Margarita Durán Estragó, abarcaba una extensa franja que arrancaba frente al cerro Yvytypané (cerro Patiño), hasta el arroyo de las Salinas (Yuquyry).


Primeros pobladores
Parte de estas tierras, también fueron otorgadas a Tomás Hernández –llegado con Alvar Núñez Cabeza de Vaca–, casado con Juana Verón; una de las hijas de este matrimonio, Magdalena Hernández Verón, heredó las tierras que, luego, donó a su sobrina Isabel Verón, quien, a su vez, las cedió gratuitamente a miembros de la congregación religiosa de La Merced.

Antiguos y pioneros pobladores de terrenos cercanos a lo que en la actualidad constituye a ciudad de Areguá (capital departamental de Central) fueron, entre otros, Juan Encina de Mendoza, Sebastián de León, Gabriel de Macías, Lorenzo Ortega y algunos hijos del gobernador Martínez de Irala.


De solar conventual
a pueblo
Con el paso de los años, la congregación mercedaria fue ocupando los terrenos, aumentó su posesión sobre ellos y no escasearon los pleitos con los vecinos, que iban en aumento y constituyeron en su momento la base de la población civil aregüeña. Por otra parte, vestigios de la terratenencia de los mercedarios quedó en la toponimia local, como el caso del paraje conocido como Estanzuela.

Cuando se suprimieron las órdenes religiosas, por disposición del dictador Francia, las posesiones de los mercedaros pasaron a ser ocupadas por la población criolla y, de esa manera, fue formándose el pueblo, que fue elevado a categoría de distrito el 13 de noviembre de 1862, hace 145 años.


Protagonista de
la historia
En sus casi cinco siglos de existencia, Areguá se convirtió en algo más que un punto de la geografía paraguaya. Sus habitantes fueron protagonistas de esa larga historia. Es recordado el papel de las aregüeñas en la guerra que nuestro país sostuvo contra la Tríplice aliada entre 1864 y 1870.


Lugar de veraneo
y trabajo
Con el transcurso del tiempo, Areguá se convirtió en ciudad balnearia. Las más copetudas familias construyeron sus elegantes mansiones de veraneo. De ellas quedan numerosos testimonios; algunas, perfectamente conservadas; otras, acertadamente restauradas; muchas, muy venidas a menos; otras, en ruinas, protestando su ingrato destino. Aun hoy –aunque muy descuidados– los arroyos surcan la ciudad.

La población, sin dudas, es muy laboriosa. Testimonio de ello es la artesanía local. Manos diestras moldean el barro, atávica actividad artesanal económica de los aregüeños, que cada fin de año está presente en los pesebres paraguayos. Así también, cada primavera, endulzan la vida de los compatriotas, la agridulce delicia de sus frutillas y derivados, que hacendosas familias tienen como principal recurso económico y actividad laboral.

Areguá tiene sus personajes. En su camposanto están los restos de Chico Diabo, el mulato que participó del asesinato del mariscal Francisco Solano López, a orillas del Aquidabaniguí, al final de la Diagonal de Sangre, el 1 de marzo de 1870.


La elegante torre de la iglesia aregüeña emerge enhiesta de entre el exuberante follaje. La tierra aregüeña, hecha barro vital, da a los pobladores los recursos para una vida digna y honesta. El duro corazón pétreo de los cerros Koi y Chororí emergen en geométrica disposición.


Personajes de Areguá
Además de los personajes de ficción como la chismosa Angela o su hermana Clara o el frustrado Ramón, por las calles de Areguá pasearon sus siluetas ilustres personalidades como Teodosio González, Cecilio Báez, Guillermo Cabanellas, Benigno Casaccia Bibolini, Carlos Pusineri Scala, Juan Bautista Rivarola Matto, Carlos Abente, los Palmerola, que construyeron un elegante palacete, entre otras.

Hoy, recorriendo sus bucólicas y verdes calles, podemos encontrarnos con artistas y literatos, como Milda Rivarola, Carlos Colombino, Lucy Spinzi, los hermanos Guggiari o Luis Cogliolo, por citar solo a algunos.

No sólo el casco urbano es digno de una visita dominguera. Areguá tiene lugares encantadores. Un descansado paseo permite disfrutar de su floresta exuberante, casi virgen, como el que rodea la residencia del artista plástico Carlos Colombino, en los suburbios aregüeños. También sus recursos naturales son una muestra de lo que el lugar ofrece al visitante, el cerro Koi -y su vecino el Chororí-, permiten divisar el extenso paisaje, presidido por la torre de la iglesia parroquial. Y, ¿a que no saben qué pueden ver en un día claro como estos de noviembre? ¡Nada menos que la ciudad de Asunción, con su silueta de rascacielos recortados en lontananza! Sí. Aunque usted no lo crea.

Los coches del servicio de transporte público publicitan uno de los recursos económicos de la ciudad convertida en capital departamental (abajo, la Gobernación). El follaje que inunda la ciudad brinda sombra a los aregüeños, orgullosos de su patrimonio edilicio, como el “Castillo Palmerola”.


“Aquello es Areguá. Paisajes de pintores, a los que les falta la paleta para diseñar el cuadro, porque no hay en la gama de colores otros idénticos al verde que decora; rincones de rimas sin poetas, porque éstos han quedado inundados por la luz brillante de un cielo pleno de contrastes. No, no hacen falta pintores ni poetas para describir aquellos horizontes; lo único preciso es sentirlos, vibrar con ellos en los días llenos de fuego o en aquellos atardeceres plenos de bruma (…)”.


Efemérides aregüeñas

El 5 de junio de 1576, por merced real otorgada a Juan de la Torre, se origina la ciudad de Areguá.

El 13 de noviembre de 1862, el pueblo de Areguá es elevado a distrito.

El 25 de diciembre de 1862 se inaugura el ferrocarril a Areguá.

El 5 de marzo de 1864 se habilita la vía férrea que abarca en su recorrido Luque, Areguá y Patiño-cué.

El 22 de mayo de 1869 durante la Guerra de la Triple Alianza, el 2º Cuerpo de Ejército brasileño levanta su campamento de Luque y se traslada a Areguá, en donde se establece hasta el 25 de mayo, en que levanta su campamento y se traslada a Tacuaral.

El 18 de octubre de 1876 se crea la Junta Económico-Administrativa del pueblo de Areguá.

El 11 de marzo de 1891 nace J. Eulogio Estigarribia, abogado, rector, parlamentario y ministro.

El 18 de febrero de 1899 nace el empresario y escritor Jaime R. Peña. Ese mismo año, el 24 de agosto, nacía en la ciudad, Aurelio Penayo Jiménez, futuro abogado e intendente de Asunción.

El 2 de marzo de 1904 nace en Isla Valle, Areguá, el instrumentista, compositor y director de orquesta Daniel Barrios.

El 6 de febrero de 1906, nace en Cocué Guazú el guitarrista, compositor e investigador Julián Rejala.

El 6 de septiembre de 1915 nace en Isla Valle, el médico y poeta Carlos Federico Abente.

El 30 de agosto de 1970 se inaugura el palacete municipal de la ciudad de Areguá.

E 17 de marzo de 1972, luego de un festival en la ciudad, son apresados por la Policía los artistas Carlos Noguera, Mito Sequera, Pato Brítez, Carlos y Necho Pettengill, Maneco y José Antonio Galeano, Antonio Pecci y Ramón del Río, acusados de “subversión cultural”.

El 23 de junio de 1993, los cerros Koi y Chororí de Areguá son declarados monumentos nacionales.

El 28 de agosto de 1997, la Cámara de Senadores aprueba el proyecto de ley que declara patrimonio cultural de la nación el casco histórico de la ciudad de Areguá.


El paisaje bucólico y pueblerino no deja imaginar que hace 30, desde un rincón aregüeño nos comunicábamos con el resto del mundo. El conocido artista plástico Carlos Colombino es uno de los que adoptaron a Areguá y se hicieron parte del lugar.


Un aniversario

La historia de las telecomunicaciones paraguayas tiene a Areguá como uno de los puntos constituidos en hitos por diversos hechos históricos. El servicio ferroviario permitió a la ciudad ser unida al servicio telegráfico del ferrocarril.

Los adelantos comunicacionales llevaron a nuestro país a comunicarse con el resto del mundo por medio de las modernas comunicaciones vía satélite; ello ocurrió en agosto de 1970, cuando se inauguró el servicio de comunicaciones por télex vía satélite entre Asunción y Nueva York, a través de la estación terrena argentina de Balcarse.

Para nuestra independencia comunicacional, en la década de los años 70, el Gobierno construyó en un punto elevado de Areguá una estación terrena de comunicación vía satélite, inaugurada el 4 de mayo de 1978. Si bien faltan algunos meses para celebrar las tres décadas de ese importante acontecimiento, hoy 11 de noviembre se cumplen 30 años de la recepción experimental de imágenes desde España e Italia a través de la entonces flamante estación terrena. En unos días más, el 16 de noviembre, se conmemorará los 30 años de las emisiones experimentales de transmisiones vía satélite.
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