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Un día como hoy…

Hoy se cumplen 208 años del fallecimiento de un gran estudioso y a quien debemos el conocimiento de parte importante de nuestra historia y geografía colonial, además de otras disciplinas, el capitán don Juan Francisco de Aguirre.

Fue jefe de una de las partidas llegadas en las décadas finales del siglo XVIII, para la demarcación de los límites entre los imperios español y portugués.

Nació en Donamaría, Navarra, España, en 1754. Ingresó al servicio militar y fue un destacado geógrafo e historiador.

Fue destinado a dirigir una de las partidas demarcadoras de límites entre las posesiones españolas y portuguesas en Suramérica. Llegó a Asunción en 1784 y mientras esperaba al igual que Félix de Azara, infructuosamente a sus pares portugueses, se dedicó a investigar en el archivo asunceño y realizar viajes por el interior del país, recabando diversos tipos de informaciones.

En 1796 abandonó Asunción y regresó a España, donde ejerció varios cargos hasta 1809, en que se retiró de la función pública. Falleció en Cabarga, Asturias, el 17 de febrero de 1811. Los frutos de sus investigaciones se publicaron bajo el título de Diario y discurso histórico.

Hace medio siglo…

Hace poco más de tres décadas existía una veintena de cines de barrio, como el San Antonio, en Dr. Paiva y Tte. Gamarra; Quinta Avenida, en el Club Cerro Porteño; París, sobre la misma calle, pero a unas cuadras más, entre Nuestra Señora de la Asunción y Chile; Primavera, en Brasilia y Juan Ventre; Guaraní y Opera, sobre la avenida Eusebio Ayala; Universal, en Fernando de la Mora y San Juan; Las Familias, en 21.ª y 22.ª, Sajonia; Colón, en 4.ª e/ Tacuary y Parapití; Ideal, en 21.ª entre 8.ª y 9.ª, Sajonia; Apolo, en Sociedad y Elvira Báez; Canizá y Santo Domingo, en el barrio Santísima Trinidad; Naciones Unidas, en Mariscal López y Malutín; Lumington, en Dr. Montero y Tte. Rodi (B.º Hospital); Bilbao, en Choferes del Chaco y Capitán Carpinelli; Dos Estrellas, en Pettirossi y Mayor Fleitas; Brasilia, en Brasil y 15.ª, y cine Pettirossi, en Perú y Pettirossi.

En las ciudades vecinas estaban el cine Marconi, de Luque; cine Gloria, de San Lorenzo; cine Estragó, de Fernando de la Mora, y cine Rex, de Itá.

Noble palabra, venida a menos

Esa presencia negra en el continente, de cuya historia fue un principalísimo aunque ignorado protagonista, trajo a América el quilombo, un término que se originó en el Brasil en el siglo XVII.

Dicho término tendría origen en la lengua kimbundo, hablada en el Congo, pues gran parte de la presencia negra en nuestra región era originaria de esa nación africana.

Ahora, ¿qué significa quilombo? En su lugar de origen, África, habría sido el nombre del lugar donde se realizaban cultos religiosos. En el Brasil, era la choza o las chozas construidas en lo profundo de los bosques, hasta donde llegaban subrepticiamente los esclavos negros a revivir y poner en práctica sus costumbres ancestrales. Por extensión, se llamó quilombo al lugar casi inaccesible adonde se refugiaban los negros huidos de los ingenios y plantaciones esclavistas portuguesas del Brasil. Y a los refugiados allí, quilombola.

El término quilombo llegó hasta nosotros desde Río Grande do Sul –donde existen numerosos vestigios en la toponimia local (varios cursos de agua son llamados “arroyo do Quilombo”)–, de donde pasó al Uruguay y de allí al Río de la Plata, de donde lo tomamos y lo incluimos en nuestro vocabulario.

Bueno, pero ¿por qué se llama quilombo a un prostíbulo?, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?, ¿cuál fue el motivo para que tan maltraída palabra cambiara de significado?

Una explicación al fenómeno sería que cuando los negros fugados de los centros esclavistas y refugiados en lo profundo de las selvas brasileñas trataban de reconstruir en aquellos quilombos sus expresiones culturales originales, su forma de vida, sus cultos y sus expansiones lúdicas.

Llevaban allí, en los quilombos, una vida comunitaria y volvían a sus antiguas costumbres, tanto en su forma de vida como en su vestimenta, olvidando el pudor impuesto por su relación con sus amos cristianos; exhibiendo su desnudez, sin vergüenza alguna; reviviendo sus relaciones poligámicas, abandonando su cristianismo impuesto y recuperando sus antiguos cultos animistas.

Como la presencia femenina en el aluvión esclavizado en América fue significativamente inferior, también en los quilombos se reflejaba esa proporción o desproporción, por lo que las pocas mujeres que habitaban en los quilombos (¡escándalo!) se veían “obligadas” a convivir en poliandria. O sea, a compartir su sexualidad con y entre varios hombres.

Esta situación, reñida con los rigurosos conceptos de la sociedad cristiana de los amos –o antiguos amos– era motivo de verdadero escándalo y estupor entre los miembros de la sociedad colonial. La vida en esos refugios, según los pocos blancos que podrían haber incursionado hasta allí, era un verdadero... ¡quilombo!

Y aquel refugio de desgraciados huidos de la desalmada, injusta y explotadora forma de vida de los ingenios esclavistas de producción agrícola, ganadera o minera, pasó a denominar a los lugares del amor pagado. Al quilombo. A tal punto que llamar lupanar o mancebía, o ramería o alcahuetería o prostíbulo a las casas de lenocinio se convirtió en lo más parecido a una exquisitez idiomática.

Los quilombos constituyeron, en sí, los primeros focos de resistencia de los africanos al esclavismo colonial. Si bien, estos no fueron las únicas formas de resistencia colectiva al sistema de esclavismo, la rebelión y formación de quilombos fueron, sin duda, las más importantes.

Por surucua@abc.com.py

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