El proyecto, impulsado desde finales de 2023, parte de la idea de que Sarayaku no necesita una reforestación masiva, sino una restauración selectiva que recupere plantas que el cambio climático, las inundaciones y los cambios en los modos de vida han ido alejando de las chakras (espacios de cultivo) y de los espacios cercanos a las comunidades.
"Nos dimos cuenta de que muchas plantas estaban cada vez más lejos, sobre todo las medicinales y las que usamos para la construcción tradicional", explicó a EFE la coordinadora del programa, Sabine Bouchat, quien subraya que la pandemia de covid-19 evidenció la urgencia de tener esos recursos más cerca del pueblo.
La iniciativa, financiada por la organización estadounidense WECAN a través del Colectivo de Mujeres Amazónicas, con apoyo de la Fundación Jallinga, se desarrolla en el territorio de Sarayaku, que abarca unas 144.000 hectáreas en la provincia amazónica de Pastaza.
Cada dos meses, grupos rotativos de mujeres se internan en la selva para recolectar semillas, cuidar los viveros y sembrar nuevas plantas. El trabajo se combina con capacitaciones en abonos, manejo de semillas y conservación, de modo que el conocimiento se comparte y se multiplica dentro de la comunidad.
Uno de los avances más visibles es la recuperación del 'wayuri', una planta clave para los techos de las viviendas tradicionales.
Antes, sus hojas debían buscarse a varias horas de distancia. Hoy, en cambio, decenas de miles de plantas crecen ya dentro del territorio, como una inversión pensada para los hijos y los nietos.
Además, el proyecto también ha dado prioridad a la siembra de plantas frutales silvestres en caminos comunitarios y escuelas, y la recuperación de plantas medicinales que durante años fueron relegadas a zonas cada vez más profundas de la selva.
Durante 2025, el esfuerzo se concentró primero en asegurar que las plantas sembradas sobrevivieran, antes de retomar la recolección de nuevas semillas en el último trimestre del año, con la mirada puesta en ampliar la siembra en 2026.
Bouchat insiste en que se trata de un proceso de largo aliento, con una proyección de entre cuatro y seis años, porque "no se puede reparar en poco tiempo el daño acumulado durante décadas".
Más allá de las cifras, el proyecto reafirma el compromiso de Sarayaku con la protección, restauración y sostenibilidad del territorio amazónico, y el papel central de las mujeres en la defensa de la selva a través del trabajo comunitario y el conocimiento ancestral.