El país decidió reactivarse luego de aplicar una cuarentena obligatoria que empezó el 10 de marzo y se extendió hasta el 3 de mayo. El 4, el Gobierno inició el proceso de la “cuarentena inteligente”, dividiendo el concepto en fases.
La fase 2 era la más esperada para el sector comercial, que creó su propio protocolo de acción y control para poder ser incluido en tal periodo. La necesidad de reinventarse era urgente, ya que la pérdida económica estaba desangrando los bolsillos de los empresarios y de los trabajadores. El temor de perderlo todo estaba latente en todos los estamentos, sin distinción.
Desde el 25 de mayo, los grandes shoppings volvieron a abrir sus puertas. Los trabajadores regresaron a sus puestos, pero por grupos de trabajo para evitar, por supuesto, la aglomeración. “Un grupo de tres empleados en promedio viene tres veces a la semana y el otro el resto de los días laborales. Es una exigencia del centro comercial”, contó Paola Velázquez, vendedora de una tienda del Shopping Mariscal.
Los controles para ingresar a la gran plaza comercial se inician en la entrada del estacionamiento, donde te toman la temperatura en el automóvil. Posteriormente, es obligatorio el lavado de manos y el uso de tapabocas. El protocolo continúa al querer ingresar a alguna tienda. En la puerta de cada local hay un cartel donde especifican la cantidad de clientes por local y además te espera una alfombra con alcohol líquido y una mesa con elementos de higiene para la desinfección.
“Luego de que los clientes salen de la tienda, le pasamos a las ropas las planchas a vapor para desinfectar cada prenda. Es un ritual –por decirlo de alguna manera- que implementamos. Los compradores deben saber el tamaño de las prendas que van a llevar porque no están habilitados los probadores”, agregó Velázquez.
¿Qué pasa con las ropas que los clientes se llevaron a su casa pero las devolvieron y cambiaron por otras? Paola contó que esas ropas ingresan en cuarentena por 48 horas. Sí, así como leíste. La misma cuarentena que hacemos los humanos. En ese periodo, los productos son apartados y sometidos a una desinfección general, para luego ingresar a las tiendas y esperar a algún dueño.
El boom del delivery
Muchos clientes prefieren no salir de sus casas por precaución y utilizan las redes sociales para ver catálogos de los negocios que están en diferentes centros comerciales como el Mariscal. Seleccionan el producto y, minutos después, el pedido está en la puerta de sus hogares.
“Eso es lo que más están haciendo los clientes. Miran en Instagram del shopping o de las tiendas y hacen sus pedidos vía WhastApp. Otros llaman directamente a las tiendas y piden las prendas manejando el tamaño de sus pantalones, remeras o camisas. Cargamos el pedido y lo enviamos por delivery”, explicó.
Los clientes, según Paola, van adaptándose a las medidas sanitarias. A muchos no hace falta recordarles siquiera que deben desinfectarse antes de entrar a la tienda, lo cual es un alivio para los trabajadores. Esta situación de cuidado mutuo logra que los comercios se reinventen y la economía se recupere lentamente, tras un duro golpe.