Botánico, un tesoro en riesgo

El tesoro ambiental más importante de Asunción se encuentra vulnerable. Conocé la historia del Jardín Botánico y Zoológico, sitio que alberga a más de medio millar de animales y una invaluable vegetación.

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Ambientalistas y urbanistas lo consideran como el espacio verde más importante de la ciudad y pese a las leyes que protegen a este pulmón capitalino, subsiste al margen del riesgo de seguir perdiendo terreno. Unos 600 animales, que no pueden defenderse, serán los más afectados.

De entre los centenares de huéspedes con que cuenta el zoo, el más emblemático es Maia, la elefanta que tiene 52 años de vida “y esperemos que viva muchos más”, dice la directora del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción (JBZA), Maris Llorens. Luego, en la lista de favoritos del público están los feroces felinos, los tigres de bengala, pumas, leones y los jaguarete, como Charlie, que tiene 24 años.

El zoológico tiene tantas anécdotas como animales; sin embargo, las más trascendentales tratan de la rebelión de las bestias. Diego Ayala, veterinario general del JBZA, cuenta que una de las que más se recuerda es la fuga de Chiquito, Hipólito y Rayito, los tres hipopótamos.

La historia va así: los enormes animales escaparon de sus hábitats durante un operativo de traslado y corrieron libres por el zoológico, del que por fortuna no lograron salir. Los héroes de la jornada fueron sus tres cuidadores, quienes -a pesar de estar frente a especies de gran envergadura- los condujeron a sus espacios como dóciles mascotas. “Estamos hablando de animales que pesan más de una tonelada, pero les seguían a sus cuidadores. Es importante destacar el manejo y amor que le tienen a sus animales, gracias a eso el zoológico sigue funcionando”, menciona Ayala.

Una leona también les pegó una gran preocupación al ensayar un plan de fuga, aprovechando el cambio de lugar. “La íbamos a trasladar a otro hábitat, el animal atropelló el portón, pero logramos controlarlo e ingresarlo a su nuevo hábitat”, cuenta.

Por peligroso que parezca, el hábitat de los felinos cuenta con tres niveles de seguridad, de los cuales la leona solo logró burlar una. Ningún animal o humano resultó lastimado en esta historia. “Trabajar acá es muy placentero, pero hay que tener todos los sentidos despiertos”, resalta.

Los de mayor tamaño son siempre los que exigen más cuidado, dice Ayala. Los felinos son bastante peligrosos, también Maia y los hipopótamos, por su volumen, ya que pese a ello son muy veloces. “A nivel mundial, el animal que más humanos mata es el hipopótamo. Si te llega a agarrar, no contás la historia”, expresa.

Los monos carayá (karaja) también demandan mucho cuidado, no por su peligrosidad, sino por la delicadeza que se debe tener al interactuar con ellos. Ayala cuenta que sufren estrés por manipuleo prolongado, lo que puede causar un paro cardiorrespiratorio. “Son cosas que tenemos que tener en cuenta al trabajar con cada especie. Tenemos más de 600 animales de distintas especies”, sostiene Ayala.

“Yo estoy en contra del Zoológico; los animales no deben estar atados ni encerrados, pero tenemos que mirar la realidad”, expresó Maris Llorens, directora del Jardín Botánico y Zoológico de Asunción.

Sostuvo que si los animales son liberados, los van a matar porque están acostumbrados a los seres humanos. Dijo que si bien ya no se trae nuevos animales, se realiza intercambios y se recibe donaciones de personas que tienen, por ejemplo, pumas. “Les tienen cuando son bebés y luego ya no pueden cuidarles al crecer y entonces traen al Botánico”, comentó.

Maris, una directora que llegó por casualidad, como ella misma cuenta, asumió la dirección en julio del 2013, en el periodo del entonces intendente Arnaldo Samaniego (ANR). Fue luego de darse a conocer por su rescate a tigres del circo Osvaldo Terry. El jefe municipal le propuso estar al mando del Zoo y ella aceptó el desafío.

Llorens asevera que lo primero que hizo fue trabajar por los hábitats. Recordó con cariño a los chimpancés Chita y Congo, quienes fueron los primeros en tener “casas nuevas”.

También comentó que la elefante Maia era una de las que más sufrían, ya que estaba en un espacio muy pequeño. “Ni siquiera entraba en el estanque que tenía porque era muy reducido”, relata. Entonces le triplicó el espacio y le colocó una cascada.

“Los animales son la prioridad porque están encerrados; ellos no pueden salir a buscar comida ni ir al médico cuando se sienten mal”, refiere.

Considera que una de las tareas más importantes fue la recuperación de la pradera, ya que esta se utilizaba para jugar fútbol. “Tuve muchos problemas porque la gente que estaba mal acostumbrada me denunció”, sin embargo, les educó a que jueguen en las áreas deportivas que componían unas 11 hectáreas que se encuentran detrás del museo.

Recuerda que al principio se encontró con un público muy difícil. “La gente no respetaba, es muy triste; pensaba que si es un bien público puede hacer lo que quiere. Creía que se les puede tirar piedras a los animales. Tuvimos momentos muy difíciles”, indica.

Unos 300 personas trabajan en el Botánico, de las cuales 90 personas se encargan del zoo, detalla. Considera que esta cantidad es insuficiente. “Hay que tener más personal de seguridad”, asevera.

Lamenta que haya personas que violan las vallas del JBZA, rompen y cortan el hierro para entrar. “Entran drogadictos, tiran la basura, hacen fuego. Es una cosa de locos, ya no sabemos cómo hacer; son desubicados, irresponsables y no respetuosos de nada”, lamenta.

En la reserva de 120 hectáreas, donde está prohibido entrar, la gente incluso ingresa a cortar madera. En el lugar hay todo tipo de animales silvestres.

Unos G. 20.000 millones fueron presupuestados para este año al JBZA, según Oscar Orué, director Municipal de Hacienda, quien asimismo comparte con nosotros el histórico de presupuestos de los últimos años:

Año 2013: G. 9.500 millones

Año 2014: G.12.400 millones

Año 2015: G. 11.500 millones

Año 2016: G. 11.800 millones

Año 2017: G. 13.600 millones

“Duplicamos el monto de dinero para la comida de los animales y están bien cuidados”, dice en referencia a que en el 2015 sólo se gastó G. 737 millones en ello y en el 2017 más de G. 3.000 millones.

Asegura que incluso hay un mayor control de la entrada, por lo que hubo una suba en la recaudación de ella. En el 2014, 2015 y 2016 la recaudación de boletos estuvo entre G. 500 millones y G. 700 millones. En el 2017, el monto subió a G. 1.200 millones.

La dieta de los felinos es íntegramente carnívora. De acuerdo a los registros, reciben el siguiente plan alimenticio:

Lunes: Pechuga y muslo de pollo. En total se adquieren 190 kilos cada lunes.

Martes: Osobuco, 244 kilos para toda la población.

Miércoles: Garrón delantero. Reciben 194 kilos.

Jueves: Carnaza fresca, 194 kilos.

Viernes: Osobuco, la misma cantidad de los martes.

Sábado: Carnaza fresca, nuevamente.

Los domingos no comen, explica la directora del JBZA, porque debido a su condición de encierro, tienden a engordar más que estando en su hábitat natural, en el que solo comen una vez por semana.

Los rugidos rompen la calma del zoológico, indican que el hábitat de los felinos está cerca. Princesa, Loco, Mía Hermosa, Michaican, Jade, rondan dentro de sus jaulas buscando entreteminiento, pero ¿cómo saben sus nombres?

Desde el 2017, los veterinarios del Zoológico trabajan en la aplicación de microchips en los animales, mediante los cuales se los puede identificar y permiten tener una ficha detallada de los animales, que incluye sus tratamientos y dieta, explica el veterinario Diego Ayala.

A través de un lector electrónico se obtiene un código de barras que permite saber ante qué ejemplar se encuentran y con ese dato acceden a toda la información registrada.

“Los felinos en un 80% tienen los microchips; la idea es llegar al 90% de los animales. Con eso nos facilita la identificación de ellos y la ficha médica de cada uno”, dice el veterinario.

No todos los animales del zoológico contarán con los chips; quedarán exentos - explica - Maia, la elefanta, que es única en su especie, y los tres hipopótamos, que se encuentran en hábitats diferentes y por consiguiente, su identificación es sencilla. Los yacaré tampoco, ya que se encuentran la mayor parte del día sumergidos en sus estanques”.

Actualmente cuentan con esta tecnología los papagayos azules y los rojos, los monos capuchinos, las serpientes, y este año se aplicó a las cabras, tras el último trabajo en conjunto con el Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (Senacsa) por bruselosis y tuberculosis, que dio negativo en todos ellos.

Estos microchips son una donación de la empresa Solucampo y el proceso de aplicación corre con el patrocinio de la fundación de la directora del jardín zoológico.

Los conquistadores llegaron al territorio que hoy es Paraguay justo cuando varios pueblos indígenas, los Carios, Ajases- Payaguas, Yapirues y Taquiyiqui- Guaicurúes se disputaban el dominio sobre el río Paraguay, entre ellos donde ahora está el Botánico, según las crónicas que recoge el libro “El Botánico, nuestro jardín”, lanzado por la Junta Municipal de Asunción en el 2014.

Los nativos estaban asentados sobre la ribera izquierda del río Paraguay, entre los ríos Manduvirá y Tebicuary, al sur del Salado y el Ka'añave, y al este la Cordillera de los Altos/Yvytyrapy. Las relaciones entre colonizadores y nativos no fueron buenas, por lo que los españoles recurrieron a la represión para hacerse con el control de las apreciadas tierras asuncenas. En 1557, por decreto, se distribuyeron los terrenos que rodeaban a Asunción para separar a los españoles de los indígenas.

Años después se instaló en el sector, con el crecimiento de la población asuncena, una chacra modelo que funcionaba como escuela, administrada por el Banco Agrícola. El naturalista europeo, el alemán Karl Fiebrig (1879/1951), fue quien luego convirtió la finca en Jardín Botánico y Zoológico, en 1909.

A medida que se desocupaban los terrenos aledaños al jardín zoológico, se hacía una reingeniería de la zona y se arborizaba, también se abría caminos internos. En la ribera del Paraguay ocupada por una fábrica de ladrillos se fundó el puerto del Jardín, o Puerto Botánico, como se conoce hasta la actualidad.

El Parlamento aprobó en agosto de 1918 -bajo el gobierno del presidente Manuel Franco- la ley N° 303, otorgando el soporte normativo bajo la figura de Parque-Museo a la institución que ya era conocida como Jardín Botánico y Zoológico.

“Es un espacio fundamental, es un pulmón para Asunción y su área metropolitana; debería ser manejado con un criterio de conservación más adecuado a los tiempos. Es un pequeño espacio de biósfera dentro del centro urbano”, destaca Arturo Herrero, profesor de ordenamiento territorial de la Universidad Nacional de Asunción.

Afirma que el espacio del JBZA debe manejarse con un criterio de conservación del patrimonio natural y que se debería apostar por una mayor interacción con la sociedad, es decir convertirse también en un centro de aprendizaje.

El criterio de alianza público privada es muy importante para sociedades como la nuestra, sostiene el especialista, sobre todo en el manejo de espacios verdes como el Botánico, que actualmente cuenta con el apoyo de la Fundación Maris Llorens. Si bien valora el involucramiento del sector privado, resalta que es imperativo un acompañamiento más cercano del Gobierno Municipal en cuanto a presupuesto y manejo de los recursos.

 

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