Cambios en la UNA

Lo que sucede en la Universidad Nacional no es un debate y mucho menos una reforma. Es apenas una reacción de una mayoría que se siente dominada y en algunos casos tal vez violentada, no en esta circunstancia sino a través del tiempo. Esa mayoría comenzó una tarea antes y la dejó sin terminar al tumbar al rector y su claque, pero se dio cuenta que el cambio no significó nada si no intentaba una reforma.

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La UNA tuvo indudablemente sus etapas heroicas y en contrapartida sus períodos de genuflexión ante el poder político externo, además de las trincheras imbatibles en determinadas áreas. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha acentuado la naturaleza dominante de la elite académica, especialmente sobre el estudiantado y docentes no vinculados políticamente a la cúpula.

Si bien es cierto que cíclicamente hay reacciones estudiantiles en contra de la armadura montada en torno a las “autoridades” de la univesidad, ellas casi nunca pasaron de ser meramente testimoniales, aunque críticas y contestatarias. De paso debe recordarse que no es la primera vez que los estudiantes bloquean la salida del “demos superior” por decisiones contrarias al interés estudiantil.

No obstante, como lo dice el profesor Antonio Cubilla la rebelión estudiantil es un factor necesario para impulsar los cambios; lo es aquí como lo fue en otras partes, y si de vez en cuando no se produjera la “rebelión en la granja”, los dueños dominantes de este negocio echarán a perder totalmente la institución creada para el fomento de la pluralidad, la diversidad, la sabiduría y la universalidad, transformando con su actitud de dominio el ideal de una universidad democrática en una autoritaria y corrupta.

Hasta el estallido el año pasado del movimiento #UNAnotecalles, la participación universitaria era un chiste, ya que estaba sometida al humor de la claque, la cual introdujo al recinto autónomo de la universidad las prácticas politiqueras y corruptas, propias del exterior. Así vimos facultades muy parecidas a seccionales o comités partidarios, decanos similares a políticos prebendarios que en vísperas de elecciones “contribuían” con los movimientos de sus protegidos con cupos de combustibles, bebidas y comidas para disfrutar hasta el triunfo, además de disponer de rubros para leales y familiares, conceder obras y servicios a sus amistades, exactamente a como se comportan sus padrinos políticos.

En estas condiciones era difícil si nó complemente imposible que el estudiantado siga depositando su confianza en las “autoridades académicas”, dejándolas hacer lo de siempre y por el otro lado que continúe cerrando los ojos a los brotes de rebeldía de sus pares. Tenía que llegar el momento y tiene que terminar la violencia sutil ejercida desde arriba de la universidad así como terminó la violencia física de los estudiantes en contra de los miembros de la asamblea.

Y conste que cuando hablamos de autoritarismo, corrupción y dominio de la UNA de los más fuertes contra los más débiles, de ninguna manera estamos insinuando que las privadas son mejores por no registrar situaciones de rebeldía. Por lo menos en la UNA existe espacio para organizarse y protestar, aunque lo ideal sería que el demos desarrolle una vida comunitaria en un ambiente de democracia, transparencia y responsabilidad, donde los profesores enseñen con la palabra y el ejemplo y los estudiantes correspondan esa excelencia con la conducta.

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