Sin embargo, Don Evaristo, tal como se lo conocía en las favelas marginales es considerado una de las figuras de mayor peso de la Iglesia Católica latinoamericana llegando a figurar entre los “papables” que participaron en el cónclave de 1978, cuando fue elegido Juan Pablo II.
Tuvimos el privilegio de conocerlo durante la clausura de ABC Color (1984/89), lapso en que demostró su espíritu solidario apoyando, juntamente con monseñor Mario Medina y el presidente del Consejo Mundial de Iglesias, reverendo Charles Harper, la iniciativa que tuvimos varios periodistas de fundar la revista “Nuestro Tiempo” y la agencia de noticias “Par Press” para seguir trabajando en la profesión.
Monseñor Arns se hizo célebre por sus enfrentamientos con la brutal dictadura militar de los años setenta. Los escritos sobre su perfil dicen que no solamente hablaba de los valores democráticos durante la misa, sino que daba refugio a activistas en sus iglesias y a perseguidos políticos de otros países, además de dirigir una campaña nacional contra la tortura.
Como simpatizante de la Teología de la Liberación, monseñor Arns no solamente fastidiaba a la dictadura militar al hablar abiertamente de la similitud que encontraba con el socialismo y aspectos de la doctrina católilca, sino con la propia jerarquía católica, lo que le valió la intervención de su arquidiócesis dispuesta por el papa Juan Pablo II -debido a sus vínculos políticos- con el fin de dividir sus poderes.
En lo que respecta a nuestra profesión, Arns nunca tuvo problemas en desafiar a la dictadura brasileña con fuertes denuncias en favor de la libertad de prensa y en rezar con otros jerarcas religiosos para culpar al régimen por el asesinato del periodista Vladimir Herzog. Según la dictadura, el reportero se suicidó en la cárcel, pero Arns la rechazó durante la misa en presencia de soldados con tanques frente a su templo. Un premio instituido con el nombre de Herzog es entregado cada año a nivel internacional a periodistas que e destacan en la promoción y defensa de los derechos humanos, de la democracia y la ciudadanía.
Al frente de una comisión creada en su arquidiócesis documentó los casos de torturas, ayudó a gobiernos democráticos posteriores a compensar a las víctimas y sacar a la luz a los autores de la violencia del régimen. Para fastidio de sus adversarios, vivió 95 años. QEPD.