Ajedrez por Zenón Franco: Galería de Maestros (10 bis), Andor Lilienthal

Hoy hablaremos de Andor Arnoldovich Lilienthal (Moscú, Rusia, 5 de mayo de 1911 – Budapest, Hungría, 8 de mayo de 2010).

Gelfand, Kramnik, Averbakh, Vasiukov, Makarychev y Razuvaev en el 90º cumpleaños de Lilienthal (Foto centralchessclub.ru).
Gelfand, Kramnik, Averbakh, Vasiukov, Makarychev y Razuvaev en el 90º cumpleaños de Lilienthal (Foto centralchessclub.ru).Foto Gentileza

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Escribí una nota sobre él hace ya 22 años, y otra más amplia para la desaparecida revista española Jaque; nuestro homenaje a Lilienthal está basado en esa nota, que, a su vez, tomó como referencia el libro Lilienthal´s hundred best games y en testimonios y datos de varios sitios, como los artículos de Genna Sosonko en la revista New in Chess.

Lilienthal vivió 99 años, analizó ajedrez incansablemente hasta casi su último día de vida; achacaba su longevidad y su inmunidad a los resfríos a la ducha de agua fría que se daba cada mañana al despertar, también nadaba varios kilómetros al día, condujo hasta poco antes de su muerte y nunca dejó de fumar, 5 ó 6 cigarrillos diarios en su última época. Los doctores que lo atendieron dos años antes de fallecer estaban sorprendidos de encontrar a alguien de naturaleza innata tan fuerte.

La biografía de Lilienthal daría para escribir varios libros, vivió una vida muy intensa, llena de aventuras, dentro y fuera del tablero, conoció a todos los campeones del mundo del siglo XX con excepción del primero, William Steinitz y el actual, Ding Liren.

El recuerdo de Óscar Panno

Esta es la imagen de Lilienthal que dejó para un artículo en la revista Jaque un ilustre veterano, el GM argentino Óscar Panno, que no lo conoció tan profundamente como hubiera deseado: “Ya era un venerable veterano cuando lo conocí en la década de los 50. Siempre en su condición de secundante resultaba una presencia agradable y simpática, apreciado también por sus propios compatriotas. Recuerdo con mayor claridad su asistencia al Candidatura de 1956 en Ámsterdam, ya que nos alojamos en el mismo hotel y nos encontrábamos con frecuencia.

Estaba de un buen humor permanente, haciendo bromas y pequeños y graciosos comentarios, luchando airosamente contra las limitaciones del idioma, que distendían el ambiente y permitía vislumbrar un ser cálido y sensible.

Para mí resultaba venerable porque, ya retirado de la competencia, permanecían sus grandes partidas y actuaciones, y su condición de veterano quedaba atestiguada por su misma presencia, que lucía muy trabajada por el paso del tiempo, para decirlo amablemente. Por ello mi sorpresa y alegría cuando alguna década más tarde lo volví a encontrar en algún torneo.

Esta sensación de su casi inexplicable permanencia en el tiempo se fue transformando, con sucesivos y espaciados encuentros, en una, tan agradable como imaginativa, convicción de su inmortalidad.

Y me queda el auto reproche, el de no haber estudiado ruso oportunamente, para haber mejorado la comunicación y aprovechado mejor una, seguramente, muy rica experiencia”.

Primeros años

Nació en Moscú, en el seno de una familia húngara, su nombre fue Andor, también se lo ha llamado con los nombres André, y Andrey, dependiendo de su residencia.

Su madre fue cantante de ópera y su padre electricista. A Sosonko le comentó que posiblemente de su progenitor heredó el gusto por la competencia, el placer de la victoria, ya que el padre solía participar en carreras de coches, llegó a finalizar segundo en una carrera Moscú – San Petersburgo.

Su vida fue marcada por el estallido de la Primera Guerra Mundial. En 1913 fue con su madre a Budapest, a buscar a su hermano mayor, pero la familia ya no volvió a reunirse.

Su madre perdió la voz y sólo podía coser para ganarse la vida, y pasó por una niñez muy mala, con mucha pobreza, tuvo que ir a vivir a un orfanato. Es notable que su carácter no se le haya agriado tras una niñez y temprana adolescencia tan llena de momentos amargos, sino que, por el contrario, es una de las personas de la que todo el mundo habla bien, era la cordialidad personificada.

No pudo estudiar, debió encontrar una profesión para ganarse la vida. A los 15 años ya tenía un diploma de sastre, y empezó a trabajar esporádicamente en esa profesión. “Creo que era muy bueno en ello” le contó a Sosonko, era especialista en sacos (americanas).

Carrera ajedrecística

A la revista “64″ le contó que en su adolescencia hacía amigos con facilidad, sobre todo ente los jóvenes desempleados como él. Una tarde había quedado con uno para ir a ver un partido de fútbol, pero cuando llegó, vio a su amigo sentado en una mesa con unas maderas, enfrente de otra persona mayor, estaban silenciosos y concentrados.

Lilienthal le mostró las entradas y le dijo que era tiempo de ir, su amigo le hizo un gesto de alejamiento y le dijo que no molestara y esperara a que terminase la partida.

Lilienthal esperó 5 minutos, luego 10 más, y cuando su paciencia se acabó tiró las “figuritas” (“no sabía que eran piezas de ajedrez”, comentó), fuera del tablero, su amigo y el sastre se pusieron furiosos y la integridad física de nuestro homenajeado peligró, casi fue golpeado por un bastón del hombre mayor.

Días después el agresor se disculpó y se ofreció a enseñarle a jugar al ajedrez “¡No puedes ni imaginar qué maravilloso juego es!” le dijo.

Lilienthal no estaba entusiasmado, pero no se atrevió a rehusar. Tras enseñarle el movimiento de las piezas empezaron a jugar, recibió la dama y las dos torres de ventaja al principio. A pesar de la ventaja material, no podía dar mate y muchas partidas terminaban en tablas por ahogado, “estaba a punto de llorar de rabia”, confesó.

Pero al día siguiente ya empezó a ganar y la ventaja tuvo que disminuir, incluso llegó a rechazar la dama de ventaja, su maestro le llamó fanfarrón, jugaron y… ¡perdió!

Luego ya le ganó más partidas seguidas, y otra vez estuvo a punto de ser golpeado por el bastón, esta vez porque su maestro se sentía humillado, aunque por segunda vez volvió a escapar. Tenía sólo 16 años, en ese entonces no era muy tarde para aprender a jugar, tanto Chigorin como Rubinstein aprendieron a jugar a edad “tardía”.

Que no se nos pase este detalle, Lilienthal le ganaba a su maestro al día siguiente de haber aprendido a jugar; su mentor seguramente no era un jugador fuerte, igualmente es una muestra de su grandísimo talento.

Muy pronto Lilienthal quedó obsesionado por el ajedrez, jugaba infatigablemente todo el día. Su sueño era enfrentarse a jugadores profesionales, en Budapest jugaba en los cafés por dinero, al principio perdía, luego comenzó a ganar, y vivió de ello. En el interín su madre había fallecido y lo estaba pasando muy mal. En Budapest se sentía recluido, y deseaba ir a París.

Un día se aventuró, no tenía dinero, igualmente se las arregló para ir a Viena y llegó “sano y salvo”. En Viena asistió al café “Central”; allí trabó amistad con el Gran Maestro Grunfeld, “el famoso teórico”, como lo describió Lilienthal.

Uno de los clientes habituales del café le ayudó a cruzar la frontera entre Austria y Alemania, le llevó a un puente y le dijo “Alemania está al final del puente. ¡Adiós!” Lilienthal recuerda que era un húngaro llamado Geza, al que nunca más volvió a ver.

Su pasaporte sólo era válido para Austria, y él había cruzado la frontera ilegalmente, fue descubierto y puesto en prisión. “La comida era mala y los paseos escasos. Pero fui afortunado, porque mi carcelero era un ajedrecista fanático, y al día siguiente trajo un tablero. Jugaba mal, pero cada tanto le dejaba ganar alguna partida, haciéndolo increíblemente feliz. En compensación él me traía mejor comida. Pocas semanas después, en el juicio, él dio las mejores referencias posibles sobre mí. Fui liberado con la condición de que tan pronto como estuviera en Berlín fuera a la Embajada Húngara”.

Entonces, verdaderamente, dio comienzo su carrera ajedrecística, su primer gran éxito fue vencer en el torneo de Stubnanske Teplice en 1930, en Checoeslovaquia, por delante de Pirc y Flohr; fue invitado al torneo gracias a la recomendación de éste.

En 1933 se unió al equipo olímpico húngaro, jugó en Folkestone 1933 (suplente, medalla de oro en su tablero), Varsovia 1935 (segundo tablero, medalla de oro en su tablero), y Estocolmo 1939 (primer tablero), cuando ya residía en la URSS, donde Hungría salió segunda tras EE.UU.

Lilienthal habló bien de España, a la que denominó “El hogar original del ajedrez en Europa”, recordó la sesión de simultáneas que dio en Bilbao 1934 como el acontecimiento más memorable de toda su carrera. “El interés era enorme. Tuve que luchar contra 121 oponentes, pero eso no era todo, ¡aquellos recuerdos permanecieron imborrables para mí! Mi foto estaba puesta en todos los tableros, y todos los participantes recibieron tableros con mi autógrafo. Mi resultado (¡+ 107, = 13, – 1!), atravesó Europa y apareció en las páginas de los periódicos más importantes”.

Emigración a la URSS

Otro punto culminante para el desarrollo de su carrera fue su emigración a la Unión Soviética en 1935; Lilienthal obtuvo la ciudadanía soviética en 1939.

Tras su victoria sobre Capablanca en Hastings 1934/35, Lilienthal fue invitado a jugar en Moscú 1935. Como él mismo lo describiera en ese entonces, la URSS era “El Dorado del ajedrez”, tenía 24 años, y sólo pensaba en el ajedrez, “…en lo referente a política, purgas, comunismo, y todo ello, no tenía la menor idea”.

Durante ese torneo de Moscú, se le invitó a ir a ver a Lenin en el día libre, Lilienthal le preguntó a su amigo Flohr si él también estaba invitado a la recepción que ofrecía Lenin. A Flohr la pregunta le resultó muy divertida, Lilienthal comentó: “¿cómo diablos iba yo a saber que Lenin llevaba once años muerto y que íbamos a visitar su mausoleo en la Plaza Roja?”.

Vivió 40 años en la URSS. Con el tiempo fue consciente de lo que pasaba durante el régimen de Stalin; la dirigencia soviética le puso varias veces trabas para viajar al extranjero, pues en eso las autoridades tenían la última palabra.

Pero también estuvo agradecido por poder vivir en la URSS, de allí fueron sus tres esposas, allí se publicaron sus libros y allí conoció a gente maravillosa, se consideraba húngaro, y también ruso, en parte.

Consideró que tanto él como su amigo Flohr, otro ilustre emigrante, posiblemente hubieran muerto durante la segunda Gran Guerra, si hubieran vivido en Europa Occidental, por su condición de judíos; la hermana de Lilienthal murió en 1944 sólo por eso, porque en su pasaporte decía “Húngara, Judía”.

Cuando él y Flohr fueron a la URSS, la razón principal fue ajedrecística, querían enfrentarse a los mejores del mundo.

Su historial ajedrecístico es importante, pero no llegó a lo máximo, él no lo achacó a su carácter afable. “No me faltaba espíritu competitivo” le dijo a Sosonko, creía que la razón fue que coincidió su período de mayor capacitación (30 a 35 años), con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

No obstante, Smyslov tenía otra opinión: “Pensaba demasiado en los demás, y en general se sentía apenado por sus oponentes. Esta clase de carácter no te da campeonatos. Lo criticamos por esto, pero también lo envidiamos. Por el hecho de que nunca ofendió a nadie, ni en el ajedrez ni en la vida”.

Botvinnik sabía que Lilienthal había sido secundante de Smyslov, no obstante, no le guardaba resentimiento, y se deshizo en elogios sobre su carácter: “Andryuska es la única persona que jamás se regocijaba si perdías, y tampoco te adulaba si ganabas. Y era incapaz de guardar rencor. Nunca conocí a otro ajedrecista de esa clase”.

El triunfo más relevante de Lilienthal

El punto culminante de su carrera es la victoria en el 12º Campeonato Soviético de 1940, empatado con Igor Bondarevsky, delante de Botvinnik, Boleslavsky, Keres, Smyslov, Kotov, etc.

Tuvo que vencer en la última ronda a Bondarevsky, y es esta partida la que Lilienthal considera como la mejor de su carrera, no la victoria sobre Capablanca, “después de todo, él cometió un error obvio”, que queda relegada al tercer lugar, en segundo puesto sitúa a uno de sus dos triunfos sobre Botvinnik.

Disputó 12 finales de campeonatos soviéticos, y en el Interzonal de 1948 de Satsjobaden se clasificó para el Torneo de Candidatos de 1950, en Budapest, lo que implicaba estar entre los 10 mejores ajedrecistas del momento.

Lilienthal derrotó a cinco campeones del mundo, Lasker, Capablanca, Euwe, Botvinnik, y Smyslov, él añade algo forzadamente a Alekhine, es cierto, pero fue en blitz, además venció a los mejores jugadores de los años en que jugó, como Bronstein, Keres, Taimanov, Najdorf, etc.

Desde 1951 hasta 1960 fue entrenador de Tigran Petrosian, también fue un buen amigo de Vassily Smyslov, fallecido poco antes que él, y fue su segundo en los matches por el título mundial ante Botvinnik.

En 1977 volvió a vivir en Hungría, y de allí en adelante tuvo dos residencias, una en Budapest y la otra en Moscú.

Lilienthal era el último con vida de los primeros grandes maestros que recibieron el título otorgado por la FIDE en 1950.

Veamos la partida que Lilienthal considera como la mejor de su vida.

GM Zenón Franco Ocampos

Ponteareas, 8 de mayo de 2024

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