Nadal, última parada en Madrid

Santiago AparicioMadrid, 24 abr (EFE).- Distanciado del sosiego y la templanza habitual, con la mirada caída y el semblante de resignación, Rafael Nadal hacía pública su realidad, la de la cuenta atrás en su carrera y el desvío hacia un lado, al margen del relumbrón de las pistas y lejos de la condición de protagonista en la competición.

https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/abccolor/A5DQC3KIFFBS5EZVY4IFROKFVY.jpg

Cargando...

Nunca con tanta claridad había expresado hasta ahora Nadal el final de algo. "Es mi último año en Madrid", dijo. Lo que se preveía como una comparecencia al uso, el día antes de su puesta en escena, por vigésima ocasión, en la Caja Mágica, como un cumplimiento de una rutina, de un trámite en el día a día de un torneo, se transformó en una exposición solemne en la que advirtió que el final llegaba y que todo puede ocurrir.

El Nadal más decaído asomó en Madrid horas antes de echar a andar en la arcilla de la Caja Mágica ante el joven estadounidense Darwin Blanch, de dieciséis años. No dio relevancia al duelo el ganador de veintidós Grand Slam que ensombreció con dudas el panorama de los próximos meses. Ni siquiera aseguró Roland Garros. "No se acaba el mundo en Roland Garros" aunque sí mostró cierto anhelo por la llegada de los Juegos Olímpicos. "Hay varios formatos para competir".

Dio la sensación de que el espíritu, la motivación y la fe que siempre le empujó en la pista, que convirtió en posible lo inimaginable, ha empezado a tener fecha de caducidad. "Ha pasado tantas veces que he tenido lesiones importantes y he vuelto que la gente mantiene la esperanza de que todo se solucione y siga todo hacia adelante. Yo siempre he sido una persona positiva pero llega un momento que es lo que hay".

Después de un año casi en blanco y el intento de retorno a principios del 2024, en Brisbane que terminó con una lesión más, en la cadera y otro tiempo de recuperación, no parece que Rafael Nadal, a pesar del tiempo que lleva en busca de una nueva puesta a punto, encuentre el tono competitivo a su gusto. Incómodo a la hora de sacar y con el exhibición en marzo junto a Carlos Alcaraz, apenas ha habido noticias del tenista de Manacor.

La llegada de la temporada de tierra y su presencia en Barcelona supuso aire fresco para el aficionado. Para el seguidor que se resiste a pensar en la extinción del mejor deportista español de todos los tiempos. Fue un paso efímero el del Conde de Godó. Con dos partidos que el seguidor contempló, al margen de cualquier exigencia, como parte de un proceso ante una posible recuperación.

Tantas veces ha vuelto que esta podía ser una más. Madrid podía ser un escalón más en su puesta a punto, en su retorno. La antesala de París, en el Grand slam y en la cita olímpica. Nada que ver con su realidad.

"Voy a París si me siento lo suficientemente capacitado para competir. Si hoy fuera París, no saldría a la pista. Esta es la realidad y por eso quiero intentar salir a jugar a París y sentirme lo suficientemente capacitado para competir bien. Voy a hacer lo posible para ganarme las oportunidades de intentar que esto suceda, y si no sucede me quedará la satisfacción personal y el agradecimiento por haberlo intentado a toda la gente que me ayuda y me ha ayudado día a día. Veremos qué pasa, pero el mundo no se acaba si no juego en Roland Garros. Tengo los Juegos Olímpicos también por delante”.

Fue en octubre del 2003 cuando Rafael Nadal se estrenó en el entonces Masters Series de Madrid. Entonces en otoño, en octubre, en pista rápida, en la Casa de Campo, en recinto cubierto. Perdió en primera ronda con Alex Corretja. Ya no volvió hasta el año siguiente.

Ahora, veintiún años después, afronta la que ya ha catalogado como su última visita a Madrid, con 37. Se puede ver reflejado el balear con su primer adversario en el torneo. Un joven estadounidense, de 16, Darwin Blanch, con solo un partido en el circuito ATP, un recién llegado al tenis profesional.

Mucho ha cambiado el torneo madrileño desde la puesta en escena de Nadal. El balear ha formado parte de su mudanza. Del cemento a la arcilla. De la época. De otoño a primavera. Cinco trofeos alumbran su pasaje por durante dos décadas. Nadie ha ganado más que el balear en Madrid. Nadie ha jugado tanto.

"Voy a salir, jugar, divertirme, jugar en un lugar donde el cariño recibido es inigualable y después, si quieren hacer algo lo harán. No tienen que demostrarme nada, me han demostrado suficiente durante toda mi carrera. No espero nada especial. Me han dado todo y sé lo que me van a dar. Me he sentido muy querido. Aquí he jugado Copa Davis y unas veinte veces el torneo. Empecé jugando en la pista cubierta, gané la final esa (ante el croata Ivan Ljubicic) remontando dos sets que sin el público nunca hubiera ganado ese partido".

De Blanch hay pocas noticias a nivel profesional. Zurdo, de 1,90 de estatura y que llegó a ser semifinalista júnior en Roland Garros y Wimbledon. Solo cuenta con un partido en el circuito ATP como experiencia. Hace unas semanas en el Masters 1000 de Miami. No superó la primera ronda. Perdió ante el checo Tomas Machac.

"Es una diferencia de edad muy grande, espero un jugador joven con mucho potencial, yo espero salir ahí y hacer lo que tengo que hacer que es lo primero disfrutar, intentar hacerlo de la mejor manera posible, veremos cómo estoy, es un poco incógnita. Espero estar lo suficientemente competitivo". EFE.

apa/jl

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...