Lamentable primer semestre

Cuando terminaba el duro 2020 se pensaba que lo peor había quedado atrás y que a partir de allí comenzaba un paulatino proceso de control de la pandemia, normalización social y recuperación económica. Se ha ido el primer semestre de 2021 y la realidad es muy diferente a la que se esperaba, mucho peor que antes en varios aspectos fundamentales, especialmente en términos del número catastrófico de fallecimientos asociados al covid-19. Se pueden esgrimir diversas razones y excusas, pero todo el país sabe que el principal motivo es el indefendible retraso en el programa de vacunación, algo de directa responsabilidad del Gobierno de Mario Abdo Benítez. Se suponía que a esta altura del año un importante porcentaje de la población ya estaría vacunada, lo cual no solo habría permitido liberar fuerzas productivas y ayudado a restablecer el consumo para apuntalar la reactivación económica, sino, sobre todo y más importante, habría reducido el número de contagios y muertes. Pero la realidad es diferente.

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Cuando terminaba el duro 2020 se pensaba que lo peor había quedado atrás y que a partir de allí comenzaba un paulatino proceso de control de la pandemia, normalización social y recuperación económica. Se ha ido el primer semestre de 2021 y la realidad es muy diferente a la que se esperaba, mucho peor que antes en varios aspectos fundamentales, especialmente en términos del número catastrófico de fallecimientos asociados al covid. Se pueden esgrimir diversas razones y excusas, pero todo el país sabe que el principal motivo es el indefendible retraso en el programa de vacunación, algo de directa responsabilidad del Gobierno de Mario Abdo Benítez.

Se suponía que a esta altura del año un importante porcentaje de la población ya estaría vacunada, lo cual no solo habría permitido liberar fuerzas productivas y ayudado a restablecer el consumo para apuntalar la reactivación económica, sino, sobre todo y más importante, habría reducido el número de contagios y muertes. Pero lo cierto es que, en seis meses, más allá de cualquier propaganda, apenas se ha inmunizado al 7,4% de los habitantes, unas 526.000 personas, con el agravante de que el 75% de ellas solo ha recibido la primera dosis.

Las autoridades nacionales y sanitarias permanentemente lo atribuyen a la escasez global de vacunas, pero ese argumento hace tiempo ha dejado de ser válido. Prueba de ello es que todos los países de la región han podido avanzar mucho más en sus objetivos de inmunización, mientras Paraguay desde el principio y hasta hoy ha mantenido el triste sitial de ser el país que proporcionalmente menos ha vacunado en toda Sudamérica después de Venezuela.

En términos absolutos resulta todavía más lamentable, porque Paraguay es el país sudamericano menos poblado después de Uruguay y las Guayanas, lo que invalida aún más el argumento de la escasez. Nuestra vecina Bolivia, por ejemplo, vacunó al 16% de su población de 11,5 millones de habitantes, lo que equivale a cerca de 2 millones de personas. Ecuador, por mencionar otro ejemplo de la parte baja de la lista, ya vacunó a 3 millones. Ni hablar de casos cercanos más exitosos. Brasil inoculó a 76 millones; Argentina, con todos sus problemas, a 17 millones; Chile a 13 millones, y Uruguay a más de 2 millones.

Es posible que el ritmo de inmunización mejore en el segundo semestre, pero el daño ya está hecho y las consecuencias son terribles. Ya son más de 13.000 los fallecidos –número altísimo en un país con alrededor de 30.000 defunciones al año– y desde mayo Paraguay ocupa el trágico primer lugar ¡en el mundo! de muertes por covid por millón de habitantes.

Desde el Ministerio de Salud Pública se ha buscado minimizar esto último como una mera circunstancia estadística relativa que no refleja todo el contexto, sino simplemente el hecho coyuntural de que Paraguay está siendo golpeado por una segunda ola en invierno, mientras en gran parte del mundo la pandemia está retrocediendo, sobre todo en el verano del hemisferio norte. Falso. Con 18,31 muertes por millón de habitantes, el ratio paraguayo actualmente más que duplica la media sudamericana (7,73) y es también más del doble de las de Europa y América del Norte en su peor momento, con los picos de fallecimientos que sufrieron en enero (7,46 y 8,48 muertes por millón, respectivamente).

También son serias las consecuencias económicas. Si bien las proyecciones de crecimiento se mantienen en 3,5% este año, ello se debe principalmente a que se parte de una base muy baja debido a la recesión de 2020 y al esfuerzo y los buenos precios internacionales en el sector agropecuario, que es el que ha logrado estabilizar la economía paraguaya en general. En particular, sin embargo, hay segmentos enteros con nula o casi nula recuperación, sobre todo en las áreas de comercio, gastronomía, hotelería, entretenimiento y otros servicios, que son intensivas en mano de obra, ya sea con empleos o por cuenta propia, formales e informales, y de las que dependen directamente cientos de miles de familias paraguayas.

En cuanto a la situación macroeconómica, aunque las recaudaciones han mejorado debido a que se han terminado las moratorias y las devoluciones del IVA a las exportaciones, a la par han crecido las presiones. Todavía no se sabe cómo se va a cubrir el costo de la política de “gasto cero” en Salud y ya se avizoran otras demandas para la segunda parte del año al margen del Presupuesto en un año electoral, como el ajuste del 16% que se preparan para reclamar los docentes en octubre, entre otros, lo que pone en peligro la sostenibilidad fiscal, ya de por sí al límite.

Podrán anteponer todos los pretextos que quieran, pero los números claramente indican que la verdadera causa de que estemos como estamos es la pésima gestión, y probablemente también la corruptela interna y los infaltables buitres del entorno, de un Gobierno inoperante que ha tenido todos los recursos a su disposición y no ha sido capaz de dar respuestas a la ciudadanía.

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