¿A quiénes entierran? A nadie. Sus ocupantes, vivos, lanzan un desafío a la muerte, en una de las tradiciones más insólitas en España.
Otra población en Galicia organiza, en septiembre, una procesión de ataúdes, pero vacíos, sin portar a aquellos que burlaron a la muerte.
Cinco penitentes de esta población de 4.000 habitantes en Galicia, noroeste de España, son transportados en ataúdes para agradecer a Santa Marta el haber salvado a un ser querido, o para pedirle que lo haga.
La sexta penitente, María Rodríguez, pasó tres cuartos de hora acostada en un ataúd para agradecer a la santa haber salvado a su perro con cáncer.
“Fue una cosa espontánea” el haberse unido a la celebración, explica la jubilada de 69 años, que descubrió esta tradición en los medios.
“Eso no te lo piensas, eso te sale del alma y del corazón cuando quieres a alguien”, explica la señora, residente en otra ciudad.
¿De dónde viene esta tradición? Nadie lo sabe.
Según la versión que aparece en una publicación local, la procesión de los ataúdes podría remontarse a las Cruzadas medievales.
Los nobles que fueron al combate habrían descubierto en La Provenza francesa el culto a Santa Marta, que según la tradición cristiana vio resucitar a su hermano Lázaro tras pedirlo a Jesús.
A su regreso a Galicia, los guerreros sobrevivientes habrían agradecido a la santa el haberles salvado la vida, con ese gesto tan insólito, ocupando temporalmente sus propios ataúdes aun estando vivos.