Esta movilización se inició el 9 de junio cuando un millón de personas tomó las calles de la ciudad para denunciar un proyecto –ya enterrado– de autorizaba extradiciones a China.
Una norma que temían los hongkoneses que sería usada por el régimen totalitario de Pekín para encarcelar en las cárceles comunistas a quienes se opusieran a esa dictadura en la autónoma región.
La movilización amplió de entrada sus reivindicaciones para exigir reformas democráticas y denunciar las crecientes injerencias del régimen de Pekín en este territorio, basado en el principio de “un país, dos sistemas”, luchando por garantizar las libertades hongkonesas.
Las fuerzas de seguridad han replicado sin miramientos ante los manifestantes que, con el tiempo también incrementaron sus respuestas para luchar por su libertad.
Cambio de vida
Raymond Yeung, profesor de una escuela, se sumo rápidamente a la movilización. Estuvo presente el 12 de junio en los alrededores del Consejo Legislativo (Legco), el parlamento hongkonés.
Las fuerzas del orden reprimieron duramente la manifestación.
Aún hoy, Raymond Yeung no sabe qué tipo de proyectil le golpeó el rostro ese día, pero una cosa es cierta: sus ojos fueron impactados por las pulverizadas lentes de sus gafas y la visión de su ojo derecho quedó reducida a un 30%.
Detenido por participación en disturbios, fue liberado posteriormente.
Hoy, no lamenta nada.
“No pasa un solo día en que no me pregunte cómo puedo contribuir aún más a la causa” dice. “El dinero y los placeres materiales son importantes, pero ya no tanto como antes”.
Ryan, un estudiante de 19 años, que antes pasaba gran parte de su tiempo dedicado a los videojuegos, opina lo mismo.
Forma parte de los 6.000 manifestantes que han sido detenidos en este semestre de movilización, y ha tenido que pagar una multa de 5.000 dólares hongkoneses (570 euros, 640 dólares estadounidenses) por haber dañado un contenedor de basura.
Para muchos, la vida ya no volverá a ser la misma.