Los colores alegran la vida

Laura Fretes (47) es profesora de pintura. Formó a cientos de alumnos y vende con éxito toda su producción. Trabaja en la tranquilidad de su hogar. No se considera aún pequeña empresaria, pero sí una mujer que gracias al pincel no solo se mantiene económicamente, sino ha superado durísimas pruebas de vida.

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Laura pinta desde la época de colegio, hacía todo tipo de letras, hasta que una amiga le ofreció enseñar. Aceptó y la pintura dejó de ser un hobby para perfilarse como trabajo, aunque seguía siendo vendedora en el shopping. Un día la tomaron en un lugar donde le permitieron experimentar con los materiales, “yo sabía pintar, pero no conocía los productos”, se sincera. Su atención y habilidad dieron como resultado una invitación a San Pablo, precisamente a la fábrica Acrilex. Ahí se abrió para ella una fuente de conocimientos fascinantes de colores y texturas. Volvió con título de profesora de Artes y Manualidades. Con los años, no dejó de viajar al mismo lugar para perfeccionarse. Hoy puede pintar sobre cualquier superficie: cuero, madera, tela, vidrio, yeso, papel, entre otros. “El secreto está en aplicar la pintura correcta, y claro, se suma la experiencia y la capacidad de inventar colores”. Laura juega y se arriesga a una explosión de tonos y brillos, dice que mucha gente teme a lo colorido, pero cuando ve los resultados queda encantada, “no hay edad para el color, cautiva a niños, jóvenes y adultos”. Laboralmente, la pintora ha arrancado desde hace 2 años de manera independiente: “Ya no trabajo para otros, disfruto administrando mi tiempo”. La mayoría de sus obras las hace sobre pedido. “No me reconozco como creativa, mi fuerte está en la producción, soy muy rápida, pinto varias cosas a la vez sin perder el puntillismo”. No miente, si algo resalta en su trabajo es la prolijidad, la terminación. ¿Por qué pintás rostros de mujeres? “Es una línea que se pide mucho, está de moda”. Sus mujeres de ojos grandes y dulces, soñadores o enigmáticos son muy decorativas y transmiten cabalmente el poder femenino del encanto y la belleza. La artista aclara que también pinta otros motivos. Su destreza copiando imágenes no le resta autoestima profesional, más bien la convierte en restauradora, “quiero recuperar este cuadro, me dicen, y muchas veces mejoro el original”, matiza sin presunción.

Sus obras se conocen de boca en boca, ayudada por sus alumnas, que la admiran. Las redes sociales son el grato espacio obligado, “no sé qué sería de los independientes sin las redes. Publico cuando tengo varios trabajos terminados”. Respecto a los precios, se adapta a la situación económica sin desvalorizar su trabajo, paralelamente se muestra crítica con aquellos que lucran con el arte, “hay obras por las que piden millones y no valen ese precio, esto no debería ocurrir, mucho menos con el talento que existe en Paraguay”. ¿Te sentís artista plena y segura? “Hoy sí, no tiemblo por nada, y me fortalece sobre todo ser apreciada por la gente”.

“Hoy no lloraste, mamá”

Como todos, Laura tiene su historia familiar, con felicidad desbordante como el nacimiento de su único hijo (Matías, 20 años) y momentos dolorosos como la partida de sus padres. Laura es mamá soltera y lo cuenta con naturalidad: “Estaba de novia hacía años, me embaracé sin planificarlo. Mi novio –quien siempre cumplió con la manutención– me dijo que no estaba preparado para ser padre, pero yo sí me sentía lista para ser mamá. Vivía con mis padres, así que con temor les di la noticia. Mi mamá se puso feliz y mi papá, creí que me iba a echar, lo aceptó con alegría y se entusiasmó con tener un bebé en la casa”. Pintar fue no solo el oficio mediante el cual Laura proveyó más dinero en tiempos difíciles (yendo y viniendo, compartiendo el cuidado de sus padres enfermos con su hijo primero, una enfermera después): “Mi mamá amaba su casa, cuando ella murió me dediqué a decorar cada rincón para así calmar mi tristeza”. El color y la luz de sus pinturas revelan, sin dudas, un renacimiento. “Hoy es el aniversario de la muerte de mi madre, mi hijo me dijo: ‘mamá, primera vez que no lloraste’. Amanecí contenta porque iba a venir acá, traer mis pinturas, conversar”. Laura resalta que pide la inspiración y la fuerza cada mañana; antes de trabajar ora a Dios para que cuide sus manos y bendiga lo que de ellas nazca. Como mujer se define sociable, amiguera y familiera, una luchadora, “todavía no soy emprendedora porque no tengo empresa ni empleados, sencillamente me gano el pan de cada día”. ¿Rechazás muchos pedidos? “No, hasta el más pequeño siempre cumplí. No me cuesta, cómo explicarte, yo pinto hasta con los ojos cerrados”.

lperalta@abc.com.py

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