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Estigarribia se opuso tenazmente a los altos mandos militares. No hay que entregarse sino que atacar a los enemigos antes de que acumulen más tropas. Así hizo primar su propósito y consiguió movilizar a la gente e iniciar el ataque a los bolivianos en la primera parte de la guerra, precisa.
Según el Cap. Silva la batalla de Boquerón rompió la punta de lanza del ejército boliviano. Ellos habían tomado el fortín y estaban esperando refuerzo de tropas con la intención de llegar hasta Asunción.
Fernando Silva recuerda que cuando se inició la batalla de 20 días, su regimiento Primero de la Caballería Valois Rivarola entró por Pinasco hasta la Isla Poi. Llegaron hasta el lugar 2 días antes de empezar la batalla. Luego marcharon las tropas en dos columnas. Una recta de Isla Poi Boquerón y otra Isla Poi Pozo Valencia. Nuestro regimiento cubrió la retaguardia de esas columnas. Quedamos en un lugar llamado Laguna Capitán. Y cuando se inició la Batalla de Boquerón los bolivianos ya habían tomado el Fortín Toledo que estaba a 32 km de las Colonias Mennonitas. Entonces su regimiento recibe la orden de ir a organizar las defensa de las colonias. Tal es así que Fortín Toledo recuperaron el 28 de setiembre y Boquerón al día siguiente.
Cuando se fue a la guerra Fernando Silva era estudiante de Medicina y como había más necesidad de oficiales combatientes y no de sanidad fue enviado en la línea como combatiente.
La guerra fue una lucha no solo contra los bolivianos sino también contra la naturaleza hostil, recuerda a la vez de precisar que cuatro de sus hermanos se alistaron en la guerra de tres años.
Al finalizar la contienda se casó y se dedicó a la ganadería, vivió 30 años en el Chaco. Es padre de 5 hijos, tiene 17 nietos y 13 bisnietos. Actualmente vive en Asunción. El despacho del Cap. Silva está decorado de numerosas fotografías de la época de guerra y las numerosas condecoraciones de varios gobiernos nacionales. Entre las distinciones destacadas se encuentran el reconocimiento de Gran maestro de la Orden de Simón Bolívar en grado de comendador, que le fue otorgada por el Gobierno boliviano.
UN SIGLO DE VIDA
Nos recibió en su residencia de Lázaro de Rivera, Sajonia, para comentarnos que tuvo una vida muy feliz a pesar de no haber tenido hijo. Afirma que a su marido Pablo Heinz Kulka, austriaco fallecido hace algunos años, le unió una linda relación. Tanto que casi todas las noches tenía una nutrida agenda social.
Es oriunda de Villarrica de donde vino a Asunción cuando solo tenía 3 años. Fue enfermera cuando se inició la Guerra contra Bolivia en 1932 en el hospital de Villa Hayes.
Recorté muchas vendas para curar a los contingentes de heridos, resalta.
Recordó que tuvo cinco ahijados en el campo de Batalla a quien enviaba cigarrillos y dulces.
Hoy en la casa de su sobrino, Dr. Nelson Ayala Cos- cian habrá un encuentro familiar para festejar el siglo de vida de Doña Kulka.
La centenaria mujer está lúcida, se maneja muy bien, le interesan las noticias de Yugoslavia de donde proviene su padre, quien llegó al Paraguay después de la guerra de 1870.