Nación y educación

Actualmente nuestro sistema educativo no tiene definida su filosofía de la educación. La tuvo y se publicó cuando empezamos la Reforma Educativa. Y lamentablemente los que debieron aplicarla no lo hicieron en la mayoría de sus propuestas. Cuando se inició la reforma de la Educación Media, el Consejo Nacional de Educación y Cultura (CONEC) elaboró y publicó también la filosofía que debía orientarla. Tal filosofía no fue tenida en cuenta y el CONEC estuvo en desacuerdo con el plan de reforma que hicieron las personas responsables del nivel medio, como consta en el informe que el CONEC publicó en el momento, cumpliendo con el mandato que la Ley General de Educación (1264/98) impone al CONEC.

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La filosofía de la educación es una de las bases fundamentales de todo sistema y de todo proceso educativo. Sin filosofía de la educación definida los responsables de la educación no tienen respuesta convincente para decir qué es en este sistema la educación, por qué se hace lo que se hace, para qué y cuál es el cómo teórico que fundamenta el cómo operativo. Es decir, los educadores hacen lo que pueden sin tener parámetros definidos consensuados. Y así estamos ahora tanto en la educación escolar como en la educación superior, más todavía en las universidades parapetadas en su ambigua autonomía.

Nuestro sistema educativo actualmente tampoco tiene definida su antropología; no nos dice qué tipo de varón y mujer pretende formar. Definir la antropología pedagógica es un desafío mucho más difícil de afrontar ahora que hace treinta años, porque las presiones del transhumanismo, de la ideología de género y del pluriculturalismo omnipresente son muy fuertes y prácticamente ineludibles.

Tampoco tiene definida su sociología de la educación. Observando el sistema educativo es imposible comprender cuál es el modelo de sociedad a la que apunta. En la Constitución Nacional subyace una sociología, un modelo de sociedad verdaderamente atrayente: un pueblo que vive en sociedad republicana, democrática, solidaria, abierta, participativa, con ciudadanos que gozan en libertad todos los derechos humanos, que trabajan y contribuyen al bien común y participan de él equitativamente, que se organizan como nación y crean el Estado y eligen a sus gobernantes en contexto permanente de justicia y paz, etc. Pero no estamos al día con la Constitución Nacional ni con el modelo de sociedad soñado en ella.

Uno de los grandes fines de la educación es contribuir a la creación y sostenibilidad de la nación, capacitando a todos los ciudadanos y ayudando a los niños, adolescentes y jóvenes a integrarse en ella. En el estado actual de nuestro sistema, la educación no logra este fin. ¿Cómo podría lograrlo si ni siquiera sabe qué tipo de varón y mujer hay que educar hoy? ¿Cómo llegar al sueño de sociedad subyacente en la Constitución si no tiene definida la sociología educativa? ¿Cómo definir la antropología y la sociología de la educación, si ni siquiera tiene la carta de navegación de la filosofía de la educación?

Nación es “comunidad social de personas, con una organización política común, que comparten una historia, un territorio y órganos de gobierno propios, que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades”.

En un contexto de aguda crisis de educación en todo el mundo, por la aceleración de las novedades y cambios científicos y tecnológicos, por la dinámica de las globalizaciones, por las potencialidades impresionantes de la biología, la genética, la neurología que aportan posibilidades transcendentales a los nuevos humanismos, ¿qué garantías tenemos en nuestro estancado sistema educativo para esperar que contribuya a construir nación si ni siquiera tiene definidas la filosofía, la antropología y la sociología?

No es justo que la negligencia y torpeza educativas condenen a las generaciones jóvenes a un futuro con creciente debilidad nacional, tanto más injusto cuanto que la corrupción, el narcotráfico, la ignorancia de muchos políticos han debilitado y siguen debilitando a nuestro Estado y dejando indefenso al pueblo constituido en frágil nación.

Políticos con poder o influencia y carencia de ética, para pagar favores, en vez de poner a profesionales con méritos, siguen invadiendo el ministerio, las instituciones y cargos educativos con personas incompetentes y así profundizan el subdesarrollo de la nación en el presente y para el futuro.

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