Rejas en la plaza: robadas y oxidadas

Escuchaba hace unos días que el intendente de Asunción hablaba muy seguro en una entrevista televisiva sobre casi el deber de enrejar la Plaza de Armas, en pleno centro capitalino y principal lugar donde llegan grupos masivos a manifestarse por insatisfacción social, política o económica, incluyendo las ocupaciones de los damnificados, a los cuales la misma municipalidad concedió permiso y ahora pretende acabar con un rejazo.

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El ciudadano común, de buenas a primeras, aprueba enrejar plazas para que ya no se ocupen (por gente del bañado e indígenas). Quiero creer que son reacciones por la rabia de las consecuencias: la mugre, el hacinamiento, la inseguridad, y no por razonar de manera limitada y egoísta. Matando al perro no se mata la rabia, comparto el enojo y la desesperanza sobre el caso, pero enrejar no es garantía de seguridad ni cuidado.

El intendente Rodríguez hablaba con vehemencia y ponía de ejemplo las otras plazas del microcentro que ahora estaban cuidadas “gracias a que fueron enrejadas”. Parece que Nenecho no recorrió las plazas y paseos que fueron ocupados en el resto de la ciudad. Enrejar, además de ser estéticamente horrible, es un malgasto del dinero del contribuyente porque no soluciona, sino que corre el problema de la vista de los gobernantes, turistas y aquellos ciudadanos que creen que el centro es más importante que los demás barrios.

Con toda potestad puedo hablar del mío, que es suficientemente grande para ser representativo del desastre que quedaron las plazas enrejadas después de la última ocupación de los damnificados y ante las cuales no escuché ni un comentario de reconstrucción como debe ser de parte del anterior ni actual intendente. En nuestra cultura es muy difícil que una comisión vecinal funcione por conciencia ciudadana. Así, recuerdo que apenas había asumido Mario Ferreiro una comisión vecinal formada a las corridas –porque iban a venir los damnificados– fue a pedir permiso para enrejar las 3 plazas del barrio Republicano: Expopar, Japón y una más pequeña a la que llamamos “placita pública”. Una persona me contaba: “Nosotros fuimos a pedirle permiso a Mario Ferreiro (2015), y él nos dijo que la situación era de emergencia nacional, pero si los vecinos estaban de acuerdo, que enrejaran” (no lo estábamos todos, pero ese grupo igual lo concretó).

Enrejaron y festejaron con petardos y todo, pero ni bien el agua llegó al punto crítico, los damnificados vinieron, cortaron el candado y entraron, vaya ironía, apoyando más chapas sobre las rejas para ocupar hasta las veredas. Hoy, a 4 años de aquel nefasto permiso (volvieron en la última inundación 2019 y entraron tranquilamente) hay barras de las rejas que fueron robadas, también portones, además de estar todo completamente oxidado, esto sin hablar de lo feas que están las plazas en general.

En conclusión, el enrejado fue un gasto inútil y ahí quedó como monumento a una pésima decisión y fantasiosa solución. Actualmente, en mi zona muchos vecinos venden o alquilan sus casas.

Espero, como otros ciudadanos, que el intendente salga de su oficina y discurso trillado y pise la calle. Las rejas no solucionan, solo corren el problema donde ya no damos más.

lperalta@abc.com.py

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