Un monumento a la indignidad

En el ideario popular está instalada aquella frase acuñada por el expresidente argentino Carlos Menem, que había calificado a la Entidad Binacional Yacyretá (EBY) como un “monumento a la corrupción”. Evidentemente hablaba con conocimiento de causa, pues su función le permitía acceder a información oculta bajo siete llaves para el “común de los mortales”.

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Tal valoración, sin embargo, a mi modesto entender queda corta para la EBY. Es mucho más que un monumento a la corrupción. Es un monumento a la indignidad, a la injusticia y a la impunidad. Es la materialización del entreguismo y el avasallamiento de un pueblo por camarillas en el poder que negocian la soberanía de una nación a cambio de prebendas.

Es el símbolo del atropello a los más elementales conceptos del decoro que debe primar en la vida de cualquier persona, desde el momento que hay miles de “planilleros” que cobran sin trabajar, y es una expresión lisa y llana del modo perverso de entender lo que es el manejo de la cosa pública por quienes acceden a los espacios de poder político.

La reflexión viene a cuento de una reciente movida en la entidad que derivó en el despido de algunos funcionarios. El raje masivo incluso disparó la usina de rumores de que el director del ente, Nicanor Duarte Frutos, sería “rajado” por el pecado mortal de “perseguir a correligionarios”.

Una de las razones por las que el Estado paraguayo no se puede librar de los zánganos y haraganes que impunemente roban los recursos del pueblo es la fragilidad que suele acompañar a las decisiones que puedan afectar a eventuales aliados políticos.

Extirpar la gangrena de la corrupción que está matando a nuestro país requiere de “cirugía mayor”, y son pocos los “cirujanos” con la suficiente voluntad y coraje para ejecutar la acción.

Necesitamos liberar al país de una lacra de privilegiados que vive un carnaval de opulencia escandalosa e indecente, mientras el pueblo de a pie debe arrastrar a diario ese pesado lastre traducido en salud y educación públicas miserables, en falta de oportunidades, en inseguridad.

Vale un reconocimiento a Nicanor en esta ocasión. Esperemos que la “limpieza” se profundice, y que en otras instituciones del Estado convertidas en cuevas de chupasangres se encaren acciones similares.

jaroa@abc.com.py

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