Desde hace décadas, el departamento del Amambay está cautivo por bandas criminales que transformaron su bella geografía en su base de operaciones y guarida, gracias a la complicidad de quienes deben velar por la seguridad de los habitantes y combatir la presencia de los indeseables grupos criminales. Tiñen de sangre y luto esta parte del país ante la prácticamente nula presencia del Estado.
Los traficantes brasileños y paraguayos aprovechan la situación de frontera seca con el Brasil para la producción y tráfico de miles de hectáreas de la “mejor marihuana del mundo” y para convertir la zona en el “corredor de la cocaína colombiana, peruana y boliviana”.
La situación de inseguridad que se vive en el décimo tercer departamento debe ser motivo de seria reflexión de las autoridades que tienen la obligación de brindar seguridad a los habitantes de la zona que están cansados de tanta violencia y muerte impuestas por los narcos brasileños.
La alevosía con la que actuaron los cobardes sicarios al atropellar la vivienda de Leo Veras y matarlo delante de su familia cuando se disponían a compartir la cena es un claro ejemplo de cómo la mafia del narcotráfico impera en la zona y mata a quienes “molestan” o “perjudican” el negocio teñido de sangre y marcado por la impunidad.
Leo Veras fue una piedra en los zapatos de los narcos, de los mafiosos, de los dueños del negocio y de los “padrinos”. Realizó su tarea periodística con decencia y fue brutalmente asesinado por los “barones” de la droga; decidieron acallarlo a balazos ante un Estado cómplice que no fue capaz de garantizar su seguridad.
A causa de tanta impunidad y tantas muertes a manos de la mafia fronteriza, muchos conciudadanos ya ni siquiera reaccionan. Sin embargo, la Policía Nacional y el Ministerio Público no debe permitir que hechos de esta naturaleza queden impunes, deben aclarar y no solo detener a los supuestos pistoleros, sino también a quienes idearon y ordenaron el asesinato de nuestro colega y de otras centenares de personas. En la última década se registraron 1.188 asesinatos, de los cuales 140 ocurrieron en el 2019.
Muchos callan para no ser la próxima víctima, mientras los delincuentes ganan más poder y extienden su territorio con la protección de aquellos que tienen la obligación legal de brindar seguridad y bienestar a la población.
Los políticos corruptos que se codean con los delincuentes y mafiosos se beneficiaban con parte de los millones de la plata dulce proveniente del contrabando y del narcotráfico. De eso no hay pruebas, no quedan huellas, pero es un “secreto a voces”.
La población del Amambay anhela nuevos tiempos, con políticos comprometidos con el bienestar de la población honesta y trabajadora, con interés real de construir un nuevo Amambay donde se respeten los valores fundamentales de la vida humana. Los habitantes necesitan un ambiente propicio para vivir y trabajar en paz, sin temor a los indeseables delincuentes transfronterizos.
El respeto a la vida, hoy perdido en el Amambay, debe ser restablecido; la sociedad no debe tolerar asesinatos horrendos como el de nuestro colega Leo Veras. Necesitamos hombres y mujeres nuevos en la política, necesitamos una población valiente que se ponga de pie y exija sus derechos y el respeto a la vida humana para poner fin a tanta barbarie.
Mientras esperamos que llegue ese día, los habitantes continuamos expuestos a los deseos, caprichos y órdenes de delincuentes que se creen dueños de la vida y del destino del Amambay.
Como decía Santiago Leguizamón, también víctima de sicarios de la mafia fronteriza: “La vida es un don maravilloso y solamente Dios puede disponer de ella y no las cobardes y asesinas manos de vulgares sicarios al mando de indeseables personajes del tráfico de drogas”.
candido@abc.com.py