Este momento de urgencia tecnológica como vehículo para el aprendizaje pareciera que ha abierto los ojos a muchos sobre su importancia e inevitabilidad. Muchos, pero lastimosamente no todos, hemos enfatizado anteriormente con persistencia y decisión que la tecnología como constitutiva del aprendizaje podría facilitar el proceso de aprendizaje tanto de maestros como de estudiantes. Sin embargo, al insistir en su uso como simple herramienta de comunicación o como una asignatura más de la malla curricular, las acciones son vacías y alejadas de significados y los resultados naturalmente no serán los que se esperan.
Ante esta realidad, nos corresponde hacernos las siguientes preguntas: ¿Cómo avanzamos con maestros sin mayores conocimientos del uso correcto de la tecnología computacional, con escasos materiales digitales para lograr fluidez tecnológica, y no solamente digitalización? ¿Qué hacemos cuando los equipos computacionales son escasos y la conectividad mínima? ¿Qué programas de estudio deben ser desarrollados desde los Institutos de Formación Docente?
No todo está perdido; es momento de pensar juntos y dejar de lado vanos egos entre tomadores de decisiones y miembros de la sociedad que pudieran aportar conocimiento, ideas, sugerencias y las condiciones que ayuden a caminar hacia un futuro más promisorio.
Algunas sugerencias:
1. Los Institutos de formación docente deben incorporar en todas sus modalidades y de manera sostenida y transversal formación en fluidez tecnológica que es algo diferente a la simple digitalización. Se debería tener en cuenta la concepción teórica y práctica que defendió ya en la década de los 80 el matemático Seymour Pappert cuando decía: la “computadora es un objeto con que pensar”. Si deseamos que nuestros maestros lleguen a las aulas con una concepción moderna de la tecnología computacional y su uso en el aprendizaje nos debemos remontar a M. Resnick quien nos explica que la fluidez tecnológica “implica no solo saber cómo usar las herramientas tecnológicas sino también saber cómo construir cosas significativas con esas herramientas” (Resnick, Rusk y Cooke, 1998). No debemos alentar que ingresen al sistema escolar educadores que no estén comprometidos con nuevos
paradigmas tecnológicos, exigencias ineludibles del siglo XXI.
2. Los maestros deben tener la suficiente libertad para utilizar aplicaciones tecnológicas adecuadas para que sus estudiantes puedan crear y recrear conocimiento y hacer visible la comprensión. Esa actitud presupone la aceptación de planeamientos acordes a la nueva propuesta. Es decir, no sacralizar el planeamiento del plan de clase convencional, que impide los espacios para innovar, cambiar y utilizar en el aula nuevas e innovadoras propuestas.
3. Se deben diseñar y ejecutar en la brevedad posible accesos a conectividad a internet en todas aquellas escuelas cuya infraestructura no cumpla con los mínimos requisitos. A la vez, es fundamental elaborar un plan de mejora sustancial y aprovechamiento de los espacios escolares habilitados actualmente. Esto implica que muchas escuelas deberán dejar de funcionar para fusionarse con aquellas en mejores condiciones. Esta actitud de reorganización de los espacios escolares trae consecuencias fuertes desde la comunidad educativa que en muchos casos se resiste a cambios de espacios y lugares de trabajo. Los cambios son dolorosos pero solo así se puede aspirar a mejoras genuinas de largo alcance.
4. Aprovechar la capacidad profesional de paraguayos que conocen el uso correcto de la tecnología computacional, quienes en su rol de mentores en el país podrían ayudar a poner en acción el uso de la tecnología en el proceso de aprendizaje. Los maestros deberán estar permanentemente acompañados al momento de instalar el proceso tecnológico computacional para facilitar la transición y la comprensión de la verdadera función de la tecnología en la instrucción. El mentorazgo de una manera sistemática y prolongada en la escuela, marca la diferencia en el momento de instalar nuevas propuestas.
5. Terminar de ejecutar los proyectos de tecnología e infraestructura que han sido aprobados para dicho fin en el Fondo de la Excelencia (FEEI), sin dejar de considerar la importancia de determinar el ente gubernamental o no más apropiado para planear y ejecutar el plan de conectividad y digitalización. Tal vez no sea lo más recomendable que este sea el mismo Ministerio de Educación y Ciencias; tal vez deberíamos pensar en un ente independiente.
Lejos quedaron los tiempos en que se debatía sobre la inclusión de la tecnología computacional; hoy enfrentamos otra situación: cómo integrarla a la escuela de manera significativa. Existen respuestas, experiencias locales y en la región que nos señalan como esta puede transformarse en un verdadero andamio para facilitar el aprendizaje genuino. Sin un compromiso sólido, el horizonte de expectativa se verá cada vez más lejano.