Estamos fritos

Fritos. ¡Estamos fritos! Es lo primero que se nos vino a la mente cuando Mario Abdo Benítez terminó su informe al Congreso encomendando a Dios el camino del Paraguay. Y no es porque no quisiéramos que Dios nos bendiga, aúpe y cobije en medio del coronavirus sino porque nos encomendó después de un discurso de una hora y media donde, entre otras cosas, admitió que de los 1.600.000.000 dólares de endeudamiento apenas 4.000.000 dólares se usaron en salud. Viéndolo desde esa perspectiva, quizá solo nos queda invocar al poder divino para solucionar lo que él no tuvo capacidad de hacerlo. Si el Presidente que tiene el poder terrenal de definir y consumar la ayuda a la población nos tuvo que encomendar a Dios, estamos más que fritos.

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No fue culpa de Dios que el objetivo primario del endeudamiento, el que tenía que ver con salud, hospitales, camas, terapia, bioseguridad y entrenamiento al personal, no haya sido cumplido. Si se invirtió en salud apenas el 0,25% del total del dinero que nos endeudaron, esa no fue una decisión celestial sino bien terrenal, ¿qué tendrá que ver Ñandejara con la corrupción que frenó licitaciones, rechazó insumos y canceló contrataciones? No es Dios el que eligió gente desleal y toleró sus saqueos; no fue ninguna deidad la que permitió que sospechados de corrupción mediaran en adquisiciones de sodas tónicas, tapabocas o insumos médicos sin ninguna calidad. No era Dios quien enviaba a sus amigos para intermediar operaciones millonarias de suministros médicos.

No sería necesario encomendar el Paraguay al poder divino si los seres humanos que tienen la lapicera hicieran bien su trabajo. El Presidente tiene atribuciones para delinear políticas económicas y sanitarias para el país. Tiene la autoridad que le confirió el pueblo con su voto para nombrar y destituir, investigar y denunciar sin ayuda de nadie. Bastante trabajo ya tiene Ñandejara con esta pandemia como para asignarle tareas bien terrenales.

Nos volvimos a acordar de que estamos fritos y de Dios el viernes de mañana cuando el ministro de salud Julio Mazzoleni dijo que el objetivo primario del “Aislamiento” no fue equipar hospitales sino evitar la pérdida de vidas humanas. Más confundidos nos quedamos porque, si el 11 de marzo pasado fuimos a un aislamiento para evitar muertes por DOS casos confirmados de covid-19, ¿cómo es que el viernes, con 40 nuevos casos de covid-19 en un mismo día no estamos en alerta generalizada o acuartelados sin asomar la nariz?

Le preguntaron al Ministro de Salud por qué están usando dinero de su presupuesto para el covid-19 y no usan parte de los US$ 94.000.000 asignados. No entendimos la respuesta porque la realidad cotidiana perfora nuestros oídos con reclamos de enfermos de distintas patologías que se sienten totalmente abandonados en recursos económicos; si nos endeudaron para salud, ¿por qué no usamos el dinero en salud? Pacientes oncológicos, renales, cardíacos… no importa cual sea la dolencia, todos reclaman falta de recursos para pelear sus enfermedades.

Las soluciones a los problemas de la población son bien terrenales y no habría que distraer el tiempo divino en asuntos de los mortales, menos aún si estos mortales son pecadores. Invocar a Dios para encubrir desaciertos, mentiras y malversaciones incurre en lo que sería atentar contra el segundo mandamiento para los cristianos: no tomar su santo nombre en vano.

mabel@abc.com.py

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