Paraguay tuvo un Ministro de Hacienda que se plantó contra los despilfarros. Se llamaba Santiago Peña. En el 2015, este ministro dijo que en el 2016 tendríamos un presupuesto general de gastos de la nación “triste pero sincero”. En el 2016 peleó contra aumentos a mansalva que los congresistas proyectaron y logró un veto presidencial total. Lo trataron desde “chusco de película de tango porteño” (Juan Carlos Galaverna, diciembre 2016) hasta “Chicago Boys”. Pero el veto de Horacio Cartes se mantuvo y para el 2017 rigió el mismo presupuesto “triste pero sincero” del 2016.
Tengo CERO dudas de que el último concurso de méritos en Itaipú para permitir el ingreso de nuevos trabajadores permitió la entrada de algunos hombres y mujeres que NO debieron haber ganado. Todos vimos escandalosos casos donde habían arreglado los requisitos para permitir que ingresaran apadrinados de correlíes.
Ya no es una nariz de payaso en la sala de sesiones o guantes de boxeo en el Congreso. Ya no es el privilegio de un millonario préstamo cooperativista de más de G. 1.020 millones. Ya no son denuncias de que él y su hermano Ricardo Núñez vendieron una isla y una parte del río Paraguay sin que la Fiscalía se inmute (2014).
Quien se haya tragado el cuento de que el diputado Yamil Esgaib Mansia tiró su bravuconada sincericida sin permiso del Patrón, es un ingenuo. No importa cuántos cartistas se escandalicen o se desmarquen en redes sociales sobre el anuncio de sacar al Fiscal General cuando “ellos quieran”.
Esta semana ocurrió un hito para la historia de la democracia y los derechos humanos en la República del Paraguay. El jueves 29, por la noche, lo que debió ser la inauguración de la nueva embajada estadounidense, terminó inesperadamente convertida en una reparación histórica.
Nuestra República vive horas MUY difíciles. Se define qué clase de país toleraremos, si permitiremos más crimen organizado y a cuántas facciones criminales más aguantaremos ser entregados. Estamos atravesando horas donde hay que exigir posturas claras a los gobernantes: SER Y PARECER del bando de los buenos. Si optaran por revolcarse con los malos, nos devorará un país con olor a miedo y muerte.