Según reportan las agencias internacionales, en Chile hace seis años vienen discutiendo algunas reformas como la reducción de salarios. Pero el trámite se aceleró debido a la presión popular, al covid-19 que agravó aún más la calidad de vida no solo a las familias que ya la estaban pasando mal sino que el efecto del nuevo coronavirus alcanzó todos los niveles sociales. Obviamente, la clase política chilena con alto nivel cívico no cerró sus ojos ante la dura realidad y se sometió a la voluntad de sus mandantes: el pueblo. Cosa que pocas veces ocurre en Latinoamérica, por lo menos.
Pero aquí no termina cosa. El viernes el presidente chileno, Sebastián Piñera, promulgó la ley que limita la reelección de senadores, diputados, consejeros regionales, alcaldes y concejales. Esta iniciativa ya lleva 14 años de discusión pero la pandemia aceleró que se concrete este “milagro”.
La propuesta legislativa establece que los diputados podrán ser electos de forma sucesiva hasta por dos periodos. Recordemos que en Chile el mandato es de cuatro años mientras que en Paraguay es de cinco años. En cambio, los senadores podrán ser reelegidos por un periodo más (ocho años en total). Y ojo que se considerará como periodo completo cuando un parlamentario haya cumplido más de la mitad de su mandato.
¿Qué se quiere lograr con la combinación de estas dos importantes decisiones? Evitar que los clanes o “brazos ejecutores” de grupos mafiosos o intereses particulares se apoderen ad eternum de las bancas y con proyectos de ley, intervenciones a municipios, aprietes desde del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados o designaciones de jueces, fiscales y ministros de la Corte “amigos” desde el Consejo de la Magistratura, se enriquezcan y sometan a las instituciones públicas a una élite invisible para la sociedad pero con negros objetivos.
En Paraguay tenemos reelecciones indefinidas de los legisladores y en estos 117 días de cuarentena ninguno de los 125 legisladores (80 diputados y 45 senadores) planteó públicamente al menos una discusión similar. Lamentablemente este tipo de iniciativas no surgen espontáneamente del pleno del Congreso y no creo que sea por un simple olvido sino porque hay corporativismo.
La limitación de reelecciones indefinidas permitirá también una renovación de la clase política y el fin de los vitaliciados. En cuanto a la reducción de las dietas, de alguna manera desalentará el apetito por las bancas aunque las declaraciones juradas que se están publicando en Paraguay evidencian que los salarios en varios casos son como una especie de “mitã‘i recreo”. Está más que demostrado que la política es lejos la mejor industria sin chimenea del país. Es capaz de convertirle a un analfabeto en potentado económico aunque siga teniendo dificultades para discernir ciertas cosas. Y ahí está también lo peligroso del tema.
Aquí la reforma del Estado no avanzó porque la alta clase política dominante del país aún no tiene la suficiente capacidad de entender algo tan simple pero profundo: servir y no servirse del dinero público. Además, le miden al ciudadano con la vara electoral y por ese motivo les tienen miedo a los sindicatos públicos y a los seccionaleros y comiteros, por ejemplo, que con un cháke de castigo en las urnas, ya se echan atrás.
El jueves pasado fuimos testigos incluso de que un senador oficialista le rendía cuentas a su esposa del sentido de su voto. Este legislador, quien le tiene a su esposa en una binacional y percibe un salario de más de G. 100 millones, votó por su patrimonio matrimonial y olvidó la cantidad de camas y respiradores que necesitamos. Y así estamos.