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Lamentablemente, en Ñeembucú la honestidad, la ética y la historia de vida de sus correligionarios no han sido consideradas a la hora de la selección; han primado la fortuna personal de los postulados (sin importar si proviene de negocios ilícitos) y la posibilidad de generar renta personal con el dinero municipal.
El bien común no existe en la visión de los políticos predominantes en el duodécimo departamento. Más bien es común verlos multiplicar sus bienes personales, aprovechándose de los recursos de la cada vez más necesitada población, que observa cómo su dinero se dilapida en obras innecesarias, sobrefacturadas y en muchos casos inexistentes. Paralelamente, los inescrupulosos exhiben lujosos vehículos, mansiones, aumentan su hacienda y suman negocios.
Los que deberían ser los destinatarios del esfuerzo de las autoridades electas, en su mayoría emprenden un doloroso éxodo al extranjero. Muchos de los que se resisten a migrar son reclutados por la mafia regional, que los “ocupa” como mulas del narcotráfico o estibadores del ordeño de combustible y otras actividades indignas y riesgosas.
Revertir este proceso de deterioro que lleva décadas no va a ser fácil, ya que la corrupción y la mafia fronteriza han ganado mucho terreno y no surgen propuestas diferentes. Como la esperanza es lo último que se pierde, esperamos que los líderes partidarios apoyen a personas honorables y capacitadas y los electores descarten a los mafiosos para evitar que las instituciones sean saqueadas y miles de habitantes del Ñeembucú sigan viviendo en la más absoluta miseria.
clide.martinez@abc.com.py