Historias y tragedias en los mercados

El pasado 4 de abril, Sábado Santo, se produjo el gran incendio en el Mercado Municipal de San Lorenzo. El fuego comenzó en un local ubicado sobre la calle General Caballero y en pocos minutos se expandió sobre las demás casillas situadas en la misma arteria. Como ocurre casi siempre, los bomberos tardaron en realizar su trabajo y el siniestro alcanzó proporciones gigantescas, siendo las pérdidas millonarias. La tragedia sucedió a la madrugada, cuando todavía hay poca gente. No sabemos qué hubiese pasado si el hecho hubiera acontecido en horas de mucha actividad en ese centro de comercio. Tal vez habríamos tenido otro Ycuá Bolaños.

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No es la primera vez que se lamenta un incendio en ese mercado. En años anteriores ya se vieron eventos similares que causaron perjuicios económicos a los dueños, que casi siempre son personas humildes, que se levantan a las tres de la mañana y sobreviven con ingresos mínimos. Claro que los comerciantes más pudientes pueden pagar una póliza de seguros contra incendios, pero los muy pobres no pueden acceder a ese privilegio.

Los mercados municipales son un verdadero laberinto. Sabemos cómo entrar, pero ignoramos cómo vamos a salir. En esos lugares los vendedores se colocan uno encima del otro. Es muy difícil que primen el orden y la limpieza, ya que nuestra gente no es proclive a esas disciplinas. Se compran y se venden frutas, hortalizas, carnes, legumbres, gaseosas, panchos, ropas y zapatos. En un mercado no falta nada; hay gallinas para faenar, hierbas medicinales, plantas ornamentales, bijouterie, chipas y hasta útiles escolares.

Todo lo que podemos imaginar hay en un mercado; con diferentes precios y calidad que varía según lo puede apreciar el cliente y pagar los bolsillos. Aunque los mercaderes no hayan egresado de las facultades de economía más renombradas, la experiencia y la calle los han convertido en personajes dignos de candidatarse al Nobel. De hecho, algunos apenas terminaron la primaria pero poseen facultades mentales extraordinarias para ganar dinero. Son maestros en temas de la oferta y la demanda; ni qué decir de especulaciones en compraventa.

Lo que sí falta en esos sitios es la seguridad para evitar accidentes, robos, incendios y otros imprevistos. Sobre Julia Miranda Cueto los colectivos rozan a los transeúntes que circulan dentro del mercado buscando productos y precios razonables o esperan alguna línea de transporte público. Esta arteria es un peligro mortal, ya que no hay espacio. Las veredas están ocupadas por vendedores ambulantes que se colocan cómodamente incluso en la calle. No es raro que en horarios pico los colectivos desvíen por otras calles, ya que dentro del mercado es imposible una circulación rápida. No hablamos de Navidad, Año Nuevo, Reyes o Semana Santa, en que la afluencia de compradores es enorme y dificulta el paso de automóviles y colectivos.

Por todo esto las autoridades municipales, que ya comenzaron sus campañas proselitistas, tienen la obligación de resolver estos problemas sociales y no hacer eternas promesas que nunca se cumplen. Los mercados son verdaderas gallinas de los huevos de oro. Por allí circulan sumas siderales y también los políticos se ganan la clientela que irá a las urnas a depositar sus votos. Hay que evitar las tragedias en estos centros comerciales, con proyectos serios. Hay que pensar en esas vidas y no utilizarlas únicamente en tiempos de elecciones. De la ciudadanía depende aprender a decir “no” a los mentirosos y oportunistas. De la ciudadanía depende elegir a los mejores y más confiables para intendentes y concejales. Reflexionemos al respecto.

blila.gayoso@hotmail.com

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