Niños en manos violentas

Las imágenes de un padrastro golpeando a un niño de 8 años, viralizada y comentada por lectores de todo el país es solo una muestra más de cuánto salvajismo tenemos que erradicar del hogar.

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No en balde, la Biblia dice que más le vale no haber nacido a aquel que toque a un niño. Lo mismo para los no creyentes, tarde o temprano lo lamentarán.

Los niños no pueden ser tocados de ninguna manera violenta, no con intenciones perversas, no por desahogos de enfermedades o traumas. Defender la vida abarca mucho más que dar un no a planes político-ideológicos, y sobre ello hay que trabajar sin descanso. Un niño no puede defenderse de un adulto, es abominable y merece alta pena el torturar a un inocente. Mea culpa, ¿cuánto de verdugos tenemos los adultos y cuáles son las raíces? Hay entre la cultura violenta tradicional local y la cultura global una discusión sobre la manera de tratar a los hijos. Por un lado, la tradición (repito cómo me trataron) y, por el otro, el extremo “no violento” que llega a quitar total autoridad a los padres.

Cuando la vida nos coloca en una situación diferente: hijos de nuestra pareja o tener que hacernos cargo de criaditos, huérfanos, etc., todo se complica si no tenemos el corazón y la mente en orden (nuestros valores humanos, nuestra conducta y pensamiento). El caso del niño golpeado por su padrastro que se viralizó es un botón, pero las cifras estadísticas arrojan miles de casos de maltrato infantil. Ahora mismo hay un niño que está siendo golpeado, abusado, no amado.

Los que hemos sufrido la educación basada en el cinto, rebenque, ramita, zapatilla o cualquier objeto, aún de manera menor, sabemos que más dolía el golpe en el amor que estábamos construyendo por nuestros padres que en el cuerpo, y sabemos cuán solos nos sentimos ante el inminente castigo físico, durante y después. Esta violencia, aún justificada por nuestros padres, no solucionaba nada. De grandes, en muchos casos se pudo haber transformado en rencor o venganza. El enemigo envejeció y el niño creció. Sabrá o no cada uno en qué transformó aquellos días de gritos y llanto.

El mal siempre ha sido más tentador y cómodo que el bien, y las razones merecen largas charlas, información y sinceramiento.

La protección integral de los niños puede estar recontra hecha ley, pero es letra muerta si no se aplica como debe ser o, incluso, si estamos acéfalos de profesionales como filósofos del Derecho (¿existen en nuestro país?) que debatan sobre las bases de una ley positiva, si estas leyes fortalecen al ser social, enderezan la conducta humana, o solo es tinta funcional a un sistema con fines de lucro, no de justicia y protección.

Este miserable del video representa a muchos hombres y mujeres que abusan de los niños bajo su tutela, cuando “nadie los ve”. Nos decimos un pueblo valiente y solidario, pero los vecinos o parientes tardan años en denunciar abusos por miedo, por indiferencia, por ignorancia de qué pasos seguir. Las instituciones no funcionan solas, necesitan ser usadas y presionadas. No hay tiempo que perder ni excusa que valga cuando se trata de un niño golpeado de una manera tan brutal.

Debemos aprender muchas cosas desde cero, quizás todo de nuevo para aniquilar el maltrato infantil. Todos los niños lo merecen y nosotros, como padres, como adultos, también.

lperalta@abc.com.py

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