De la dictadura a la “olla de grillos”

Los primeros seis años en el poder del general Higinio Morínigo han sido bastante tumultuosos: huelgas, conspiraciones, asonadas, reformas ministeriales fueron la constante. La dictadura tomó un giro político dirigido hacia un régimen apartidario, cuyo principal propósito fue la modernización del país. Pero este periodo concluyó abruptamente con la guerra civil de 1947, derivación del intento de las fuerzas políticas y militares de reencauzar el país por la senda democrática.

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El 7 de setiembre de 1940, Higinio Morínigo Martínez asumió la Presidencia de la República, al frente de un gabinete compuesto por personalidades liberales.

Al poco tiempo, Morínigo descubrió una conspiración y reorganizó su gabinete con Luis Andrés Argaña en Relaciones Exteriores; Eduardo Torreani Viera en Interior; Ramón Martino en Obras Públicas; Pablino Antola en Guerra y Marina; Aníbal Delmás, en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Francisco Esculies Peris, en Agricultura; Ramón Paredes en Gobierno y Trabajo y Gerardo Buongermini en Salud Pública. Días después, asumió la plenitud de los poderes públicos, convocó a elecciones para febrero de 1943 y dio a conocer su plan trienal de Gobierno.

UN CABALLO CORCOVEANTE

Una frase predilecta de presidente Morínigo era que el poder era como un caballo que corcoveaba permanentemente. En ese sentido, muchos fueron los intentos de bajarlo del caballo, todos infructuosos, menos el que hicieron sus aliados colorados en junio de 1948.

A poco de asumir la presidencia tuvo que sortear varias asonadas militares, como la encabezada por el franquista coronel Federico Smith, en enero de 1941, apoyada por sectores obreros, lo que le llevó al presidente a decretar una tregua sindical y la movilización militar de los obreros declarados en huelga en defensa de sus intereses y en protesta por la tregua sindical decretada días antes.

Mientras tanto, para afianzar su posición en el arisco caballo del poder, declaró en disponibilidad a los magistrados judiciales y reorganizó la judicatura con elementos incondicionales de su régimen, además de clausurar el periódico El País, de clara tendencia opositora.

LEALTAD CONDICIONADA

Pocos días después, un nuevo intento de derrocar al gobierno tuvo que ser sofocado, muriendo en la ocasión el mayor Víctor Brizuela y el jefe de Estado Mayor de la Segunda División de Infantería Lindolfo González.

En el marco de una tensa situación militar, el mayor Victoriano Benítez Vera fue nombrado comandante de la Caballería. Tratando de evitar situaciones incómodas ulteriores, el presidente Morínigo “invitó” a los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas a prestar juramento de obediencia y lealtad a la Revolución, al Gobierno y al Plan Trienal de su Gobierno, acto que tuvo lugar el 13 de marzo de 1941. Esta lealtad no fue gratis. Una de las condiciones de los mandos militares (de la logia filo nazi Frente de Guerra), afines al Eje Berlín-Roma-Tokio, fue la renuncia de los ministros “tiempistas” del gabinete, que iban dirigiendo la política paraguaya hacia los aliados, durante la II Guerra Mundial.

Si bien se aseguró la “lealtad” del Ejército, tuvo lugar un frustrado golpe, pero realizado por franquistas. Meses después siguieron otras intentonas, esta vez realizada por elementos colorados. Como respuesta, el Gobierno emitió un decreto-ley de Defensa del Estado, y para subyugar a la sociedad, puso en funcionamiento el Departamento Nacional de Prensa y Propaganda (Denapro) y decretó la disolución del Partido Liberal. En el plano internacional, presionado por los Estados Unidos, Morínigo rompió relaciones con las potencias del eje Alemania-Italia-Japón.

CANDIDATO ÚNICO

En febrero de 1943 se realizaron las elecciones convocadas dos años antes, con Morínigo como candidato único. En este periodo, que iba hasta 1948, su Gobierno estableció el Régimen Monetario Orgánico de la República del Paraguay, por el que se instauró el Guaraní, lográndose la independencia monetaria del país.

En enero de 1944 fue sofocado otro intento de rebelión y un año después, se estatizaron varias empresas privadas, como la Cervecería Paraguaya, el Ferrocarril Central del Paraguay, la Compañía Americana de Luz y Tracción y los Molinos Harineros del Paraguay.

En el plano internacional, el 8 de febrero de 1945 se decretó el estado de guerra con las potencias del eje Berlín-Roma-Tokio.

Mientras tanto, los liberales organizaron sus cuadros y fundaron el club liberal Alón.

En Montevideo, los franquistas no se quedaron quietos y fundaron la Concentración Revolucionaria Febrerista; en el país, el Consejo Superior Universitario solicitó al Gobierno la repatriación de docentes expatriados por razones políticas y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

Ante la frágil “lealtad” del estamento militar y la organización de fuerzas liberales y franquistas, para cubrirse las espaldas Morínigo opta por acercar a elementos “participacionistas” colorados, entre ellos el líder del ala dura de ese Partido, el escritor Juan Natalicio González, quien fue nombrado embajador en el Uruguay.

El 9 de junio de 1946 tuvo lugar una insurrección, que llevó a un enfrentamiento entre el comandante de la Caballería, Benítez Vera, y el comandante en Jefe, Vicente Machuca. Morínigo asumió la Comandancia en Jefe del Ejército y sofocó la sublevación, lo que obligó a Benítez Vera a asilarse en una embajada.

Obligado por la fuerza de los acontecimientos, Morínigo tuvo que transar y acceder a dar a su gobierno un matiz ligeramente democrático. Por imposición de los jefes militares, se levantó la interdicción que pesaba sobre los partidos políticos, iniciándose, el 26 de junio de 1946, lo que por unos se dio en llamar la Primavera Democrática y, por otros, una “olla de grillos”: un gobierno de coalición con los colorados (tres carteras), los febreristas (tres carteras) y los militares (dos carteras), hasta que se convocaba a la ciudadanía a elecciones generales.
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