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Es verdad que, gracias a medicamentos que antes no existían, hoy tenemos alivio para enfermedades muy dolorosas, como la ciática, la artritis reumatoide, la fibromialgia, la jaqueca, etc., que en el pasado invalidaban a pacientes que las sufrían.
¿Cuántas personas leen, antes de consumir, la información que acompaña al medicamento recetado por el médico? Poca gente lee los prospectos; me cuento entre quienes los leen, aunque esa letra tan chiquitita me resulta cada vez más difícil de leer. Después de informarme de las contraindicaciones que presentan ciertos fármacos, más de una vez estuve a punto de no tomar un remedio, pero el dolor fue más fuerte y acabé tomándolo. Nadie quiere morir y, sobre todo, nadie quiere sufrir.
Hay gente para la cual la muerte inminente es un golpe tan terrible que es incapaz de adaptarse a esa idea, por eso muere enseguida, antes de que la enfermedad pueda desarrollarse lo suficientemente como para causar la muerte. Nuestro cuerpo está diseñado para responder al miedo, pero ante el terror extremo, el organismo produce una reacción de estrés agudo que libera grandes cantidades de adrenalina para facilitar la huida o la lucha de ser necesaria. Cuando la adrenalina se produce en exceso puede dañar al corazón.
En 1973, el Dr. Milton del Hospital de Sídney notó que, tras haber diagnosticado melanoma (uno de los cánceres con peor pronóstico) a más de mil pacientes, algunos de ellos, al enterarse que les quedaba poco tiempo de vida, rompían todos los pronósticos y morían antes de que el cáncer llegara a expandirse tanto como para llegar a la fase terminal. Esta “muerte voluntaria” se parece a la muerte producida por la brujería que ocurre en culturas primitivas. Lo cierto es que el terror en dosis muy elevadas puede provocar un fallecimiento. Varios estudiosos consideran que es un problema ético el daño causado por comunicar a los pacientes los posibles eventos adversos de un tratamiento. Si bien es cierto que para respetar la autonomía del paciente, se le debe informar sobre los posibles daños que puede causar una terapia, es importante la forma en que se comunican estos daños potenciales para evitar causar un daño adicional.
Aquí vale considerar los beneficios de la vacuna, tanto en términos de morbimortalidad evitada como en ahorros en costes sanitarios. El Informe Weber cita estudios que demuestran cómo la erradicación de la viruela, gracias a la vacunación, evitó 40 millones de muertes en el mundo y permitió un ahorro de 2.000 millones de dólares anuales. La inmunización permite beneficios incuestionables. La vacunación es uno de los mayores avances de la salud pública mundial. A vacunarse ya.