El raudo y violento paso de Albino Jara por la vida

El coronel Albino Jara (1877–1912) fue uno de los personajes más controvertidos de la historia del Paraguay en el siglo XX. En su corta existencia regó su tiempo con sangre y fuego. En 1908 encabezó un exitoso levantamiento militar contra el gobierno de Benigno Ferreira y llegó a la presidencia de facto entre el 18 de enero y el 5 de julio de 1911. Subió con violencia y cayó con violencia. Fue “un varón meteórico” y su vida quedó plasmada en un ilustrativo libro de Alfredo Luis Jaeggli Volta, que la Editorial El Lector presenta en su tercera edición.

Albino Jara.
Albino Jara.

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¿Qué hace de este un libro tan especial? En primer lugar, el protagonista de la obra. Albino Jara, luqueño de nacimiento; hijo del coronel Zacarías Jara, héroe de la Guerra Grande, y de doña Eulalia Villalba, fue uno de los personajes más discutibles y discutidos en la historia del Paraguay en los inicios del siglo XX.

Impetuoso, rebelde, obstinado, atractivo, valiente, decidido, carismático, inescrupuloso e imposible de contener, luego de cursar la carrera de Derecho sin llegar a terminarla estudió en Chile, junto con otros jóvenes paraguayos, gracias a una beca gubernamental, y se recibió de oficial de Artillería en la mejor escuela militar de Sudamérica en aquel entonces.

Tuvo activa participación en la revolución de 1904 que derrocó a los colorados y llevó a los liberales al poder. Durante esa contienda interna negoció con su padre, el entonces capitán Zacarías Jara, que militaba en filas del Partido Colorado, para la toma pacífica de la región norte de nuestro país por parte de los milicianos liberales.

Ya con el cambio de signo político en el Gobierno, tras una enconada guerra intestina tal como se estilaba en aquellos tiempos, Albino Jara encabezó el levantamiento militar del 2 de julio de 1908 contra el gobierno liberal cívico del general Benigno Ferreira, a quien derrocó luego de tres días de sangrientos combates en el centro de Asunción.

Aquel cruento episodio se conoció luego como El 2 de Jara y desde entonces quedó el célebre dicho “Ára tepa, terâpa Jara”, una pregunta retórica que la gente se hacía cuando oía los truenos previos a una tormenta, asociándolos con los estampidos de los cañones del entonces mayor Albino Jara.

Desde 1908 Jara fue árbitro de la política paraguaya. Con apenas 30 años de edad, su poder se hizo inmenso y prevaleció sobre figuras políticas como Manuel Gondra, Eduardo Schaerer, Adolfo Riquelme y otros seres preponderantes en el liberalismo de entonces. Reunió en torno de sí a las más lúcidas personalidades de su tiempo, como los nombrados a quienes se sumaron Manuel Domínguez, Cecilio Báez, Juan E. O’Leary y otros.

Gondra lo calificó de “pundonoroso militar”, sin presagiar que en 1911 propiciaría su derrocamiento. Jara lo sacó de la Presidencia de la República a don Manuel y se erigió él mismo en jefe de Estado, con apenas 33 años de edad. Su gobierno estuvo signado por la violencia y por el vil asesinato de Adolfo Riquelme, su viejo compañero de ideales y de luchas. Jara fue, además, promotor del destierro de Rafael Barrett.

Pero su pasantía por el Palacio de López duró solo desde el 17 de enero hasta el 5 de julio de 1911. Sus desmanes se hicieron insoportables hasta para sus mismos camaradas de armas, quienes lo echaron de la presidencia por la vía consuetudinaria: el golpe militar.

En el exilio

En el capítulo titulado En el exilio, dice el autor del libro respecto a la despedida de Jara tras perder el poder y disponiéndose a partir a Buenos Aires:

“Su despedida –escoltado por sus exministros y amigos, exaltados estudiantes, pueblo –el humano rebaño de siempre– y opositores, apelotonados en muelles y barrancas, el día de su embarque para Buenos Aires– fue patética y teatral… Se le despidió con gritos: ¡Abajo la tiranía!, silbidos y alguna arenga laudatoria. Contestó de pie en la falúa que iba a conducirlo hasta el barco, con arrogancia y serenidad: “Pueblo que me llamáis tirano…”. Vestía de civil, impecable jaquet y galera; limpio, atildado, elegante, como siempre, aunque ya menos delgado y elástico que de costumbre. La muelle silla presidencial y la buena vida del último año le habían aburguesado bastante” (pág. 234).

Desterrado, Jara se refugió en la Argentina, desde donde volvió para iniciar otro alzamiento con el que pretendió recobrar el poder. Sucumbió en uno de los tantos entreveros que promovió y murió debido a graves heridas de bala el 15 de mayo de 1912 en Paraguarí.

El Paraguay de aquellos tiempos

Otro aspecto que hace de este un libro sustancial y sustancioso es el panorama político, social y económico de comienzos de siglo XX que pinta con una calidad descriptiva admirable.

La obra es como una estampa de aquellos años que va corriendo ante los ojos de quien la lee e instalando en la memoria imágenes, cuadros geográficos y humanos, perfiles personales, circunstancias, que consolidan en conjunto un conocimiento casi de primera mano de cómo acontecía la vida en el Paraguay de los inicios de la centuria anterior.

Nos exhibe, por ejemplo, cómo la enorme esperanza que rodeó al levantamiento de 1904 se vio pronto frustrada, porque cambiaron los hombres pero no las conductas políticas. Algo que sufrimos los paraguayos a lo largo de nuestra existencia como república.

El libro está divido en cinco partes y un apéndice. Jara es siempre el pívot del relato, pero alrededor de él gira la historia misma de un tiempo que originó o consolidó varios de los males que hasta ahora nos asfixian a los paraguayos. Sobre todo, esa incesante búsqueda del poder por el poder, del poder para la concupiscencia particular o sectaria.

El libro adquiere también una importancia cabal desde el momento en que reproduce documentos, textos y artículos periodísticos que son fuentes sumamente útiles para entender los acontecimientos y el contexto general de lo que se cuenta.

Por último, cabe destacar el estilo narrativo que utiliza el autor. El libro está espléndidamente escrito y vuela a la altura de obras de finos esgrimistas literarios como Arturo Bray o Carlos Zubizarreta. Es un libro “que da gusto leer” como señala expresivamente el paraguayo cuando le seduce una lectura. Por la forma y por el contenido. El autor apeló al modo de capítulos cortos que se leen rápidamente, por lo que uno tiene la sensación de enorme vivacidad en el ritmo del relato.

¿Quién fue el autor?

El autor, Alfredo Luis Jaeggli Volta (1899–1964) fue un empresario, hijo de Alfredo Jaeggli, inmigrante suizo llegado al Paraguay en 1890, y de la señora Laura Volta. Fue director de la célebre fábrica La Vencedora, tras hacerse cargo de la empresa tabacalera a la muerte de su fundador, el español Guillermo Alonso, quien la había establecido en 1895.

Jaeggli Volta, padre del exsenador Alfredo Luis Jaeggli Caballero, fue, además de empresario, un gran mecenas de artistas paraguayos, especialmente de aquellos que vivían en Buenos Aires, exiliados por la política o por la pobreza.

La editorial El Lector pone hoy al alcance de los lectores, de las generaciones actuales, este libro deseado y necesario que al tomar en perspectiva la vida del coronel Albino Jara, expone con clara naturalidad la historia de nuestro país en momentos tan álgidos como los de aquellos inicios del siglo XX signados por el fuego y la sangre, por tantos sacrificios inútiles que segaron vidas valiosas y por la intolerancia suicida y homicida que ojalá jamás volvamos a repetir los paraguayos.

Acontecimiento bibliográfico

Un acontecimiento bibliográfico digno de celebrar constituye esta reedición del clásico Albino Jara, un varón meteórico, de Alfredo Luis Jaeggli Volta. La primera edición data de 1963 y fue publicada en Buenos Aires. La segunda se lanzó en junio de 1983, con el sello de NAPA, dirigido por el inolvidable Juan Bautista Rivarola Matto, para su colección Prisma.

Dicha segunda edición circuló en forma meteórica y se agotó en poco tiempo. Se transformó en una pieza de colección, y quienes llegamos a adquirirla a poco de su lanzamiento la atesoramos como un bien innegociable. Hoy, la Editorial El Lector presenta esta tercera edición 40 años después de la segunda y 60 años luego de la primera.

nerifarina@gmail.com

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