El transidioma de la calle en el castellano paraguayo

Hoy me levanté caigüé. No encontré mi champión. Me dolía mi cabeza. Parece que me quiero engripar. Hi’ári me golpeé mi cara por la puerta del baño. Me dolió todito mal. Hasyetereí pa sabés. Voy a tener que irme en la farmacia para poder comprar para mi remedio, y voy a aprovechar para comprar un kolyno.

Los jóvenes de la actualidad han creado un idioma callejero, el castellano paraguayo, con mucha libertad y licencias idiomáticas.
Los jóvenes de la actualidad han creado un idioma callejero, el castellano paraguayo, con mucha libertad y licencias idiomáticas.

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Me voy a ir en tu casa ahora después cuando desayune todo. Te voy a estar escribiendo un guasap. No me dejeque en visto. Osinó tevía llamar ya directamente. Atendéquena tu teléfono. Ndaigustoietereí cuando te llamo y sueeeena hína y yo estoy con mi py’a pereré porque vos ni ahí luego. Lo mismo me suele hacer un mi amigo. Medio haso también es. Nambré. Estoy avestrucito, porque hendy pa sabés. No tengo guita. Y eso que laburo mucho.

Leéna ya un poco la lección para poder explicarme, porque no entendí un guevo cuando el profesor estaba hablando del asunto. Nda endendéi mba’eve. Ese profe no es luego pro. Ayer sique le visto cuando salió de la facu y se fue con loperro a esperar el bondi en la esquina. Cachafá nde áva é la tipo. Me parece que le tira onda a Daniela, nuestra compa. Pero no creo que ligue nada. Daniela é canchera kangue. Para que te dé vóla tenéque tener mínimo una camionetasa ipellapáva.

Güeno, jajuecháta. Okey.

Este texto, de pura estirpe callejera, es castellano paraguayo, nuestro transidioma que transita entre el español y el guaraní sin escala. Es una forma cotejada en la franja etaria universitaria; un habla de barrios urbanos y reconocida puntualmente en todo el territorio nacional, incluyendo las regiones rurales. Un lenguaje propio y autóctono. Vive en el diccionario colectivo de variaciones súbitas y vertiginosas que es cada paraguayo, hombre o mujer.

Hay aproximadamente 600 millones de hispanohablantes en el mundo, 23 academias de la lengua española en América, España, Filipinas y Guinea Ecuatorial. En tal contexto el castellano paraguayo se erige con personalidad propia forjada desde los tiempos en que Asunción del Paraguay fue refugio y amparo de la Conquista, en los siglos XV y XVI.

Este lenguaje fue procesado a lo largo de los siglos como una variedad regional del idioma que nos legaron los españoles, en el marco de un aislamiento acentuado conforme se acentuaba a su vez la pobreza del entorno, carente de los recursos minerales apetecidos por los foráneos.

A modo de glosario

¿Cómo podríamos interpretar en castellano convencional el fragmento que abre este texto? Antes debemos decir que el castellano paraguayo recibió varias influencias, entre ellas: 1) el castellano antiguo (“un mi amigo” es una construcción que aparece en Don Quijote de la Mancha); 2) el lunfardo porteño (guita, laburar, macana, mina), 3) el idioma guaraní, que aporta al castellano palabras y formas en la morfosintaxis: Voy a ir a venir (aháta aju), que debería ser Me voy pero volveré. O Voy a comprar para mi zapato (ajoguáta che sapaturâ). El râ es en guaraní un accidente nominal de tiempo de uso futuro, mal empleado en su traslación al castellano. La traducción correcta es: “Me voy a comprar un par de zapatos” o “voy a comprar un par de zapatos para mí”. Si dijera “Voy a comprar para mi zapato”, lo que estoy diciendo es que compraré algún elemento destinado al uso de mi zapato: cordones, crema de lustrar, suela o cosas afines.

Y ahora, vayamos a la interpretación del texto inicial.

“Caigüe” es una forma castellanizada del guaraní “kaigue”: fatigado desganado. “Champión” es una sinécdoque en la que se usa una marca de calzado deportivo como el nombre genérico de ese tipo de calzados.

En “Me dolía mi cabeza” hay una forma de doble posesivo (el pronombre “me” y el adjetivo “mi”), típico del castellano paraguayo que busca enfatizar su expresión. “Me quiero engripar” es un paraguayismo de pura cepa. Es una forma demasiado personalizada de “me voy a engripar”. “Hi’ari” es una palabra guaraní que se podría traducir como “encima”, “encima de”, pero gramaticalmente, al trasladarse al castellano opera como el adverbio “además”.

“Me golpeé por la puerta” es un solecismo por la mala utilización de la preposición “por”. Es la traducción errada de la expresión “okêre”, conformada por el sustantivo “okê” (puerta) y la posposición nominal “re”, que en guaraní significa “por”, pero también “en” o “contra”.

“Para poder comprar para mi remedio” es una construcción bastante compleja y redundante. Pleonasmo puro, y otras vez el “para mi remedio”, que tiene la misma explicación de “para mi zapato”, aunque es difícil saber qué le podría comprar yo a “mi remedio”. En “un kolyno” se da la misma sinécdoque que en “champión”.

“Ahora después” es en castellano paraguayo un tiempo sin tiempo. No se sabe cuándo es “ahora” ni el “después” de ese ahora. Puede que la cosa ocurra enseguida o nunca.

En “tevia” se forma un barbarismo a partir de la unión de “te voy a”. “Haso” es una palabra guaraní que significa “agusanado” y que el lenguaje paraguayo adaptó como un adjetivo despreciativo. “Nambre” (con acento en la “e”) es un término guaranizado de la expresión castellana “no, hombre” que denota un rechazo a algo, una negación.

“Avestrucito” es todo un caso. Viene de avestruz y tiene una connotación muy particular: “me siento mal, débil”. Aquí hay un juego de palabras con el nombre guaraní del avestruz, que es “ñandu”, que significa también “sentir”. En guaraní, “me siento débil” se dice “añeñandu’i”, y “ñandu’i” significa también avestruz pequeño. De ahí que en una traducción connotativa irónica, “añeñandu’i” se transforma en castellano paraguayo en “estoy avestrucito”, es decir, “me siento débil”. Sentido figurado pleno.

En “le visto cuando salió…” hay otro solecismo clásico en castellano paraguayo por supresión del verbo auxiliar “he” en la expresión que debiera ser “le he visto…”, donde tal vez exista también un leísmo. “Le visto” responde al verbo “vestir”, y “le he visto”, al verbo “ver”. Hay una considerable diferencia.

En la locución “canchera kangue” (en guaraní no se usa diéresis sobre la “u” para que suene si va luego de una “g”) hay una mezcla singular. “Canchera” viene del lunfardo bonaerense y significa “viva, lista, perspicaz, avispada”. Por su parte, la palabra guaraní “kangue” es “hueso”, en su denotación, y “fuerte, maciza, invulnerable, dura”, en su connotación. De esto se puede deducir el sentido de la locución señalada.

En la calle se siente con toda su fuerza el jopara, palabra guaraní que se castellanizó como yopará y significa “mezcla, mixtura”. Es el lenguaje que mezcla el castellano con el guaraní. Hay quienes señalan que el jopara es la tercera lengua del Paraguay, afirmación rechazada por otros estudiosos.

Hay zonas fronterizas, donde el jopará es triple: castellano, portugués y guaraní. Prestame tu peneu; la che mba’e okapu. Que vendría a ser: “Prestame tu rueda, pues la mía reventó”, en referencia a la rueda de un vehículo.

La calle es la atmósfera que más alimenta un idioma; el venero de donde surgen nuevas palabras y nuevas acepciones y connotaciones de los viejos términos. El castellano paraguayo no es para nada ajeno a la influencia callejera, muchas veces errabunda. Y más allá de cualquier defecto que pueda envolver ese aluvión de giros peregrinos, existen en su entretela algunas pepitas que la Academia debe pulir para enriquecer nuestro acervo lingüístico y expandir la expresividad de nuestra lengua heredada de la península como variedad regional propia, sin que dicha herencia llegue a perder jamás su veterano esplendor.

nerifarina@gmail.com

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