Arte: Cédula en blanco de Osvaldo Salerno

En galería de arte Fábrica tiene lugar hasta el 14 de setiembre la exposición Cédula en blanco del artista Osvaldo Salerno.

Osvaldo Salerno.
Osvaldo Salerno. Pedro Gonzalez

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La muestra reúne muebles, cajas, libros enmarcados, maletas, pinturas de otros autores, instrumentos musicales, cuerdas requisadas en instituciones penales y otros enseres, articulados todos mediante cuatro operaciones, mencionadas sin orden de jerarquía, explican desde Fábrica Galería / Club de Arte.

El nombre de Cédula en blanco viene de la idea de que es una cédula que pierde el sentido, no te sirve para nada, uno ya está destinado, ya no hay otra salida, comenta el artista. “De repente me di cuenta de que yo traté de hablar del tema toda la vida entonces, un poco con ese criterio, incluimos obras hechas en otros momentos”. Como ejemplo expone una obra del 74, que en 2016 reutilizó para hacer un díptico.

Las piezas expuestas son ligeramente anacrónicas: los muebles de madera maciza, las maletas de cuero sobado, los instrumentos musicales obsoletos e, incluso, las obras del propio artista producidas con anterioridad a esta muestra, exhiben cierta inactualidad que interpelan el presente y anuncian en sus brechas rajaduras del tiempo, resabios pasados o apelaciones a futuros posibles, comenta. Un presente que le hizo una amiga –la artista Silvana Domínguez–, conjunto de piezas tipográficas que dan forma a un aforismo de Augusto Roa Bastos, sirvió de base para hacer una impresión; una pintura al óleo de un retrato de 1850 que muestra a un hombre al que el artista cubrió por completo de pelo humano, dejando a la vista solamente su mirada y dos ojos de cristal, un mueble de trabajo tipográfico con un fragmento de un texto de Pizarnik son algunas de las obras a recorrer.

“Aunque resulta imposible acotar los significados de una obra, cuyo valor depende justamente de su potencia de indeterminación significante, esta muestra trabaja la idea de la muerte, no como tema, sino como límite radical, horizonte de finitud y contingencia. En torno a esta idea, se despierta la alarma del lenguaje, que trae sus propios signos y sus contenidos fuertes y, por otra parte, se extreman las mediaciones estéticas que mantienen a raya cualquier riesgo de literalidad: los artificios de la belleza, los rodeos de la metáfora, la distancia que crea la ironía y la oscura intensidad de la poesía”. Casi al entrar a la sala presenta una obra de 2004, que encargó –bajo el mismo procedimiento que Robert Rauschenberg había hecho con la obra de Willhelm de Kooning: el primero borró un dibujo del segundo en un gesto de destruir la obra de otro autor– a 8 artistas locales vivos y vigentes. Todos hicieron un dibujo para Salerno sabiendo que este los iba a destruir. Homo Faber se llama la obra que habla de destrucción, que puede ser del medioambiente, la destrucción del trabajo hecho por otro.

“Los objetos son intervenidos, en general de modo agresivo: son herméticamente encerrados, atravesados por puñales y ocupados por elementos que riñen con sus destinos y alteran sus funciones”. Una placa funeraria antigua en la que empezó a esbozar su nombre el artista, pájaros embalsamados, cuchillos y otros elementos incautados en las cárceles de Tacumbú hablan de libertad, justicia, poesía, muerte. Una muestra potente con muchas historias que contar.

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Instagram: @fabricagaleria

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