Juegos de siempre

Hay juegos que no se olvidan, que superviven de generación tras generación, como queriendo mantener vivo un mismo tiempo. Así, el bolero, la goma, la balita, el trompo, la pandorga o la tikichuela son juegos que se resisten a desaparecer. Aquí, una recopilación para jugar entre niños y adultos, a propósito del Día del Niño, que se celebra el martes 16 de agosto.

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Son juegos clásicos, sencillos, fáciles de jugar, no requieren de “muchos gastos” y, lo que es mejor, estimulan el razonamiento, la lógica, el equilibrio, el desarrollo motor o la capacidad de hacer amigos. María Victoria Heisecke, más conocida como Maricha, en su libro Jugar jugando, recopila los juegos tradicionales para que permanezcan en el tiempo. Desde criatura le gustó coleccionar juguetes de todo tipo. En este transitar también comenzó a seleccionar juegos y publicó varios libros, con el propósito de recuperar los juegos que América heredó con la lengua castellana y que se fueron transmitiendo por tradición.

Efectivamente, son juegos de siempre, que jugaron niños de todas las generaciones y de diferentes partes del mundo. Puede que algunos nombres se hayan cambiado, según la parte del mundo en la que se desarrolle e, incluso, tengan variaciones o reglas diferentes, pero son los mismos que recorren el planeta. En nuestro país ocurrió lo mismo y se añadió otro ingrediente con el uso del guaraní.

Para el Bicentenario, Roberto Goiriz también buscó rescatar los juegos tradicionales, a través de imágenes y textos. Los recordó como una forma de recuperar “nuestra memoria como nación, fortalecer nuestra identidad y disfrutar de la alegría inocente que brinda el compartir juntos un momento especial”. El personaje de su historieta Trompo Arasa surgió en un contexto de rescate de la memoria, como lo fue la celebración del Bicentenario. “Pretendía recordar un juego infantil tradicional que es, además, un contrapunto al avance incontestable de la tecnología, que no es mala, pero en ocasiones puede ser avasallante. El humilde trompito se inserta en esa conversación entre lo analógico y digital, entre ese compartir lo real y virtual. Al mismo tiempo, trata de rescatar parte de nuestra identidad que se va perdiendo”, dice Goiriz.

Sobre el trompo, recordó en su historieta que varias generaciones de nuestro país quedaron cautivadas “con su baile mágico y sus giros sin fin”.

Si bien ya no se ven niños jugando, en el Centro Cultural El Cántaro, de la ciudad de Areguá, se recuerdan estos juegos tradicionales. Abel Cabrera es uno de los lugareños que todavía se dedica a fabricar trompos con la madera del arasa o de sapirangy. “Con machete nomás voy moldeando jambopirirýĩ haguã, péa la diversión”, dice mientras va dando forma a un trompo.

Recuerda que hacían una ronda, escupían en el centro y allí debía caer el trompo. “Ko’agã o-vanza la tecnología ha ndojehugavéi”, lamenta.

El trompo es, fundamentalmente, un juego de habilidad. Para hacerlo bailar, se enrolla la liña o cordón barquera, se agarra adecuadamente, se lanza enérgicamente y se tira de la liña o cordón, para que el trompo gire a un elevado número de vueltas. Se puede jugar a “la caldera” –enfrentamiento individual– o a “las dos calderas” –por equipos–. Podría darse de distintas maneras: el trompo sele, trompo kora, trompo ka’ygua, trompo arasa, trompo jehupi. Entre ellos, el púa tarará, el kerana, el púa vevúi y otros.

Descanso

Los trazos se realizan en la tierra con un palito, en el piso con una tiza o carbón, para delimitar el área, que puede tener la forma de un caracol, viborita o rectangular. Para comenzar, se lanza una piedrita al primer espacio del juego y saltando en un pie se cae dentro del siguiente, teniendo cuidado de no pisar las rayas. “Se realiza todo el trayecto, saltando en un pie; si se posan los dos, se vuelve a realizar todo el trayecto, y así sucesivamente hasta terminar el último cuadro”, explica Goiriz. Si la piedra o el pie caen en el lugar incorrecto, sobre las rayas o fuera del espacio asignado, se pierde el turno. “Se entrelazaban la concentración, la habilidad para el lanzamiento certero y la exigencia física de saltar sobre un solo pie”, indica Goiriz en la historieta Trompo Arasa, al rescate de los sueños.

Tuka’ẽ guapy

Un niño persigue a los demás e intentan tocarlos, quienes se salvan si se sientan antes de ser alcanzados, pero si son tocados antes, se “quedan”. El que se queda sigue, nuevamente, a los demás.

Tuka’ẽ acusado

Un grupo de niños se oculta en diversos lugares mientras uno cuenta hasta 50. Al terminar el conteo, este trata de ubicarlos y, si ve a alguno, grita: “¡Acusado, fulano!”, quien se queda prisionero a unos pasos del tambo –que puede ser un árbol, una puerta, una pared o cualquier lugar donde no sea peligroso tocar–. Los demás deben tratar de liberarlo tocando el tambo, mientras el que se había quedado busca a los escondidos. Si alguien libera el tambo, termina.

Tuka’ẽ kañy

Participan varios niños: uno de ellos, junto a un tambo, cuenta hasta 20 mientras los demás se esconden. Al terminar el conteo, este trata de encontrar a los que se han escondido. Si ve a alguno y lo alcanza, este se queda en el tambo, pero si se escapa y llega primero al tambo, se salva. Se salvan todos los que han logrado llegar al tambo sin ser alcanzados.

La balita

Se juega en un terreno seco, duro y limpio. Podía darse de distintas maneras, por ejemplo: la balita-balita, que se puede jugar formando el kora’i, kora guasu, balita chipíû, entre otros. Los participantes deben intentar introducir sus balitas en el “hoji”, volver a picar las de los demás, ganar la partida y cobrar el premio de “firraka”, término popular utilizado como peyorativo de figurita. Tomó vigencia entre los niños como elemento de pago y hasta cierto punto con poder adquisitivo. No todos podían acceder a las figuritas de los envoltorios de caramelos y recurrían a recortar las cajas de los fósforos o cerillos. El valor de las firrakas dependía de la rareza. Quienes tenían la suerte de acceder a figuritas traídas por parientes que viajaron a la capital o, más aún, al extranjero, eran afortunados o de “kurtu”, que no eran otra cosa que las figuritas. Luego, aparecieron los caramelos Culturales (kurtu) y Deportes. Actualmente, los niños juegan apostando sus propias balitas. La forma de ganar y cobrar recompensas era el chipíû, guyra’i jehague’o, nambíro inclemente, nambi jetira, nambi jepokyty o nambiro Cháco, ja’u huevo bien caliente o túke sin compasión. Si “a lo kómpi” se jugaba, la chance era mejor. Allí, se animaba al “balita balítare” o por el “cinkí” (5 céntimos). En el juego, se podría ser el del kuä joso, kuä león, kuä chapï, kuä monda y posyryry. De la ensoñación y los de la época, uno trata de recordar todos los dichos de aquellos juegos: el pikalóji; pika urti, urti, penurti; campo verde, con kora o sin kora, con levante; taipúke balita, taipúke cañoncha; con limpi o sin limpi, con alti o sin alti, tapi lado, con todo o sin nada, omyĩguive, al hoyo con bigote; cuarta, jeme o cuatro; reha’ãvaerã balita, árupipevente, oguevíva opoti u oguevíva bolikuña. Un juego de destreza, puntería y paciencia, según los entendidos.

Tikichuela

Juego infantil que consiste en jugar hasta con siete cocos pelados, piedras de colores o bolitas de cristal. “Le sacábamos brillo a nuestros cocos”, cuenta, orgullosa, Fany Chávez, mientras enseña las reglas del juego. Se tira arriba a cierta altura, según lo necesario, sin tocar las otras y se van agarrando, primero de a uno, después de a dos y así sucesivamente hasta tomar los siete. No se debe caer la que se tira arriba o, de lo contrario, pierde y le toca el turno a otro. Si el jugador completa la serie sin que recoja un número equivocado o se le caiga alguna, puede seguir jugando. Además, tiene un “toro” y continúa jugando para tratar de acumular la mayor cantidad de “toros” posibles. Si es que en algunas de las vueltas deja de levantar alguna tikichuela o se le cae al suelo la “bala”, pierde su turno y otro jugador prosigue el juego.

Pandorga

“Reinas del aire y de muchos sueños infantiles, las pandorgas vuelan en el recuerdo y continúan fascinando a muchos niños”, dice Goiriz en su historieta del Bicentenario. Hasta la fecha, en espacios abiertos y días de mucho viento, los niños aprovechan para hacer volar sus pandorgas, en compañía de sus amigos o padres, y pasar momentos de diversión.

Las pandorgas tienen formas diferentes: pueden ser hexagonales, rectangulares, representar al kururu o al avión. La forma tradicional de fabricación era con trozos largos de tacuarillas o madera leve, liñas para sostener la estructura, papeles de colores –muchas veces, de clubes de fútbol–, con flecos y la cola hecha con telas cortadas a gusto. También, eran utilizados hules o papel diario. Para pegar, se recurría a la cola de carpintero o engrudo cocinado en casa a partir de la harina.

Pelota muerta

Se elige un lugar amplio, como una pequeña cancha, y se forman dos grupos iguales. Los integrantes de uno de los equipos lanzan la pelota contra los del otro conjunto, quienes, nuevamente, arremeten contra aquellos. Quien sea alcanzado por la pelota queda como prisionero, detrás de la línea del equipo adversario. El que se queda sin integrantes pierde.

Piola

Es un juego de habilidad, atención y resistencia física. Los niños deben ingresar al interior del círculo creado por la cuerda en movimiento, que gira cada vez más rápido por la acción de quienes la están sosteniendo. Allí, deben saltar para evitar que la piola toque sus piernas o cualquier parte de su cuerpo. Los que pierden, al no saltar a tiempo, pasan a sostener la cuerda. Los resultados siempre generan mucha risa entre los participantes.

Más juegos

Carrera vosa

Los competidores se meten dentro de una bolsa de tela y van saltando hasta llegar a la meta. Quienes llegan primeros, obviamente, ganan.

Arroz con leche

Los niños se toman de las manos y forman una ronda, en la cual una niña o niño queda adentro. Los integrantes de la ronda comienzan a cantar. La segunda parte del canto la entona la niña o niño, que tiene los ojos vendados, y elige a otra u otro de la ronda con quien quiera casarse.

El canto: “Arroz con leche me quiero casar, con una señorita de San Nicolás, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta, para ir a jugar / Con esta sí, con esta no, con esa señorita me caso yo / Yo soy la viudita, la hija del Rey, me quiero casar y no sé con quién / A la una yo nací, a las dos me bauticé, a las tres estuve de novia y a las cuatro me casé / Con esta sí, con esta no, con esta señorita me caso yo”.

Pasará pasará

Dos niños se toman de las manos y las alzan para formar un “techo”. Ambos eligen, en secreto, el nombre de una flor, fruta, color, etc. A medida que van pasando en fila los demás niños, van diciendo: “Pasará, pasará, el último se quedará”. Los dos niños bajan las manos para atrapar al último de la fila, quien debe adivinar la flor o fruta elegida para empezar a estirar hasta que uno de los dos pase la línea.

Un, dos, tres, miro sin respiro

Varios niños forman una hilera a cierta distancia de un poste, en el cual se encuentra un niño de espalda al grupo, quien dice: “Un, dos, tres, miro”, y se da vuelta para mirar al grupo, pero mientras tanto los demás intentan llegar al poste antes de que se dé la vuelta. Si alguien es sorprendido, lo paga con una prenda, y quien logre tocar el poste es el ganador.

Gallito ciego

Un participante se venda los ojos y realiza siete vueltas. Los demás tienen que huir. Luego, sale en busca de los demás y, cuando pilla a alguien, tiene que averiguar quién es. Una vez averiguado, se lo lleva.

Pulseada

Los competidores, sentados, con una mesa de por medio, los codos apoyados sobre la mesa y tomados de la mano derecha, tratan de doblegar al otro hasta hacerlo apoyar el dorso de la mano.

Otros juegos

Hay varios juegos de pasatiempo o competición en cuyos detalles no entramos, tales como dama, ta-te-ti, barajas, pozo, sapo, etc. Una creencia de nuestra gente es que, para evitar que el competidor gane, acierte un tanto o dé en el blanco, se cruzan los dos dedos índices o se enganchan y estiran los dos meñiques, diciendo: “Pinta la bruja”, o bien: “Pinta la bruja, guaimí ratĩngue”.

Finalmente, recrear los juegos de antes es una forma de resistir al individualismo de la sociedad actual. Trate de enseñar a sus hijos aquellos juegos que los adultos practicaban cuando eran niños y así revalorizar las diversiones de antaño.

Producción: Carlos Cañete Villamayor.

Locación: Centro Cultural El Cántaro (Areguá).

Agradecimientos: Joe Giménez y Maricha Heisecke.

ndure@abc.com.py

Fotos ABC Color/Gustavo Báez.

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