Totalitario: un rótulo esplendoroso

Sobre el concepto y caracterización del totalitarismo, nos ilustra hoy el historiador Hermes Ramos Dávalos.

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En el análisis de los 34 años de gobierno de Alfredo Stroessner, es recurrente el ejercicio de la periodización basada en interpretaciones de hechos históricos, lo cual suele reflejar una filosofía de valores atribuible a un determinado historiador. En este sentido, los periodos históricos consecutivos fijados se hallan ligados estrechamente uno al otro, y el factor que determina una partición concreta puede ser político, social o económico.

En una reciente publicación de Flecha y Martini (1), encontramos, en el capítulo II, «De la dictadura al totalitarismo», una división del «periodo histórico de todo el sistema (1954-1989)» en tres etapas: el afianzamiento del poder (1954-1962), la construcción del sistema y fortalecimiento del poder (1963-1975) y el máximo desarrollo del sistema totalitario (1975-1986).

Al explicar este esquema, los autores narran primeramente cómo Stroessner se propone y logra alcanzar dos cuestiones fundamentales al inicio de su gobierno: la unidad dentro del Partido Colorado y la férrea alianza entre su gobierno y las Fuerzas Armadas. También se incluyen en esta etapa el tratamiento del disenso, el copamiento de las organizaciones sociales y la resistencia armada de los partidos Febrerista y Liberal.

Luego, en el desarrollo encontramos que la segunda etapa tratada cambia de nombre, y pasa a titularse «Afirmación del Absolutismo y la búsqueda de consenso». Aquí se lee: «Una vez afianzado el Estado militar totalitario, a través de las cuatro instancias señaladas (2), llegó el momento de buscar legitimidad del régimen militar. Ello respondía, además, a las exigencias para beneficiarse del plan de la Alianza para el Progreso impuesta por los EE. UU.» (3)

Finalmente, la tercera etapa lleva el nombre de «El esplendor del totalitarismo»; se hacen ahí referencias al capital financiero internacional, las relaciones mercantiles, la cosmovisión del paraguayo y la crisis de la sociedad tradicional. Se expone que en los años ochenta hubo un auge represivo que logró «debilitar y frenar el fortalecimiento de las organizaciones, independientemente de sus opciones ideológicas» (4). Sin embargo, se dice que este «debilitamiento» propició la conformación, en 1979, del Acuerdo Nacional, la asociación de partidos opositores más importante que se enfrentó al régimen.

Ajustemos los conceptos al momento de utilizar la terminología política adecuada. La cualidad de ejercicio «totalitario» del poder aparece por primera vez de la mano del ideólogo del fascismo Giovanni Gentile y del propio Mussolini en la Enciclopedia Italiana de 1932, referida a un «partido que gobierna totalitariamente una nación». Posteriormente, el totalitarismo en sentido sustantivo es desarrollado por la filósofa Hanna Arendt en Orígenes del totalitarismo (1951), fijando la ideología como sustrato justificativo del sistema y el terror como instrumento permanente de gobierno. En el plano organizativo, estos dos pilares del totalitarismo se manifiestan a través del partido único.

A la obra capital de Arendt se suma el libro Dictadura totalitaria y autocracia (1956), de los autores Friedrich y Brzezinski, quienes definen el totalitarismo basándose en sus características: ideología oficial (doctrina que cubre todos los aspectos de la vida humana), partido único de masa guiado por un dictador, sistema de terrorismo policiaco (apoyado en el partido hasta controlarlo), control absoluto de medios de comunicación, control absoluto de las armas y control absoluto de la economía.

Al pensar en el totalitarismo nos remitimos a un modelo de organización política dominante que toma control absoluto en un territorio mediante la sincronización ideológica de grupos políticos y sociales, llegando inclusive a politizar sectores como el deporte y las actividades de tiempo libre. Los citados tratadistas coinciden en designar la unión soviética de Stalin y el nacionalsocialismo de Hitler como los dos únicos regímenes totalitarios en su real dimensión (5).

Conforme a lo determinado en ciencia política, no existen fundamentos para caratular el régimen de Stroessner como totalitario o absolutista. A modo de definición, se afirma que se trató de un régimen autoritario enmarcado en el contexto de la Guerra Fría, con instituciones republicanas que simbolizaban una democracia que no existió y cuya transición se inició con el derrocamiento del dictador. El pluralismo político que permitió el régimen fue programado y limitado, con lo cual no se logró la competitividad propia de una democracia, lo cual es propio de un régimen autoritario, al momento de permitir la existencia de partidos opositores pero relegándolos a su mínima expresión.

Más allá de la originalidad de las experiencias políticas del Paraguay, un ejercicio de interpretación histórica con un relevamiento conceptual consecuente será útil para entender que la noción de una isla rodeada de tierra no implica una impermeabilidad a las influencias del mundo.

Notas

(1) Víctor Jacinto Flecha y Carlos Martini: A treinta años del golpe. Autoritarismo y democracia en el Paraguay. Comprender el presente obliga a rastrear su origen. Asunción, Servilibro, 2019, p. 33.

(2) En el texto no se expresan de manera concreta las cuatro instancias. Entiendo que se trata de: el Estado como único articulador del proceso social, un patriotismo elevado a «ideología ultranacionalista», el culto a la personalidad de Stroessner y la trasposición del progreso material por encima de la libertad.

(3) Op. cit., p. 41.

(4) Op. cit., p. 46.

(5) El Pacto Molotov-Ribbentrop, firmado entre la USSR y Alemania en 1939, por el cual se definía la ocupación de territorios de Europa del Este parece sugerir otra característica del totalitarismo: el expansionismo.

hermesrada@gmail.com

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