Esquema territorial de la nueva ruralidad en Paraguay

Hace menos de dos décadas, el amplio espacio rural paraguayo estaba constituido por lo que comúnmente denominamos “el interior” del país: se trataba, por defecto, de todo lo que estuviera más allá de Asunción y de algunas ciudades como Ciudad del Este, Encarnación, o Pedro Juan Caballero. En este sentido, la organización territorial del Paraguay presentaba una estructura bastante simple: la ciudad capital, y en menor medida Ciudad del Este, animaban la mayor parte de la vida económica nacional y el resto del país permanecía dependiente de estas áreas urbanas. En efecto, estas últimas ciudades concentraban los servicios públicos así como la mayor parte de las oportunidades laborales.

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En el resto del país, en aquel amplio “espacio rural” predominaba una economía de subsistencia y los niveles de transacción comercial eran muy débiles. De hecho, los magros ingresos generados por una agricultura poco competitiva y poco integrada a los intercambios monetizados no daban lugar al desarrollo y a la expansión de una economía capitalista. Más allá de las zonas de colonización extranjera (europea en el Itapúa y brasileña en el Alto Paraná), el campesinado paraguayo constituía un grupo socioeconómico bastante homogéneo, y que era predominante.

En la última década, numerosos factores entraron en juego para dar lugar a intensas transformaciones de este “interior del país”: urbanización, expansión de la red de rutas asfaltadas, desarrollo del sector comercial y de servicios, estancamiento del crecimiento demográfico rural, entre otros. Definitivamente, una “nueva ruralidad” está en gestación. Por otro lado, los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares del 2013 señalan que los niveles de pobreza seguirían disminuyendo tanto en las áreas rurales como en las áreas urbanas del interior del país. Más allá de los cuestionamientos que han podido generar estos resultados, es evidente que un cambio importante está en marcha: algo está pasando que es necesario comprender.

Un espacio rural cada vez menos agrario y campesino

En las últimas décadas, la predominancia del sector primario en la estructura económica del país se ve claramente cuestionada. Entre 1972 y 2013, a nivel nacional, la población económicamente activa (PEA) en el sector primario pasó de 54% a menos de 26%. Si bien el crecimiento acelerado de la Gran Asunción ha participado activamente de este cambio de tendencia, se observa que el interior del país experimenta un proceso similar, que se refuerza a partir de la década de 1990.

Independientemente de su peso demográfico, numerosas ciudades del interior experimentan una diversificación de su base económica y de servicios, respondiendo a la demanda de las poblaciones urbanas y rurales de su área de influencia. A partir de la década de 1980 y de 1990, en los departamentos de San Pedro, Caaguazú e Itapúa, la población Económicamente Activa (PEA) en el sector terciario ha ido afirmándose con la misma intensidad que en el departamento Central.

Mientras tanto, la distribución de los pobres y de los pobres extremos, según la rama de actividad económica, indica que el sector agropecuario es la rama de actividad que concentra la mayor proporción de pobres y pobres extremos. El 68,4 % de los pobres extremos y el 40,0 % de los pobres trabajan en el sector primario. A pesar del desarrollo que han experimentado algunos rubros agropecuarios (ganadería, agricultura intensiva y otros rubros, como el sésamo), el sector primario sigue concentrando a la mayor parte de la población pobre y pobre extrema. La diversificación económica y el desarrollo del sector comercial y de servicios participarían activamente del incremento de los ingresos y de la disminución de los niveles de pobreza.

Estas transformaciones estructurales de las economías del interior tienen un efecto muy importante en la organización del espacio, donde surge una estructura polarizada por ciudades. Por otra parte, el desarrollo de los centros urbanos se ve impulsado por importantes cambios socio-culturales: de ahora en más, la ciudad se impone con fuerza y modifica por completo los valores y ritmos de vida de la otrora sociedad rural tradicional.

Las ciudades como nuevos soportes de la nueva organización económica y social

Sin lugar a dudas, el desarrollo de la red de rutas asfaltadas es un elemento clave que interviene en la diversificación económica de las regiones del interior. Los nuevos ejes asfaltados permiten integrar las regiones entre sí, facilitando los intercambios de bienes y personas. Sin embargo, es de notar que las rutas ya no intervienen de la misma manera en el proceso de ocupación y desarrollo económico.

Hasta la década de 1990, las rutas asfaltadas generaron instalaciones dispersas y lineares que se extendían a lo largo de estas infraestructuras de comunicación, sin regulación alguna por parte de los poderes públicos. De este modo, las rutas Nº 2 y 7 (eje Asunción-Ciudad del Este), la Nº 3 (eje Coronel Oviedo-San Estanislao-Yby Yaú) se constituyen en verdaderas urbanizaciones lineares. Este fenómeno de urbanización dispersa resulta de una ausencia relativa de oportunidades en el campo y de una débil capacidad de atracción por parte de las ciudades del interior, grandes ausentes en las políticas de colonización iniciadas en los años 1960. Visiblemente, junto con la migración a la capital o al exterior, la ruta constituía una alternativa suplementaria para salir de la pobreza y era percibida como una vía de salida hacia nuevas oportunidades.

De este modo, las migraciones campo-ruta suponían un cambio de ocupación económica, precisamente un abandono del sector primario y una apuesta por el sector terciario. Sin embargo, la “urbanización” de las rutas se sustentaba en una base económica elemental, directamente dependiente de los flujos regionales. Es el momento donde se ha visto una instalación masiva de gomerías o de comercios alimentarios alrededor de las rutas. De este modo, la ciudad-ruta no se basaba en un principio de atracción y de aglomeración, que son características de las verdaderas ciudades.

A partir de la década de 2000 se inicia un nuevo proceso de urbanización con principio de aglomeración y las rutas dejan de ser los soportes del desarrollo urbano. La presencia de la ruta ya no es un factor determinante para el desarrollo y el crecimiento de las urbes, lo que importa es la posición regional y el nivel de accesibilidad de los centros urbanos. De ahora en más, las ciudades tienden a concentrar nuevas actividades comerciales y de servicios, constituyéndose en verdaderos polos atractivos. De este modo, el interior del país se “polariza” y emergen numerosos centros urbanos que se desprenden del paisaje rural tradicional.

En este contexto, algunas ciudades crean amplias áreas de influencia, por la diversidad de su oferta en bienes y servicios (bancos, universidades, hospitales, consultorios médicos, hoteles, comercios de bienes especializados, etc.) y otros centros urbanos generan áreas de influencia más pequeñas y de carácter “local” (estas cuentan con una oferta menos diversificada pero igualmente atractiva).

La base económica terciaria se ha vuelto mucho más compleja, lo que desencadenó un proceso de diversificación y multiplicación de los bancos, las financieras, los comercios de electrodomésticos, las farmacias, las boutiques, las ferreterías, las universidades, los supermercados, o las peluquerías.

La transición entre el modelo linear de urbanización sobre las rutas y el modelo de pequeños aglomerados ha sido posible gracias a esta diversificación de la base comercial y de servicios, cuyo despliegue se apoya en una red de centros urbanos. Por otro lado, el acceso masivo a los medios de comunicación (motocicletas, automóviles, etc.) ha instalado nuevas formas de desplazarse, de ocupar y de “practicar” el territorio, facilitando el acceso físico de las ciudades. Finalmente, las tecnologías de la información y de la comunicación (tenencia prácticamente generalizada de celulares y de internet) vehiculan y promocionan los modos de vida urbanos, por lo que la ciudad atrae social y culturalmente. Con estas condiciones no es difícil comprender el efecto que tienen las ciudades en sus respectivos espacios rurales de influencia.

¿El Paraguay se dirigiría hacia el desvanecimiento de su ruralidad?

A inicios de la década de 1990, la población urbana del Paraguay superaba al fin a la población rural. Veinte años más tarde, la tasa de urbanización alcanzaría 65% y el censo 2012 hubiese mostrado que la ruralidad paraguaya no solo asiste a una disminución de su ritmo de crecimiento demográfico, sino que ya pasa a perder población.

A modo de ilustración, la evolución de la cantidad de viviendas urbanas y rurales entre 2002 y 2012, en cuatro distritos que disponen de ciudades dinámicas, muestra claramente la atracción que generan sus centros urbanos. Mientras las ciudades asisten a un importante crecimiento de su parque habitacional, las áreas rurales consiguen difícilmente aumentar su parque de viviendas. Esto aparece evidente cuando se observa que la cantidad de miembros por hogar en las áreas rurales disminuye sensiblemente y más aún cuando se constata la migración generalizada de los segmentos jóvenes de la población rural.

Es momento de interiorizarse en un nuevo periodo de la ruralidad paraguaya. Esta se apoya en las ciudades, que se imponen cada vez más en la vida cotidiana de los habitantes rurales. Los centros urbanos se desarrollan en un contexto en que los territorios rurales de la estabilidad integran nuevos modos de vida, donde las movilidades sociales y espaciales constituyen su nueva esencia.

Centros

Los centros urbanos se desarrollan en un contexto en que los territorios rurales de la estabilidad integran nuevos modos de vida en el país.

Espacio

Las transformaciones estructurales de las economías del interior tienen un efecto muy importante en la organización del espacio.

PEA

En San Pedro, Caaguazú e Itapúa, la PEA en el sector terciario ha ido afirmándose con la misma intensidad que en el departamento Central.

Dispersa

La urbanización dispersa resulta de una ausencia relativa de oportunidades en el campo y de una débil capacidad de atracción de las ciudades.

En la última década

En la última década numerosos factores entraron en juego para dar lugar a intensas transformaciones de este “interior del país”: urbanización, expansión de la red de rutas asfaltadas, desarrollo del sector comercial y de servicios, estancamiento del crecimiento demográfico rural, entre otros.

Distribución de pobres

La distribución de los pobres y de los pobres extremos según la rama de actividad económica indica que el sector agropecuario es la rama de actividad que concentra la mayor proporción de pobres y pobres extremos. El 68,4% de los pobres extremos y el 40,0% de los pobres trabajan en el sector primario.

A partir de la década de 2000 se inicia un nuevo proceso de urbanización con principio de aglomeración y las rutas dejan de ser los soportes del desarrollo urbano. La presencia de rutas ya no es factor determinante, lo que importa es la posición regional y el nivel de accesibilidad de los centros urbanos.

La base económica terciaria se ha vuelto mucho más compleja, lo que desencadenó un proceso de diversificación y multiplicación de los bancos, las financieras, los comercios de electrodomésticos, las farmacias, las boutiques, las ferreterías, las universidades, los supermercados, o las peluquerías.

Los nuevos ejes asfaltados en el Paraguay permiten integrar las regiones entre sí, facilitando los intercambios de bienes y personas. Sin embargo, es de notar que las rutas ya no intervienen de la misma manera en el proceso de ocupación y desarrollo económico que se viene observando.


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