El falso dilema

El crecimiento económico y la protección del medioambiente no son incompatibles, dice el expresidente de México, Felipe Calderón, pero urge la necesidad de actuar, y requerirá un esfuerzo global para adaptar la economía mundial.

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En los 70, un Felipe Calderón adolescente escuchó a Luis Calderón Vega, fundador del Partido Acción Nacional de México, advertir a su partido el grave impacto del cambio climático. Quizá, la mejor lección que aprendió de su padre haya sido no subestimar la capacidad de nadie para impulsar el cambio, recuerda Calderón. Primero como secretario de Energía y luego como presidente, Felipe Calderón fue tomando de a poco el papel de rol global en la lucha contra la amenaza del cambio climático y la promoción del desarrollo humano sustentable. En una entrevista sobre el Panel Green Growth (un encuentro sobre el “crecimiento verde”) desde que dejó el cargo en diciembre de 2012, el expresidente mexicano habló de la economía verde, los esfuerzos para enfrentar el cambio climático y las perspectivas a futuro.

¿Qué significa “crecimiento verde”? Siempre trato de alejarme de un falso dilema. Durante la última década, las naciones y gobiernos creían que no era posible alcanzar dos objetivos a la vez, que el crecimiento y la protección al medioambiente eran incompatibles, pero ese dilema es falso. Podemos lograr la compatibilidad. Es posible enfrentar la pobreza y, a la vez, hacerlo con el cambio climático. Eso es Green Growth: la combinación de políticas para lograr los dos objetivos en simultáneo. Hallar la forma de que las políticas económicas sean compatibles con las ambientales es quizá el mayor desafío de este siglo. Sé que, por la situación económica actual, cuesta pensar en los temas climáticos. Pero todo indica que, tarde o temprano, deberemos enfrentar el problema ambiental y económico de adaptarnos al cambio climático.

¿Podría ejemplificar cómo gestionó ese falso dilema siendo presidente de México? Intentamos aplicar políticas que entendiesen el Gobierno, las personas y las compañías. Mucha gente del Gobierno no creía en el desafío que teníamos.

Un ejemplo fue el plan masivo para sustituir todos los electrodomésticos por otros para, reducir las emisiones de carbono. Reemplazamos más de dos millones de heladeras en tres años. Elaboramos una combinación pionera de política pública, pequeños subsidios para familias de muy bajos recursos y un plan de crédito accesible. Luego vinieron las famosas hipotecas verdes. En México, las familias de pocos recursos, sobre todo los trabajadores de bajos ingresos, acceden a créditos hipotecarios, pero era imposible llegar a trabajadores que ganaban por debajo de cierto nivel. Entonces encaramos un nuevo programa que incluyó hipotecas accesibles, subsidios iniciales, un adelanto para trabajadores que ganaban el salario mínimo o menos. Estos préstamos —hablamos de alrededor de USD 500.000/año— se dan con la condición de que la vivienda que compren tenga algún método de ahorro energético innovador, como los paneles solares para calentar agua. Desde el sector público, trabajamos en Pemex, la petrolera estatal, con metas claras y concretas de pagos para reducir las emisiones de carbono. Otra medida son las reglamentaciones que instauran mejores parámetros para la industria automotriz, promoviendo el transporte público en algunas ciudades y preparando créditos accesibles para las municipalidades por medio del banco de obras públicas, bancos para infraestructura y otros bancos de desarrollo de México. Así se pueden promover proyectos público-privados relacionados con el transporte masivo.

A menudo, las barreras para hacer más son los intereses creados por grupos que se perjudicarían con la reglamentación. Desaceleran el proceso. El argumento es si el país pasa a ser o no menos competitivo respecto a los demás. ¿Cómo lo enfrentó? Es muy importante entender el punto de vista de las empresas que tienen su fundamento. La pregunta es cómo aplicar políticas neutras para evitar estos sesgos en los que una compañía o un país, que cumple con la reglamentación sobre el medioambiente, pierde competitividad. A escala nacional, necesitamos involucrar a las industrias en las discusiones. No basta con intentar despertar algún compromiso nacional, hace falta algo más, como podrían ser los incentivos económicos para quienes apuesten a lo ecológico, que podría relacionarse con los impuestos, por ejemplo.

¿Cómo funcionó esto en México durante su gobierno? Inicialmente no había granjas eólicas. Hoy tenemos 3000 MW generados por energía eólica y una cantidad creciente de proyectos, algunos son de empresas privadas. Dimos los incentivos correctos. No les subsidiamos; les facilitamos el acceso a la red eléctrica de forma más competitiva y accesible.

¿Existe un enfoque universal para todas las empresas? Hay que establecer cierto orden para las medidas. Por ejemplo, para una firma —que está a la vanguardia de la tecnología— es muy costoso realizar reducciones marginales de las emisiones de carbono, y podría ser muy oneroso para otras industrias. Pero hay proyectos con los que podemos obtener gran ventaja en la reducción de carbono. Una de las tareas más importantes que tiene la comunidad internacional es detectar qué proyectos son más viables para reducir más emisiones.

¿Qué progreso se está haciendo? Hay una investigación muy interesante que consiste en estimar el valor presente neto (VPN) de la red eléctrica. Queda claro que los programas que ahorran energía en las industrias no solo son buenos para el medioambiente; son viables financieramente. Si podemos estimar correctamente el VPN de los distintos proyectos de ahorro energético o reducción de emisiones de carbono, daríamos el primer paso. Algunas investigaciones realizadas en México señalan que hay 140 proyectos en los que el valor presente neto es positivo.

Empresas y gobiernos podrían trabajar juntos para ganar. Ambos podrían hacer mucho, pero estos esfuerzos implican una reducción de las emisiones de carbono y también ganancias o ahorros para las compañías o los gobiernos. Si empezamos por acá obtendríamos un mejor equilibrio entre precio y eficiencia.

Según su experiencia, ¿qué se debería hacer —o no— desde las políticas públicas para impulsar el crecimiento verde? Mucha gente no nota que estamos frente a un tema muy serio. Lamentablemente, para muchos líderes del mundo, el cambio climático es una forma ingenua de perder dinero. Debemos cambiar la mentalidad urgentemente, enfatizar y repetir este tema en cada reunión. Particularmente, en todas y cada una de ellas hablé del cambio climático y de las responsabilidades de los gobiernos. Recuerdo que cuando fui a Canadá, en una conferencia de prensa se le preguntó sobre el cambio climático al primer ministro y este dijo que quedaba claro que EE. UU. no tomaba ninguna posición ni asumía ningún compromiso y, por lo tanto, su Gobierno debía esperar las decisiones norteamericanas antes de dar el siguiente paso. Yo estaba allí y le dije al primer ministro que nosotros también veíamos eso, pero que no podíamos esperar. Fue un poco doloroso para él, según la opinión pública canadiense, pero es la única forma de dar transcendencia al tema.

Usted jugó un papel esencial tratando de construir puentes y entablar negociaciones sobre el cambio climático. ¿Qué cree que debería incorporarse a las futuras negociaciones de las NN. UU. mientras tratamos de construir una arquitectura global para abordar el cambio climático? Primero, entender que consenso no significa unanimidad. Debemos vencer las apuestas astutas provenientes de algunos países y avanzar. No es posible que los mismos de siempre entorpezcan nuestra tarea cada día, año tras año. Segundo, cambiar los mecanismos de las NN. UU. Creo en la diplomacia, pero la burocracia y la organización no están funcionando. Recuerdo una discusión con el secretario general o su personal, cuando les pregunté cuál era el presupuesto de las NN. UU. No recuerdo bien la cifra, pero eran miles de millones. Podemos recortarla, asignar la mitad al medioambiente y resolver el problema para los próximos 10 años, al menos.

¿Qué lecciones dejó el Protocolo de Kioto? Que también hay que reflexionar sobre nuevos mecanismos diplomáticos. Kioto fue un acuerdo maravilloso e increíble, pero terminó en un rotundo fracaso. En el Protocolo de Kioto, los países desarrollados asumieron compromisos de no emisión respecto a cierta cantidad de toneladas de carbono. Nosotros, en el equipo de negociación de la COP-16 sobre cambio climático, asumimos compromisos unilaterales no vinculantes entre naciones en desarrollo. Estos compromisos públicos son mucho más grandes que los acordados en los protocolos. Hablo de reducir dos veces los millones de toneladas de emisiones de carbono que se acordaron disminuir en el Protocolo de Kioto. Necesitamos que los países en desarrollo se sumen a la lucha, porque representan una proporción mayor de emisiones de carbono diarias. Además, debemos idear otros mecanismos que permitan enfrentar el cambio climático. Una opción sería el secuestro de carbono, metodología técnica orientada a secuestrar carbono, para comprender todos los proyectos verdes, relacionados con la plantación, la forestación y el mecanismo REDD de las NN. UU., el programa de reducción de emisiones de carbono causadas por la deforestación y la degradación de los bosques en los países en desarrollo. Esta reducción de emisiones en la industria está más relacionada con los países desarrollados, pero el secuestro de carbono está más asociado con las naciones en desarrollo. Las capacidades económicas y el crecimiento potencial están en los países en desarrollo. Podemos focalizarnos en esos países y en las emisiones de carbono o el secuestro de carbono en lugar de, o además de, la reducción de carbono.

¿Siente que hay esperanzas? Sé que es difícil, pero noto que las circunstancias económicas son el obstáculo más importante para lograr el compromiso. Esto cambiará. Tarde o temprano, Europa volverá a crecer, y de una manera u otra, EE. UU. corregirá su déficit, y podremos volver a captar la atención y el compromiso de todos.

¿Cuál le gustaría que fuera su legado? Luché para crear mecanismos de modo a que este esfuerzo sea viable. Uno de esos mecanismos es crecimiento verde, otro es rescatar la diplomacia para que lleguemos a un compromiso global serio. Intento despertar la conciencia mundial. Uno de mis pasatiempos es plantar árboles. Durante muchos años, organizaba asados con mis amigos y los invitaba a plantar árboles, cientos, miles de árboles. Hoy disfruto de la sombra que dan.

Gerente de la Unidad de Sustentabilidad y Estrategia de Accenture en Asia Pacífico.

Fuente: HSM Group www.wobi.com

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