Perico el desaplicado (adaptación) (2)

¿Lograrán convencer a Perico para que cambie de opinión y quiera estudiar? Sigamos leyendo.

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Pero, aquella noche, ya acostado, la última expresión de Perico fue la siguiente: «Me haré el dormido hasta que sea una hora avanzada, y entonces me fugaré al bosque. Allí encontraré fácilmente algún grupo de bandidos, cuyo jefe me enseñará lo necesario para que, cuando sea mayor, pueda también mandar alguna temible banda de salteadores».

Sin embargo, nada más pensar esto, el sueño atacó a Perico de tal forma que se rindió sin condiciones, no despertando hasta la mañana siguiente.

La voz de su madre le sacó del mundo de las ilusiones, supliéndolo por el «terrible» de la escuela. Perico lloró, mas de nada le sirvió: tuvo que dirigirse al encuentro de la severa señora Genoveva.

Esta era una dama muy tiesa, en cuya mirada se leía el largo hábito que poseía de domar a los niños. Usaba lentes de cristales oscuros y montura de latón.

—Aquí le traigo a mi hijo, señora Genoveva —dijo la madre de Perico a la maestra —si se niega a aprender a leer, no vacile en emplear la palmeta.

—¡Hum! —gruñó la señora Genoveva—. Veo que el chico tiene unos buenos mechones de pelo. Le tiraré de ellos si me desobedece.

Perico se estremeció al oír aquello, pues advirtió que los dedos de la maestra eran largos y fuertes.

Sobre el libro

Libro: Mis cuentos de hadas

Título: Perico el desaplicado

Editorial: Cuenticolor

 

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