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Leonardo Da Vinci. El pintor florentino con sus últimas fuerzas recibió los sacramentos y se confesó largamente, siendo sus palabras finales: “He ofendido a Dios y a la humanidad, porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido”.
Francisco Solano López. Antes de ser asesinado con un tiro en el pecho, el mariscal pudo haber dicho: “Muero por mi patria”.
Édgar Allan Poe. Sumido en la depresión y el alcohol, el escritor estadounidense exclamó: “Que Dios ayude a mi pobre alma”.
Karl Marx. Consultado sobre si quedaba algún mensaje antes de su viaje eterno, el filósofo alemán, padre del marxismo, respondió: “Las últimas palabras son cosa de tontos que no han dicho lo suficiente mientras vivían”.
Nerón. Emperador tirano, que luego de una revuelta huyó de Roma y pidió a un sirviente suyo que lo apuñalara, dijo la recordada frase: “Un artista muere conmigo”, demostrando su narcicismo hasta el último instante de su vida.
Ana Bolena. Soberana de Inglaterra, acusada de adulterio tras la conspiración de su esposo el rey Enrique VIII y condenada a muerte. Sus últimas palabras fueron para su verdugo: “No te daré mucho trabajo, tengo el cuello muy fino”.