Al principio, las cifras eran favorables al M5E, primera fuerza política de Italia gracias al 32% de votos logrados en las elecciones legislativas de marzo de 2018, frente al 17% de la Liga. Pero Matteo Salvini, líder de la Liga, logró que Luigi Di Maio, del M5E, lo tratara como a un igual, y supo mantenerse vago respecto a sus concesiones sobre el programa común.
Las divergencias entre el partido soberanista, apoyado por los pequeños empresarios del norte de Italia, y la formación antisistema, que arrasó en el sur, eran profundas desde el inicio. Y una vez en el poder, Matteo Salvini, un orador eficaz y determinado gracias a su dominio de las redes sociales y a una cultura política mucho más pulida que la de su inexperimentado aliado, logró imponerse rápidamente.
Sin olvidar que el reparto de papeles le facilitó la tarea. La cartera de Interior le permitió llevarse los selfis con policías y bomberos, las declaraciones estruendosas sobre la inmigración y los golpes de efecto contra las oenegés “cómplices de los traficantes”, incluso aunque la drástica caída de las llegadas de migrantes se remonte a 2017 y a pesar de que su política de puertas cerradas no impida que cada mes sigan desembarcando en los puertos italianos cientos de personas.
Durante ese tiempo, Di Maio, ministro del Desarrollo Económico, se esforzaba para que se aceptara su decreto ley “Dignidad” , que limitaba los contratos de trabajo temporal, intentaba explicar por qué validaba que ArcelorMittal recuperara las acerías Ilva cuando el M5E había prometido su cierre, luchaba por evitar la deslocalización de otras fábricas y por reducir el desempleo en un país en riesgo de recesión.
Descenso a los infiernos
En opinión de Luigi Contu, director de la agencia italiana Ansa, que siguió la actualidad parlamentaria durante 20 años, el M5E “pagó” la falta de una línea clara. Esta formación política, nacida en 2009 de la imaginación del cómico Beppe Grillo y del rechazo a la vieja clase política, contaba con algunas ideas claves —la creación de un “ingreso de ciudadanía”, el establecimiento de un salario mínimo, una vasta reforma de la justicia...— pero estaba dividida entre diversas corrientes. “Eran unos rebeldes, pero tuvieron que pasar a la acción” , explicó Contu a la AFP . “Salvini se aprovechó de eso. Él tenía una línea clara, era de derechas, tenía un camino trazado sobre los migrantes, no había que gastar nada, salvo para los jubilados”.
Su vuelta de tuerca en materia de seguridad provocó dentera en el seno del M5E, al igual que su oposición a la reforma de la justicia, su insistencia en las grandes obras o las drásticas condiciones que impuso al “ingreso de ciudadanía”.
Además, en marzo logró que sus aliados bloquearan en el Senado las pesquisas en su contra por secuestro de migrantes, al haberles impedido descender de un buque de los guardacostas italianos. Un trago amargo para los representantes del partido, que habían prometido poner fin a los pequeños apaños de antaño. Mientras Matteo Salvini monopolizaba la atención e imponía la agenda, encadenando entrevistas, tuits y videos en directo en Facebook, el M5E fue volviéndose poco a poco inaudible. En los sondeos y en una serie de comicios locales, el M5E sufrió un lento descenso a los infiernos. En las elecciones europeas de mayo apenas recibió el 17% de los votos, en tanto que la Liga saltó hasta el 34%. Una vez materializada esta inversión de la relación de fuerzas, Salvini no mantuvo el trato de igual a igual, sino que fue acentuando progresivamente la presión a su aliado, hasta llegar a presentar a Di Maio como un obstáculo, un “señor no” que le impedía trabajar.