Berra, docente argentino residente en Sudáfrica, contó que decidió postularse sin mucho pensarlo y sin haberlo comentado con su familia, sobre todo viendo que muchos de su entorno enfermaron.
“Antes de aceptar, averigué bastante sobre las vacunas. Tuvimos dos semanas de preparativos. Tenemos a varios médicos chequeando a diario, luego de que me aplicaran el pasado lunes la dosis”, dijo.
Describió que su semana transcurre entre actividades laborales, familiares y el llenado frecuente de una planilla que debe remitir a la universidad británica. “Por 12 meses también tengo que hacer una visita al laboratorio, donde me chequean la sangre”, indicó.
¿Luego de la aplicación cambió algo su rutina? “Absolutamente no. Debemos hacer una vida normal”, respondió.
Sobre si genera un impacto sicológico, indicó que su único temor es llevarse la decepción de que no haya vacuna.
Preguntado si se establece una relación contractual con el laboratorio, Berra explicó que “el voluntariado es gratuito. Puedo retirarme si lo decido. Pero si me llega a pasar algo, ellos cubren todo”.