Ante las medidas adoptadas en Francia, que instauró a partir del viernes un confinamiento algo más suave que el de hace seis meses atrás, o Alemania, que ordenó el cierre de restaurantes bares, Kluge indicó que una respuesta vigorosa no significa forzosamente que se deba volver a las estrictas medidas del pasado.
Las consecuencias de confinamientos nacionales son una degradación de la salud mental, el incremento de la violencia doméstica y el daño a la economía, indicó.
“Ante esta realidad, consideramos los confinamientos nacionales la última opción, porque significan evitar la posibilidad de un compromiso general para respetar medidas básicas y efectivas”, indicó. “Europa vuelve a ser el epicentro de esta pandemia una vez más”, añadió Kluge.
Los casos globales de covid-19 ascendieron a 44,6 millones ayer, un día en el que América superó la barrera de los 20 millones de positivos, según la OMS. Europa superó el pasado jueves los 10 millones de casos.