Estas elecciones generales encuentran a un votante desencantado y navegando entre las crisis sanitaria y económica, y la dicotomía: correísmo-anticorreísmo.
Se trata de una confrontación de modelos, entre una economía centralizada y una social de mercado; entre una postura que defiende la progresividad de derechos, sobre todo en materia laboral, y otra de revisión y flexibilización de las modalidades de trabajo, explicó el politólogo César Ulloa.
Asimismo, entre el regreso al modelo originario de Correa y la propuesta de Lasso de fuertes reformas a la Constitución; estatista el uno, liberal el otro.
Si bien en la orilla de las similitudes, los dos candidatos son sumamente conservadores y no han mencionado siquiera en sus campañas cuestiones como la despenalización del aborto, cannabis o la eutanasia.
Por ello, Ulloa reduce la síntesis política actual a “correísmo, sí; correísmo, no”, ya que “en la estructura del correísmo están los mismos protagonistas de los (últimos) 14 años”, recuerda al incluir al actual presidente, Lenín Moreno, quien llegó al poder con el apoyo de Correa aunque poco después se distanciara de él.
Con una campaña política marcada por las restricciones de la covid-19, los candidatos intentaron a través de las redes sociales conquistar al votante menos ideológico.
Independiente desde 1830, pasó por casi una década de regímenes militares hasta 1979, cuando fue elegido en las urnas Jaime Roldós. Desde ese retorno a la democracia, su vida institucional fue inestable entre 1997 y 2006, período en que tuvo 7 gobernantes, tres de ellos surgidos de las urnas y derrocados en protestas.
La elección en 2006 de Rafael Correa como mandatario trajo una década de relativa calma. Fue reelegido en 2009 -tras la adopción de una nueva Constitución de corte socialista, que reforzó el control estatal sobre la economía- y en 2013.
Fue reemplazado en 2017 por su exvicepresidente, Lenín Moreno, con quien sostiene una pugna de poder que debilitó al oficialismo.