Llegar a Europa cruzando el Egeo, la última vía de escape de los gazatíes

Laura Fernández Palomo y Sara Gómez ArmasGaza, 1 dic (EFE).- Un grito de auxilio en un mensaje de audio desde Turquía alertó a su familia en Gaza de que el bote en el que Anas Abu Ruyala trataba de llegar a las costas europeas de Grecia se estaba hundiendo. Pasaron cinco días agónicos esperando noticias de su paradero, vivo o muerto.

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Anas, de 22 años, se ahogó en el último naufragio registrado hasta ahora en el Egeo, cuando una embarcación partió la noche del 5 de noviembre desde el lado turco con diez jóvenes gazatíes en busca de unas expectativas cada día más exiguas en la empobrecida franja, bloqueada por Israel desde hace casi quince años.

"Se marchó hace diez meses a Estambul a labrarse un futuro, pero no encontró trabajo. Sabíamos que iría a Grecia por mar, lo intentó dos veces antes y a la tercera se ahogó", relata entre lágrimas su madre Samira, en conversación con Efe en el salón de su casa en Jan Younes, en el sur de una franja conmocionada por esta tragedia desde entonces.

Esa mañana Anas llamó a casa, habló con su padre para contarle que esa noche cogía la ruta del mar. Fue la última llamada.

"¡Los peces se están comiendo a Abu Adham (otro pasajero del bote)!", escuchó un hermano de Anas en un mensaje de audio que circuló por el enclave casi en directo.

La exaltada voz era de Yehia Barbah, de 26 años, también vecino de Jan Younes y uno de los siete supervivientes del barco. "Era la primera vez que lo intentaba. Por mis hijos", reconoce a Efe junto a su pequeña de un año y su hijo de tres.

Como Yehia, Anas quiso progresar -cuenta su madre-, graduarse y tener un buen trabajo, pero solo logró un empleo de cocinero en un territorio con un 70 % de desempleo juvenil y del 58 % entre jóvenes licenciados.

Tardaron en saber que uno de los dos cuerpos recuperados del naufragio era Anas, "porque estaba muy hinchado tras cinco días en el agua", y lo identificaron "por la marca de nacimiento en el brazo", narra su hermana Imán, ante la incapacidad de su madre para seguir hablando. Hace solo dos días que ha enterrado a su hijo.

Yehia, sin embargo, se salvó después de nadar durante horas hasta que lo encontró la policía costera turca. Después de una estancia de una semana en un centro de internamiento en Turquía y varios días con unos conocidos esperando el dinero que le envió su familia, pudo regresar a casa en Gaza.

El día de la salida ilegal Yehia recibió pocas horas antes un mensaje con la localización desde donde partiría el bote. Diez gazatíes abordaron una embarcación con capacidad para siete.

"A los veinte minutos, el barco volcó y tres chicos quedaron debajo de la quilla", relata, y poco después los demás desaparecieron de su vista.

"Perdí la esperanza de sobrevivir, arrojé el teléfono, mi ropa, el dinero, todo al agua para sobrevivir y nadé dos horas y media", cuenta a Efe desde el salón de su casa donde una decena de amigos le acaba de homenajear con una fiesta de bienvenida.

A diferencia de Anas, que no tenía en mente llegar a Europa, Yehia emigró en octubre a Turquía con el propósito de instalarse en Alemania, donde conocidos palestinos le ayudarían en el aterrizaje.

Optó por la vía marítima por ser más económica que la de tierra, 3.000 dólares frente a 10.000. Ya había pagado por la visa turca y para entrar a Egipto por el colapsado cruce de Rafah, convertido en un mercado de sobornos para acelerar trámites, que pueden llegar a los 3.000 dólares. Es la única salida para los gazatíes porque Israel solo expide permisos especiales o de tránsito hacia Jordania.

"Tras cada ofensiva intentan salir de cualquier manera. En 2014 marcharon muchos jóvenes y algunos murieron en el mar. Hemos notado que después de ésta (mayo) la gente que sale es clase media en busca de seguridad", explicó a Efe el portavoz del movimiento islamista Hamás, Hazem Qassem, quien eludió la responsabilidad del gobierno conservador, cuya gestión también ha generado protestas que han sido duramente reprimidas.

Sin datos oficiales, expertos en derechos humanos de Gaza indicaron a Efe que desde 2019 más de 40.000 palestinos de entre 18 y 35 años, incluyendo intelectuales, doctores y artistas, han abandonado la franja sin retorno. Principalmente emigraron a Turquía, pero también a Noruega, Canadá, Egipto o Malasia.

Yehia corrobora esta tesis y percibe que en los últimos tiempos cada vez más gente de su entorno opta por huir y la vía marítima a Europa, pese al riesgo, cobra más protagonismo como vía de escape de este superpoblado territorio, con más 2 millones de habitantes sin expectativas y con índices de pobreza por el encima del 60%.

"¡¿Pero por qué quieren viajar de Turquía a Grecia, qué ciudad de los sueños tienen?!; ¡Naden o vuelen, ponen su vida en peligro!", se exalta Imán, la hermana de Anas: "Si encontráramos una buena vida en nuestro país, nunca abandonaríamos. ¡¿Por qué alguien querría emigrar si no fuera por la sensación de humillación y de no tener una vida digna?!".

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