Goris, un caótico respiro para los desplazados karabajíes en busca de un nuevo hogar

Beatriz ArslaniánGoris (Armenia), 26 sep (EFE).- La ciudad de Goris, en el sur de Armenia y cerca de Nagorno Karabaj, es un hervidero estos días. Las calles que rodean la plaza central están colapsadas de vehículos cargados con enseres de los desplazados karabajíes, que pese al caos encuentran en este lugar un respiro y la solidaridad de sus vecinos.

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Con 20.000 habitantes, esta urbe despliega en un día normal una fusión entre lo urbano y lo rural en un valle al pie de unas montañas, pero desde que comenzó el domingo la evacuación de miles de armenios que vivían en el enclave, debido a la operación militar azerbaiyana, la vida en Goris ha cambiado.

Sus calles están llenos de conductores karabajíes exhaustos que han llegado hasta aquí tras soportar un atasco de vehículos de más de 20 horas que se ha formado en el corredor de Lachín, que une Nagorno Karabaj con Armenia.

Una mujer descansa debajo de un árbol. Relata a EFE que llegó en autobús, ya que su hijo no consiguió combustible para su vehículo. "Nos llevamos lo que pudimos; alguna ropa, los juguetes de los niños. Hasta nuestro coche se quedó allí", se lamenta la anciana.

La noticia de la explosión de un depósito de combustible la noche anterior en la capital karabají, Stepanakert, entristece a la población aún más. Hubo 300 heridos y 20 muertos. "Era lo que nos faltaba", es el pensamiento de la mayoría.

Quienes están sentados en los bancos de la plaza elevan sus miradas cada vez que oyen el zumbido de los helicópteros armenios que se dirigen a Stepanakert para evacuar a los heridos y transportarlos al Hospital de Quemados. La solidaridad de los vecinos

Muchos de los residentes de Goris están conmocionados y se han inscrito como voluntarios para asistir a los karabajíes.

Marietta tiene un alojamiento en el piso inferior de su casa donde ofrece habitaciones y desayuno a huéspedes que llegan a esta ciudad turística. Relata que en los últimos dos días ha cancelado sus reservas, ya que está esperando a una familia numerosa de Nagorno Karabaj.

"Los conocí cuando se alojaron conmigo durante la guerra de 2020. Apenas supe de los ataques y la apertura del corredor (de Lachín), les dije a quienes querían salir que huyeran con urgencia", explica.

"Me he encariñado con ellos y necesitan de nuestra ayuda. Debemos estar unidos ¿Piensas que no nos llegará el turno también a nosotros?”, manifiesta la mujer. Un centro cultural reconvertido

Para algunos de los desplazados Goris es solo un lugar para descansar reclinados en los asientos de los automóviles o estirar las piernas antes de seguir trayecto a otras ciudades armenias.

Para otros es el destino final o al menos temporal hasta que encuentren otro hogar permanente.

El centro cultural de la pintoresca ciudad se ha convertido en una sede de coordinación para la Cruz Roja, las entidades gubernamentales armenias y las ONG que asisten a los karabajíes recién llegados.

Cientos de personas ensimismadas intentan registrarse o recibir asistencia médica, alimentos o mantas.

Desde el domingo Armenia ha registrado 19.000 desplazados karabajíes, la mayoría de los cuales tiene vivienda en la antigua república soviética, pero 2.500 han tenido que ser reasentados y otros 1.200 están en proceso de instalación, según dijo hoy el vice primer ministro armenio, Tigrán Jachatrián.

Dentro del centro de coordinación, una mujer mayor sentada en una silla espera las instrucciones de su hija. Tragedias y enfado

Tiene la mirada congelada y sólo puede emitir algunos sonidos que no se entienden bien. Anush, su hija, cuenta que ésta es la tercera vez que su madre es desalojada de su hogar: a finales de los años 1980 escapó de Bakú y se instaló en Shushi hasta 2020 cuando Azerbaiyán tomó la ciudad. Entonces se refugió en Stepanakert.

"Espero que sea la última vez que deja su hogar. No queremos vivir en zonas fronterizas, aunque ningún lugar de Armenia ya es seguro con estos vecinos", señala la hija, en referencia a Azerbaiyán.

Fuera del centro cultural, un hombre con lentes oscuras no quiere ni hablar con medios internacionales sobre lo ocurrido en Nagorno Karabaj. "El mundo ya lo vio tres veces ¿Cuantas más lo tiene que ver para que haga algo?", espeta enfadado.

El sol se esconde detrás de las montañas, pero dentro del centro de coordinación sigue el trabajo. Las computadoras emanan un intenso calor y piden un descanso luego de un régimen de 24 horas funcionando. Los vehículos llegan incluso de madrugada. La evacuación no sabe de horas.

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