Rusia presenta retrospectiva de monumentalista georgiano que dio nuevo rostro a Moscú

Moscú, 26 abr (EFE).- El Museo de Arte Contemporáneo de Moscú (MMOMA) abre hoy sus puertas al público con una exposición retrospectiva del pintor y escultor georgiano Zurab Tsereteli, cuyo arte monumental definió y dio un nuevo rostro a la capital rusa en los albores del siglo XXI, con ocasión de sus noventa años.

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"Queríamos presentar ante todo una visión general de la experiencia artística de Zurab Tsereteli desde sus primeros pasos como creador hasta el día de hoy", comenta a EFE Andréi Yegórov, curador de la exposición.

La muestra de toda una vida

Se trata de una muestra ambiciosa, añade, ya que junta más de 300 obras, desde pinturas hasta esculturas de pequeño formato, piezas de arte decorativo y grabados expuestos en 22 salas y dos pisos del MMOMA.

El objetivo de la exposición, añade su comisario, es "ordenar en cierto sentido sus diversos estilos y técnicas".

Y es que nada más llegar al MMOMA, los visitantes se encuentran con un policromado árbol-flor, una instalación de dos metros de altura de metal esmaltado cubierto de diversas y coloridas flores, un anticipo de la ecléctica variedad que les espera más adelante.

"Tsereteli es, sin exagerar, un artista universal que trabaja en un enorme diapasón de técnicas, materiales, formas, escalas, desde las miniaturas hasta lo monumental, y a veces es difícil imaginarlo en su conjunto", explica el curador.

Así, con solo pasar de una sala a otra, cambiamos de grandes lienzos con estampas tradicionales georgianas cuyos personajes cocinan, descansan, cantan, bailan o se aman, a una extensa serie de serigrafías monocromáticas con retratos de transeúntes, gente común, conocidos o incluso familiares del pintor.

Tsereteli se desplaza cómodamente del realismo tradicional a las figuraciones simples, casi naif, rústicas, con referencias fauvistas, donde importa la esencia, lo humano, lo cotidiano: las parejas se besan y abrazan sin tapujos, la gente se divierte o sufre sus penas, las flores estallan con sus colores ante nuestros ojos.

Algunos podrían inclusive pensar que se trata no de un artista, sino de varios, cuando se sorprende con obras hechas en terracota policromada, cual vasijas deformes y sedientas, o bajorrelieves de metal soldado en los que las líneas son clavos usados y alambres, tan diversas son las técnicas a las que acude.

Apartarse de lo monumental

Muchos conocen al creador georgiano radicado en Rusia como el creador de los monumentales conjuntos escultóricos de la Plaza de la Victoria en Moscú, donde San Jorge derrota al dragón del nazismo al pie de una gigantesca bayoneta que apunta al cielo, o el Pedro I de 98 metros de altura erigido abordo de un barco sobre el río Moscova.

Pero sus obras monumentales, en torno a las cuales siempre vibró la polémica y tuvieron tanto fervientes admiradores como acérrimos detractores, no son patrimonio exclusivo de la capital rusa.

Frente a la sede de Naciones Unidas en Nueva York hay un San Jorge suyo que derrota a un dragón de dos cabezas cuyo cuerpo son misiles rusos y estadounidenses, y en el centro de Tiflis se alza a más de 35 metros de altura otro San Jorge suyo, que corona una columna de granito.

Logró erigir un monumento a Cristóbal Colón en Sevilla en ocasión del medio milenio del descubrimiento de América, y tras mucho trabajo y gestiones, instaló un segundo monumento, inicialmente destinado a Estados Unidos, en Puerto Rico.

Es quizás con el fin de romper esta imagen estereotipada el artista que esta exposición busca mostrar "a un Zurab desconocido", comentó la subdirectora del museo, Manana Popova, quien conoce a Tsereteli desde hace más de medio siglo.

"A Zurab le gusta cualquier material y trabaja con todos. Para Zurab, el material ya es arte de por sí", añade, al constatar la versatilidad del creador.

Un artista de dos siglos

Yegórov añade que a los organizadores les pareció interesante mostrar "el conjunto de su obra para que adquiriese volumen".

"Pienso que lo logramos, para nosotros Tsereteli es uno de los principales pintores del siglo XX y de parte del siglo XXI en Rusia", aseguró.

Este año el artista cumplió los 90 años, "pero continúa trabajando activamente, está en buena forma, todos los días pinta, trabaja en nuevos proyectos de monumentos", comenta el curador.

Ya no vive como antes en Moscú, sino en Peredélkino, conocido barrio de dachas (casas de campo) de la intelectualidad soviética y rusa en las afueras de la capital, donde también tiene su taller, añade Yegórov.

"Más cercano a la naturaleza, donde el aire es más limpio y hay más tranquilidad, pero no por eso trabaja menos, mantiene su intensa rutina de trabajo", concluye con una sonrisa.

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