Como suele pasar desde hace tiempo, los días de novillada los abonados de Las Ventas dejan sus entradas, o la empresa las regala, a un público menos entendido, lo que hace, como en la tarde de hoy, que haya momentos de más apariencia que méritos, que se valoren con mucho ruido mientras que otros, de más calado, suelen pasar desapercibidos.
En este caso, ambas situaciones se dieron en dos momentos muy señalados, durante las lidias de los novillos de Montealto lidiados en tercer y cuarto lugares, y que correspondieron al valenciano Samuel Navalón y al sevillano Diego Bastos, con suerte y resultados muy desiguales.
A Navalón le tocó el utrero más fino y de más largo cuello del sexteto, que, con esas hechuras, fue el que acabó rompiendo a bravo de verdad, repitiendo sus embestidas al galope para añadir a la faena su verdadera vibración, en tanto que su matador, que la abrió de rodillas en los medios, básicamente se limitó a aprovechar dichas inercias.
Con escaso temple y muy poco ajuste en los embroques, el valenciano fue alargando un trasteo al que faltó poso y reposo, básicamente para reducir la velocidad del de Montealto, pero que, por esa frenética continuidad, se jaleó con mucho ruido en esos tendidos que, tras una estocada defectuosa, solicitaron con el mismo frenesí una oreja a todas luces inmerecida, como bien supo ver el presidente.
En cambio, ese mismo público que se rompió las manos con la celeridad de Navalón, no dedicó ni un solo aplauso a la firme y reposada actitud de Diego Bastos con el cuarto, el peor y más desabrido de los seis utreros, que manseó tanto en varas como sus hermanos pero que además mantuvo su actitud defensiva en el último tercio, con unas arrancadas cortas y descompuestas.
Aun así, el sevillano no se arredró, sino que asentó los talones en la arena y, con una inusitada suavidad, fue atemperando esa violencia hasta sacar incluso varios naturales más que estimables, bajo el gélido silencio de quienes antes se habían entusiasmado con mucho menos.
Con los otros dos novillos de su lote ni uno ni otro pudieron sacar demasiado, porque a Bastos le faltó mayor fluidez para llevar las nobles y sosas embestidas del primero, y Navalón, que se fue a recibirlo a portagayola, no logró desquitarse con un sexto a menos con el que se le vio más asentado a pesar de las molestias del viento.
Como sus compañeros de cartel, también se presentaba hoy en Madrid Nek Romero, que se enfrentó al lote más parejo en cuanto a juego, porque el segundo resultó manejable a pesar de su escaso fondo y el quinto también acabó rompiendo a embestir con buen estilo después de rehuir del caballo.
Y con ambos se vio al valenciano igual de dispuesto, haciendo gala de la seguridad que da el oficio, solo que a sus ligadas y firmes series con ambas manos les faltó, sin excepción, un mayor recorrido en el trazo de los muletazos, casi todos sin suficiente mando y precisión en su final, no tanto por su voluntad como por los recortados vuelos de su muleta.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de Montealto, dispares en cuajo y hechuras y también desiguales en cuanto juego, con un tercero de brava movilidad, alguno otro manejable, como quinto y sexto, y los demás con poco fondo o con la áspera mansedumbre del cuarto.
Diego Bastos, de añil y azabache: estocada chalequera que asoma y estocada delantera (silencio); estocada delantera contraria (silencio).
Nek Romero, de azul noche y oro: pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio tras aviso); estocada tendida delantera (ovación).
Samuel Navalón, de frambuesa y oro: estocada trasera caída (vuelta al ruedo tras aviso y fuerte petición de oreja); tres pinchazos, estocada baja trasera y tres descabellos (silencio tras dos avisos).
Los tres novilleros hicieron su presentación en Madrid.
Entre las cuadrillas, destacó la brega de José María Soler con el tercero; en banderillas, Víctor del Pozo saludó en el quinto.
Cuarto festejo de abono de la feria de San Isidro, con algo menos de dos tercios de entrada (unos 14.000 espectadores), en tarde nublada y fresca, con algunas rachas de viento.